Café Montaigne 329: El discurso de Donald Trump, una pieza de oratoria política

Opinión
/ 30 enero 2025

Nada que ver con las ‘mañeras’ de risa de Andrés Manuel... En 29 minutos, Trump hizo temblar al mundo, al peso mexicano y hoy marca la agenda internacional

Fue un discurso memorable. Al menos para mí y para otra gente inteligente con la cual crucé palabras y letras al respecto. Encendí la radio (ese viejo aparato hoy en desuso y al cual ya pocos escuchan). Sin duda, una extensión de la imaginación, de la voz y la palabra amplificada.

Encendí la radio el día 20 de enero, día de la toma de protesta de Donald Trump para su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos de América (él en su discurso sólo decía “América”, pues sí, como si todo el continente fuese de él). Juró como su Presidente número 47. Encendí la radio para escuchar algún comentario inteligente y cuál sería mi sorpresa: en una estación de radio defeña empezaba el discurso de Trump y había traducción casi simultánea. Se perdían ecos, incluso frases (qué pretencioso, yo que no sé mayor cosa de inglés, lo agarraba a vuelo), pero la traducción simultánea fue bastante buena.

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Apenas iniciando, las ideas, las palabras y las frases encabalgadas de Trump me atraparon. Dejé lo que estaba haciendo y tomé notas. Ya luego, por la tarde, enfilé mis pasos a un cibercafé para ver en Internet si ya estaba disponible su discurso completo y en alguna buena traducción. Encontré entre tres y cuatro redacciones. Imprimí la que más me gustó y lo volví a escuchar en inglés: un deslumbramiento.

Sus palabras, su discurso de ascensión al poder, ¿fueron dictados, fueron improvisados; lo memorizó? Si usted lo ve, da la impresión de que el tipo, con la sangre fría y el corazón helado, lo tenía ya en la punta de lengua y lo fue soltando a frases lentas, pausadas, con pocas inflexiones de voz... pero duro, fuerte, macizo; palabras de acero.

Su discurso duró exactamente 29 minutos. Dictó cátedra de política local e internacional. Le ruego lo analice y lo lea y lea palmo a palmo. Letra por letra. Cuando lo leyó, todos los “analistas” dudaban de su proceder y de llevar a cabo las acciones que ese día anunciaba a rajatabla: lo está cumpliendo milimétricamente a la fecha. Por varios motivos a mi juicio: es millonario, es su segundo y último mandato (acaba de juguetear con la idea de “reelegirse” cuantas veces sea necesario. Sí, como aquí en su momento lo espetó Carlos Salinas de Gortari. Lo acaba de decir en Las Vegas, Nevada) y no, no tiene nada qué perder.

Discurso poderosos. Letras poderosas. El discurso de Donald Trump fue una magnífica pieza de oratoria política. ¿Qué hizo? Puso en práctica aquella vieja estratagema de la antigüedad: tomó del abecedario algunas letras, las encabalgó como palabras, luego ideas... y les prendió fuego. Nada, nada que ver con las “mañeras” de risa de Andrés Manuel López Obrador y su retahíla de mentiras e insultos; nada, nada que ver con los gritos hoy de Claudia Sheinbaum. En 29 minutos, Trump hizo temblar al mundo, al peso mexicano y hoy marca la agenda internacional.

La palabra, se sabe desde la antigüedad, es un don divino. De hecho, sólo humanos tenemos lenguaje articulado. Por eso es una arma mortífera; el evangelista Juan lo dice claramente en su Evangelio: “En el principio fue el verbo...”, pues sí, la palabra, la idea, las ideas. Y al hablar, Trump fue un tifón, un huracán el cual lo devastó todo a su paso. La palabra y su poder fundador fue retomado por Trump y todo su poder fundador se incrustó en sus escuchas, a los cuales les insufló ganas de vivir y cambiar el orden establecido.

ESQUINA-BAJAN

Repito e insisto, lea usted el discurso, su pieza de oratoria magistral. Algunas perlas directas de los labios de Trump: “la era dorada de América comienza ahora mismo...”. Los aplausos más ruidosos fueron cuando se refirió a nosotros, a su “frontera sur”, siempre en llamas.

Lea usted: “Ahora tenemos un gobierno que no puede gestionar ni siquiera una crisis simple en casa, mientras al mismo tiempo tropieza con un continuo catálogo de eventos catastróficos en el extranjero. Falla en proteger a nuestros magníficos ciudadanos estadounidenses respetuosos de la ley, pero brinda refugio y protección a criminales peligrosos... que han ingresado ilegalmente a nuestro país...”.

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Mientras López Obrador y Claudia Sheinbaum han hablado de pobreza, hambre; mientras viven sumidos en el pasado inmediato y buscan culpables de sus erráticas políticas públicas en los sexenios anteriores, Donald Trump utilizó las siguientes Keywords: “nación orgullosa, próspera y libre”. Habló de devolverle al pueblo “su fe, su riqueza, su democracia y, ciertamente, su libertad”. Habló en su discurso de “dignidad, poder y fuerza”. Habló de “esperanza, riqueza, seguridad y paz”

¿En México? En México se habla de dar limosna. A todo mundo. No se habla de trabajo digno y compartido. En México se habla de discapacidad, de ayudas al que “más lo necesita”, sin necesitarlo. Trump habló de “orgullo, valentía, audacia, independencia, prosperidad, valor, compasión...”. Y algo que le pegó fuertemente (hay que escuchar los aplausos, señor lector): nombró tres veces a ese inasible Dios. Fue ovacionado.

LETRAS MINÚSCULAS

Hubo unas palabras que han pegado harto. Sí, es mi tesis aquí esgrimida desde hace años, pero ya acentuada: eso de la equidad de género, lenguaje inclusivo, etc. Y toda esa basura “woke”, es eso, basura. Trump dijo: “A partir de hoy, la política oficial del gobierno de los Estados Unidos será que sólo existen dos géneros: masculino y femenino”. Sí, es la Biblia...

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