AMLO, midiendo popularidad y mostrando músculo

Opinión
/ 1 septiembre 2024

Dicen que “para que la cuña apriete ha de ser del mismo palo”, ese es el caso de Andrés Manuel López Obrador, quien una buena parte de su vida militó en el PRI y, por tanto, conoció las mañas, artimañas y entresijos de un partido que se había eternizado por 71 años. Así Obrador, como “caballo de Troya”, desde dentro supo ponerlo contra la pared y colocarlo in artículo mortis, con las mismas armas que encontró en esos espacios; y, al ritmo de “a la tercera va la vencida”, llegó al poder hace seis años, después de insistir 12 “picando piedra”. Y como dijo alguien por ahí, “haiga sido como haiga sido”, acabó llegando a la Presidencia de la República.

Ahora nos encontramos en su gira de despedida donde pone a prueba el músculo y mide popularidad. Ya trae rato haciéndolo, y aunque dicen “que el que mucho se despide, pocas ganas tiene de irse”, ojalá que no sea así y que cumpla su palabra de irse de una vez y para siempre a su rancho en Palenque.

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Ojalá y se vea en el espejo de Salinas, de Fox y Calderón, que cuando han salido de sus agujeros se han encontrado con abucheos generalizados. Después de un buen tiempo pareciera que dichos personajes no aprendieron la lección, esperemos que AMLO sí lo haga y aprenda “en cabeza ajena”, y eso del “Maximato” sea sólo otro de los tantos devaneos mentales de quienes tiran las cartas y no fueron beneficiados por su régimen. Por supuesto, no se le puede poner en el mismo saco que a los personajes mencionados, eso él lo sabe, pero ojalá y se lo piense dos veces.

Enemigos deja muchos, porque el que “siembra vientos, cosecha tempestades”, y si alguien ha sido especialista en hacerlo en la historia de nuestro país ha sido él. Pareciera que encuentra cierto placer en ser confrontado y en muchos momentos puesto a prueba. Lo cierto es que, como buen “encantador de serpientes”, la elite intelectual y empresarial cayó redondita en su agenda y le dio la posibilidad de palear los antagonismos que, como “cuchillito de palo”, un día sí y otro también, beneficiaron su proyecto.

Sin lugar a dudas, nos deja un país “a medias aguas”, con obras inconclusas porque no le alcanzó el tiempo ni el dinero. Claudia tendrá que terminar la faena, a diferencia de él, con una política macroeconómica que no dependa sólo del rescate de dinero perdido o de incendiar a la IP y a los pseudointelectuales y medios con amenazas públicas, sino con el convencimiento de que efectivamente los impuestos se traslucen en obras que marcan rumbo, ahora sí, por el bien de todos.

Porque estuvo claro que a lo largo del sexenio fueron las grandes obras y la buena intención de igualar a los desiguales, las políticas públicas más socorridas. La violencia, la inseguridad, la salud, la educación y la pobreza –aunque se habla de 8 millones de personas rescatadas, que no es mentira– son deudas que, aunque él lo diga, no fueron suficientes, como lo afirma en los spots. Son panegíricos que implementan los políticos –todos de forma generalizada– para ponerle un poquito más de adornitos al árbol y hacer que se vea bien.

Para tener una aproximación de la realidad, le pido ingresar al Informe de Desarrollo Sostenible 2024 (sdgindex.org), en el capítulo México, donde se analiza ODS por ODS sobre lo que ha hecho y ha dejado de hacer la administración saliente. Aquí podrá confrontar los dichos de Andrés Manuel en sus spots con el trabajo de campo que han realizado institutos como Inegi, Coneval, la OMS, la OCDE y las pruebas PISA, entre otros.

Si el proyecto de Andrés Manuel es en dos partes (cfr. Segundo Piso de la 4T), se entiende perfectamente. Si es así, a Claudia no le quedará de otra –por el bien de todos– que conciliar, proponer, negociar, sumar y multiplicar; al mismo tiempo que bajar a la práctica los presupuestos básicos de la izquierda: la solidaridad, la igualdad, la promoción de la dignidad humana y la justicia social que su mentor desplegó de una forma parcial.

Y con una mayoría proporcional en el Congreso y probablemente con una mayoría en el Senado –hasta el momento de la redacción de este texto–, Andrés Manuel le dejará a Claudia el camino allanado para que no sólo concluya lo comenzado y amplíe el legado que ella recoge, sino para que baje a la realidad sus promesas de campaña “en caballo de hacienda” y sin tanta dificultad; para bien o para mal.

Es importante aclarar que no tendrá que ser como muchos agoreros lo han dicho y a los que nada, absolutamente nada, les ha resultado; que Andrés Manuel nos iba a llevar al comunismo, que iba a venezolanizar, que íbamos a vivir en una dictadura; fuera de la polarización social que hemos vivido a niveles altos, en ningún momento se llegó a la lucha de clases donde el lumpen proletariado sale triunfante por encima de los que poseen los medios de producción. Perdón, si a alguien le fue bien en este sexenio fue justamente a los dueños de los medios de producción. Así que dejemos de pronosticar temas que están, por razones del contexto y del mercado, lejos del radar de la próxima Presidenta.

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Con todo y la reforma judicial, la “tensa” relación con Estados Unidos y la supuesta censura a los medios, Andrés Manuel se va con un promedio de aceptación alto de popularidad. Nos guste o no. La última, la de Buendía & Márquez que publica El Universal, lo coloca en un 73 por ciento de popularidad, donde de cada diez habitantes en el país, 7 aprueban su gestión.

Si la oposición, quien sea que fuere, quiere revertir la prolongación en el poder de Morena, tendrán que ponerse a trabajar desde ya rumbo al 2030. El problema es que eso del trabajo no se les da, así que largos seis años le quedan a Claudia para que con todo el poder en la mano haga algo bueno por el país y sus habitantes. Por lo pronto, en lo que queda del mes, AMLO seguirá midiendo popularidad, despidiéndose y fortaleciendo músculo. Así las cosas.

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