Café Montaigne 251

Opinión
/ 7 enero 2023
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El príncipe Giuseppe Tomasi di Lampedusa era un enorme felino de formas elegantes, las fotografías antes de morir así lo demuestran. Noble arruinado, pero jamás vencido, Guiseppe heredó en 1934 la corona principesca y la alambicada ruina de la casa Lampedusa. A decir de los biógrafos, una madeja de pleitos y deudas que él no hizo nada por desenmarañar. Se dedicó a la lectura, a la especulación filosófica y a ver transitar el mundo por el ojo de una cerradura.

Y precisamente lo anterior forma parte del armado integral de su texto, al convertir su propia existencia y herencia en personaje de novela, se transmuta en don Fabrizio, Príncipe de la Salina, protagonista de “El Gatopardo”. Texto el cual ha sido alabado y se renueva con cada estudio y edición. Para el crítico L.P. Hartley es “tal vez la mejor novela del siglo”. Para el gran Eugenio Montale es “el libro de un hombre que lo comprende todo, de un poeta narrador dotado de una implacable clarividencia”.

El príncipe Giuseppe Tomasi di Lampedusa participó en la Primera Guerra Mundial y se ha llegado a conjeturar que debido a las heridas de guerra aquí provocadas, éste padeció el resto de su vida de impotencia sexual. Luego, vendrían los mitos alrededor de su vida y personalidad; posteriormente, las anécdotas para los biógrafos discípulos de Sigmund Freud y la siempre tronante y morbosa cuestión sexual: Lampedusa se casó en secreto con Alessandra Wolff, una psicoanalista freudiana que a la vez estaba separada de su primer marido homosexual. A la vez, se cuenta que la Wolff tenía inclinaciones lésbicas: todo un caso, pues.

Al parecer, este sería el íntimo secreto y resorte que haría exclamar al príncipe don Fabrizio en la novela: “Un año de ardor y llamas y luego treinta de cenizas”. El matrimonio no fue nada convencional: él vivía en Palermo, ella en Letonia, donde tenía
una mansión de impresionante aspecto puntiagudo. Fue un matrimonio sui generis: se mantuvo mucho años de manera epistolar
(en francés, por supuesto, el llamado idioma del amor).

Luego, vendrían los acontecimientos desatados por la Segunda Guerra Mundial. Ella perdió sus bienes en Letonia al ser ésta anexionada por Rusia, y Lampedusa perdió su palacio a causa de los bombarderos americanos; vivirían luego juntos en Palermo, en un palacio de la Vía Butera que el príncipe, casi quebrado ya, compró.

En “El Gatopardo”, don Fabrizio, ese tiazo caído en desgracia antes de su muerte, repasa melancólico su vida: “La inerte fila de casas detrás de él, la pared de montañas, las extensiones flageladas por el sol, le impedían incluso pensar claramente en Donnafugata, le parecía una casa soñada alguna vez, tenía la impresión de que ya no le pertenecía: ahora su única posesión era aquel cuerpo exhausto, esas lajas de pizarra bajo sus pies, esa cascada de aguas tenebrosas que se precipitaban hacia el abismo. Estaba solo, como un náufrago en una balsa a la deriva, a merced de corrientes indomables”.

Para el crítico Peter Ackroyd, “la poesía de la novela de Lampedusa está impregnada de la campiña siciliana... una obra de arte. Una obra excepcional. Una de esas obras para las que se trabaja o se prepara uno toda su vida”, lo anterior en voz de Giorgio Bassani. Y es que usted lo sabe, fue la única novela que escribió en vida el Príncipe Lampedusa e incluso no la vio publicada en vida.

ESQUINA-BAJAN

La novela, sin duda, es un clásico. No un texto contemporáneo ni postmoderno, sino un texto clásico en todo el sentido de la estética y de su lugar en el mundo literario. Tengo un par de ediciones del libro, pero hace relativamente poco tiempo compré una más. Es la edición de Anagrama, la cual se anuncia como nueva edición revisada por Gioacchino Lanza Tomasi, primo lejano de Lampedusa, fue adoptado por el Príncipe en 1956 y figura legalmente como su hijo. El posfacio es de Carlo Feltrinelli y la traducción corre a cargo de Ricardo Pochtar. Y sí, la edición es de colección.

¿Qué le preguntaría usted a esta novela ambientada en la Sicilia y la Italia de 1860? ¿Gastronomía? ¿Amores funestos y amores verdaderos? ¿Sobre la siempre insana, pero absorbente política la cual engulle a los hombres y a la sociedad entera? ¿Le preguntaría algo sobre religión? ¿Modos de ser, modos de hacer? ¿Lecturas? ¿Modos y maneras de las mujeres y de los hombres del siglo 19 y principios del siglo 20? ¿Equidad de género y el verdadero papel de la mujer en ese tiempo y desde siempre?

Todo lo anterior, señor lector, lo tiene esta novela total, bañada con una prosa poética de las más altas cumbres de todos los siglos de la literatura. Hay una frase, una de decenas de la novela, que se han quedado en el imaginario colectivo de la humanidad. Sin duda, usted la ha escuchado en este México abnegado. Y la frase se aplica al PRI, al PAN y, claro, a Morena de Andrés Manuel López Obrador por igual, es la siguiente: “Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie”.

LETRAS MINÚSCULAS

El texto anterior fue bien leído y comentado. Y claro, me comentan de la película filmada en su momento por Visconti. Una maravilla. Y sí, fue cifra cerrada: el Café Montaigne 250 en el día último del año, el 31 de diciembre. A petición suya, regresaré con un díptico más en quince días.

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