Café Montaigne 242
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La vida aprieta en la ventana. Ya no somos los mismos, nunca más. La pandemia del virus chino vino a enseñarnos de nuestra fragilidad de existencia. Por eso, lo primero pues es lo primero: mantenerse vivo señor lector. Ya luego todo llegará por añadidura, como bien lo dice la Biblia. ¿Qué es lo importante y lo que le queda a usted por disfrutar?
Cada quien en la hora más incierta, negra y cerrada de la noche, debe de hurgar dentro de sí mismo y tomar sus decisiones. Buenas o malas, pero tomar decisiones. Ya no hay tiempo para agua tibia ni paños manchados. Sé es o no sé es, lo dijo William Shakespeare. Y le creo. Al citar al divino Shakespeare y como siempre en mi caso, rápido, he llegado a lo importante en mi vida para dejarlo en letra redonda en esta tertulia de café sabatino: el arte, los libros, la literatura, la música. Es decir, mi vida misma. No puedo y nunca me he explicado la vida si no es a través de este prisma: ver la vida bajo el palio del arte. Lea usted lo siguiente de Alfonsina Storni, poeta y suicida ella:
Tengo sed tan salvaje que me quema la boca
Y ansío beber agua que brote de la roca.
Persigo las corrientes para bañar la piel,
Alimentarme quiero de rosas y de miel.
Dormir sobre los musgos, ignorar la palabra,
Y tener dos amigos: un cisne y una cabra.
Claro que usted ya lo notó inmediatamente: es la famosa agua que hizo brotar Moisés de la roca al sonido o quebrantamiento de su palo o cayado de mando. Por esto y no otra cosa, la poesía abre puertas secretas y la alta y buena literatura, siempre nos dará pie para ver la vida diferente, una vida mejor a ésta que se abre ante nuestros ojos.
Hablo de la literatura y la poesía como si hablara de mis parientes pobres o ricos, da igual. Pero, lo que a mi me funciona no necesariamente le va a funcionar a usted señor lector. Lo repito, cada quien debe de hurgar en su interior y encontrar su camino. Mejor la frase: tener varias bifurcaciones y caminos listos para andar.
¿Se cierra uno? Pues a andar en otro, pero sin descansar y sin rendirse. Aunque parecen palabras facilonas, debemos de entregarnos a ello con todos nuestros dientes y garras disponibles. A últimas fechas y como siempre, siguen los suicidios. Un 90 por ciento de ellos, por amor. Lo que eso signifique. Y no, no se me ha olvidado mi propuesta y tirada de naipes en este espacio: “Hablar del amor”. Le digo, me tardo, pero dichos textos/ensayos van a quedar como esta saga de textos de Dios o nuestra tertulia de café sabatino: buenos textos de a madre, lo prometo.
Morir por amor. ¿Podemos señalar con índice de fuego a los atiriciados de alma y corazón, los cuales se suicidan por esa enfermedad llamada amor? Me lo recomendó un día el Oficial Mayor del Congreso, el abogado Gerardo Blanco Guerra, el hombre que más sabe sobre Derecho Electoral en Coahuila: “No se enamore maestro, eso es malo y daña la salud”. Le creo. El amor pudre. Sin duda. Leamos de nuevo a la gran Alfonsina Storni en un terceto amargado y precioso:
Pellejo muerto, el sol, tumba al cabo
Como un perro girando sobre el rabo,
La tierra se echa a descansar, cansada
Así andamos todos ya: las sombras de la ciudad y la vida nos devoran y nuestra lengua no pocas veces atrae un “betún de muerte.” Por esto necesitamos aferrarnos a nuestros faros y guías.
Esquina-bajan
Y esto de la cantidad brutal de suicidios en Coahuila (el día 27 de agosto se suicidaron tres seres humanos en menos de 24 horas en Monclova, Coahuila. Uno de ellos, Samuel Haro, de apenas 17 años y antes de colgarse, le escribió un recado a su novia. Le digo, el amor mata), me ha recordado a Fernando Pessoa.
De la mano del poeta lusitano asistimos a conocer una Lisboa, Portugal, donde se exalta con amor y orgullo el gran patrimonio artístico, histórico y esa raja de soledad y solidaridad de sus habitantes, habituados a una ciudad europea pero fuera de Europa. Lisboa, la insular, aparece en los textos del poeta en voz de uno de sus heterónimos, Álvaro de Campos. Se lee: “ciudad de mi infancia pavorosamente perdida.../ ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí...”
Por eso es necesario insistir en lo único que nos va a sacar adelante de este hoyo negro: la educación y la cultura. Por eso es importante abordar y empaparnos de la obra de Yasunari Kawabata, de quien se cumplen 50 años de su muerte (1972). De su amplio motivo editorial destacan: “País de nieve”, “La bailarina de Izu”, “El sonido de la montaña.” Este año y también, se celebran los primeros 400 años del gran, del inmenso Molière. Aunque leo poco teatro, al leer a este gigante, dan ganas de leerlo todo. Lo estoy releyendo para presentarle aquí un buen texto. Se cumplen también cien años del nacimiento de José Saramago. Y sí, al igual a Kawabata, Nobel de las Letras.
Letras minúsculas
“Sé de dónde he venido, aunque no a dónde voy.” Dice un verso de Víctor Hugo. Busque su camino señor lector, búsquelo hoy.