Block de Notas (55): Modernidad y periodismo líquido

Opinión
/ 28 abril 2025

Este ‘periodismo líquido’ es lo que hoy, y de un buen tiempo a la fecha, explota diariamente en eso llamado redes sociales

Zygmunt Bauman, el pensador polaco, fue tal vez uno de esos estetas de los cuales somos deudores. En específico, Bauman nos aportó un pie de análisis eterno: lo que llamó memoria o “modernidad líquida” (1999). No poca cosa. En corto: la palabra empeñada, la memoria es hoy nada. El pacto de caballeros si se hace por la mañana, por la tarde puede ser nulo. Se olvidó. “Nuestros acuerdos son temporales, pasajeros, válidos sólo hasta nuevo aviso”. El compromiso es “líquido”, se escurre entre los dedos de la mano.

Y esta “memoria líquida” se aplica a todo estamento de la sociedad; como puede haber también “periodismo líquido”. Nada sólido, todo licuado. Lo cual, claro, se evapora. Y este “periodismo líquido” es lo que hoy, y de un buen tiempo a la fecha, explota diariamente en eso llamado redes sociales. Este sociólogo y filósofo, amén de haber inventado y definido el anterior término, la “modernidad líquida”, antes de morir dejó para la eternidad otro concepto filoso: “retrotopía”.

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El cual es, en sus propias palabras: “Actualmente están emergiendo las ‘retrotopías’; visiones que se ubican en el pasado/perdido/robado/abandonado que se niega a morir, en lugar de vincularse al futuro inexistente, que todavía no ha nacido...”. El anterior liminar viene a mi materia gris por la muerte del patriarca de la grey católica: el papa Francisco. ¿Por qué millones de fieles en el mundo lloraron y siguen llorando su partida como le lloraron a Juan Pablo II? ¿No es precisamente estar atado a un pasado remoto, el cual se creía harto superado?

Respeto enormemente si usted ha llorado dicha partida, como si el papa Francisco fuese un amigo suyo inseparable. Lo respeto, pero no lo comparto. La Iglesia católica (como muchas otras, dígaselo usted a los miembros de “La luz del Mundo”) representa una de las máximas corrosiones sobre la tierra. Artículos y libros, y ahora series de televisión, dan harta cuenta de sus engaños, trapacerías y desvíos sexuales. En fin, vendrá otro Papa...

Nota 1: La vida ha cambiado y para siempre. Lo he repetido antes en este generoso espacio de VANGUARDIA: este ya no es mi mundo. Usted lo sabe, soy un primitivo que abomino de la tecnología. No voy a cambiar. Es el invierno de mi vida, ¿cómo para qué hacerlo? Lo anterior viene a cuento por lo siguiente, de lo cual, claro que se dio cuenta. En los días lerdos y largos de Semana Santa (jueves, viernes y sábado) no hubo edición impresa de este matutino, pero sí hubo edición en red, es decir, digital.

Nota 2: muchos lectores, como usted, quienes me favorecen con su atención, se comunicaron por lo anterior. Pues bien, así como su servidor es prófugo de las redes sociales y se reniega de leer en Internet, hartos lectores me dijeron que ellos no leían jamás este diario de manera digital. Me preguntaron por los temas aquí tratados, tanto en nuestra tertulia de “Café Montaigne” (jueves) y “Hablemos de Dios (sábado)”.

Nota 3: A vuelapluma le hago entonces un resumen: ese Jueves Santo abordé la figura de Günter Grass (1927-2015). Novelista ganador del Premio Nobel de Literatura, del cual se cumplen 10 años de su muerte. Aunque sigue vivo, merced a sus letras. La manera de hacer una revolución siempre será con el poder de la palabra. Sí, voy de acuerdo, se puede militar y tomar un fusil al hombro y estar en la trinchera, como lo hizo Ernesto “Che” Guevara.

ESQUINA-BAJAN

Nota 4: En las trincheras y cuando el fuego zumba en las orejas, no hay ateos. Avanzamos: todo mundo cree en ese inasible llamado Dios combatiendo al fiero enemigo de la libertad, pero definitivamente el poder de la palabra, especialmente el poder de la palabra escrita, forma y moldea a los humanos. Por siempre.

Nota 5: Es el caso de muchos escritores, decenas de ellos sobre la tierra, pero en esta ocasión es el del polaco-alemán, Günter Grass (1927-2015). Ganó varios premios, pero le llegaría el máximo reconocimiento, el Nobel de la Literatura, en 1999. Una de sus principales obras es, sin duda, “El Tambor de Hojalata”, una novela de proporciones centáureas de cerca de 600 páginas. Y esta novela cuenta precisamente de la resistencia ante los crímenes de la Alemania nazi por parte de un personaje funambulesco.

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Nota 6: Es un niño, el cual dejó de crecer voluntariamente a los 4 años. Está preso o internado (es lo mismo) en un Hospital mental, donde su guardián le vigila celosamente. Pero tiene como compañero inseparable un tambor de hojalata desde siempre (los colecciona, y cuando ya dejan de servirle, manda a comprar otro inmediatamente; los hace almacenar y etiquetar para una especie de museo).

Nota 7: El niño, el cual no ha crecido desde la edad de 4 años, escribe su autobiografía de dos formas, a saber: tocando su tambor de hojalata y escribiendo sus andanzas, vida y crónica en 500 folios, los cuales su vigía/enfermero le suministra en su cárcel-castillo de pureza auditiva. Una especie de memoria total de dicho tiempo convulso.

LETRAS MINÚSCULAS

Si en “El Castillo” del también atormentado Franz Kafka, nadie sabe ni puede entrar (metáfora de un laberinto burocrático), de este Hospital mental: Oskar Matzerath no puede salir. Jamás. Pues sí, es la metáfora de la guerra perpetua.

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