Tres siglos. Tres López. Tres golpes a México.
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Tres siglos. Tres López. Tres presidentes empeñados con sus actos a destruir a nuestro México. El primero fue Antonio López de Santa Anna, quien ocupó la máxima magistratura en 11 ocasiones distintas durante la primera mitad del siglo XIX. Luego de perder la guerra expansionista contra Estados Unidos, se vio obligado a ceder más de la mitad del territorio de nuestro país. Estados como California, Nevada, Nuevo México, Utah, y buena parte de Arizona, Colorado, Wyoming, Oklahoma y Kansas, claro, sin contar a Texas que poco antes ya se había anexado al territorio estadounidenses.
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Otro siglo y el segundo de los López que atentó con su gobierno contra el pueblo de México fue José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco, quien fue presidente de México en la segunda mitad del siglo XX, de 1976 a 1982. Luego de recibir el poder con una gran crisis social, tomó la mala decisión de basar la economía nacional en la producción y venta de energéticos. “México, país de contrastes, ha estado acostumbrado a administrar carencias y crisis. Ahora, con el petróleo en el otro extremo, tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia”. En ese momento López Portillo ignoró que el precio del oro negro se desplomaría a nivel mundial. Casi al final de su gobierno juró “defender al peso como perro”. Pero fue imposible. El presidente acabó su gobierno con una profunda devaluación de la moneda. La divisa norteamericana pasó de costar 22 a 70 pesos por dólar. Finalizó su sexenio nacionalizando a la banca, lo que sumió al país en la peor crisis económica de la historia. En su último informe de gobierno, lloró avergonzado frente a los mexicanos al pronunciar el siguiente mensaje: “No vengo aquí a vender paraísos perdidos, ni a buscar indulgencias históricas. Decir la verdad, la mía, es mi obligación, pero también mi derecho. Soy responsable del timón, pero no de la tormenta. He expedido en consecuencia dos decretos, uno, se nacionalizan los bancos privados del país; dos, se devalúa nuestra moneda. Pido perdón a los desposeídos y marginados, y a los que hace seis años les prometí un México mejor”.
Tercer siglo, la primera mitad del XXI, y otro López llega a la presidencia con la promesa de acabar con la corrupción, de velar primero por los pobres y de guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen. Además de lo anterior, Andrés Manuel López Obrador prometió que el país crecería en promedio a un 4% anual, pero a un mes de irse a su rancho, nadie puede negar que durante su administración se tuvo el menor crecimiento de los últimos cinco sexenios.
Como ya sabemos, durante el sexenio de AMLO aumentó la desigualdad económica y creció el número de los mexicanos en pobreza extrema y, por si fuera poco, endeudó al país para gastar una millonada en becas que le ayudaron a comprar conciencias, y en caprichosos proyectos que aún no demuestran su utilidad para los mexicanos: el aeropuerto Felipe Ángeles, el tren maya y la refinería de Dos Bocas, que al día de hoy no ha refinado ni una sola gota de crudo.
La gasolina lejos de costar $10 pesos el litro, como prometió, ahora los mexicanos tenemos que gastar más de $25 pesos. La electricidad es ahora también más cara, así como los productos de la canasta básica que han aumentado en más de un 100%.
Con un país dividido luego de sus mensajes maniqueos y mentirosos, con López Obrador se incrementó el desempleo y el número de mexicanos que han intentado migrar hacia Estados Unidos.
La corrupción alcanzó niveles escandalosos estando involucrados hasta los familiares más cercanos de presidente, como tres de sus hijos, dos de sus hermanos, una de sus primas, y numerosos empleados de este gobierno de la 4T que se aprovecharon de organismos como Segalmex, el Insabi, el IMSS, la CFE, PEMEX, y las obras de infraestructura más significativas de la administración actual, en las cuales López aprovechó para coludir a los altos mandos de las Fuerzas Armadas de México.
El crimen organizado tiene más poder que nunca, y eso se ve en que en este sexenio de López, se rebasó por mucho, con respecto a administraciones anteriores, el número de asesinatos, de desapariciones, de extorsiones, y se demostró que los abrazos a los delincuentes y los balazos a los mexicanos dejaron casi 200 mil muertos.
El gobierno de Andrés Manuel dejó a más de 55 millones de mexicanos sin acceso a servicios de salud, escasearon los medicamentos y cientos de niños con cáncer murieron por falta de los tratamientos adecuados. Atacó sin tregua a la libertad de expresión e intervino descaradamente en las elecciones presidenciales.
Sólo una promesa cumplió el presidente López Obrador: mandar al diablo a nuestras instituciones, al grado que ahora está empeñado en acabar con el único poder que se ha constituido como un contrapeso legal: el Poder Judicial. Con la reforma Judicial que propone, y tras ordenar a sus incondicionales del INE y del TRIFE que aprobaran la sobrerrepresentación de Morena y de sus aliados para que ocuparan el 72% de las curules de la cámara de Diputados pese a ganar las elecciones federales con el 54% de los votos, finalmente se logrará lo que su transformación buscaba: concentrar todo el poder político, jurídico y económico en una sola persona: el presidente de la República.
Adiós a la democracia constitucional que vela por el respeto a nuestras leyes y normas. Adiós a la esperanza de tener un México mejor. ¿Adiós al tercero de los López?
aquientrenosvanguardia@gmail.com