Café Montaigne 348: Las enseñanzas de Freud
COMPARTIR
Sigmund Freud vino a inocularnos un nuevo germen: la moral la cambió por algo llamado psicología e inventó una nueva habitación, cómoda, con la cual se cometen múltiples atropellos y yerros: el inconsciente
El siguiente es el inicio del libro el cual, imagino, usted ha leído, es “El Malestar en la Cultura”, de Sigmund Freud. Sigo la edición de la editorial Siglo XXI, volumen a cargo de Néstor A. Braunstein. Lea usted: “Uno no puede apartar de sí la impresión de que los seres humanos suelen aplicar falsos raseros; poder, éxito y riqueza es lo que pretenden para sí y lo que admiran en otros, menospreciando para sí los valores de la vida”. Termina la cita. Caray, a reserva de mejorar el porcentaje, una gran parte de la humanidad está de acuerdo con ello en un 110 por ciento.
Pero, ¿qué queda de lo anterior cuando el mundo se rige por la tríada poder, éxito y riqueza, desde siempre, y no por otros valores? Por cierto, ¿qué valores?, ¿depende de cada ser humano esta categorización? Sin duda. Por lo anterior, y a vuelapluma, la psicología y el psicoanálisis no son, y nunca han sido, una “ciencia”. Y nunca lo serán. Depende del estado de ánimo de cada psicólogo, pues es su tirada de naipes con determinado paciente. ¿Renegar del poder, según Sigmund Freud? Pues dígaselo a Donald Trump y mándelo al psicólogo. ¿Renegar del éxito y la riqueza? Pues caray, dígaselo a Elon Musk y mándelo a terapia intensiva en materia psicoanalítica.
TE PUEDE INTERESAR: Block de Notas (61): El Síndrome John Wick
Muchos, hartos comentarios me están llegando con motivo de dos o tres textos publicados en este generoso espacio, en donde he abordado el libro “El Malestar en la Cultura”, de Freud, el cual cumple 95 años y sigue provocando buenas polémicas. Pues sí, como estas letras, las cuales me han pedido buenos y puntillosos lectores.
La cultura, como la educación y los sentimientos, estorban en el mundo cotidiano y, digamos, normal. En 1930, Sigmund Freud publicó su célebre ensayo “El Malestar en la Cultura”. A 95 años de su edición, insisto hoy, el ensayo se muestra lozano y jovial, y molesto en muchas de sus partes y capítulos. Hace pensar, reflexionar y levanta críticas a casi 100 años de su publicación original. Su tesis perturba aún hoy.
En la segunda parrafada en el ensayo de marras, cita lo siguiente: “Yo le envié (a un amigo, dice) mi opúsculo (“El Porvenir de una Ilusión”) que trata a la religión como una ilusión, y él respondió que compartía en un todo mi juicio acerca de la religión, pero lamentaba que yo no hubiera apreciado la fuente genuina de la religiosidad...”.
¿Sabe usted quién era ese amigo? El intelectual Romain Rolland, quien al explicarle por escrito dicho sentimiento, le dice a Freud que él siente una sensación de “eternidad”, algo “oceánico”. Cosa que, líneas adelante, Freud confiesa no sentir en lo absoluto. Y asimismo se platica que “no es cómodo elaborar sentimientos en el crisol de la ciencia”. Objeto fallido hasta el día de hoy, pues. Con Karl Marx aprendimos que este reducía dramáticamente toda nuestra vida y conciencia a un estadio económico. Lo económico era el reducto donde teníamos que jugar: ganar o perder.
Con Charles Darwin aprendimos que Dios no tiene nada que ver con los humanos: nuestros parientes son simios y chimpancés. Y con Albert Einstein, pues descubrimos que todo es relativo, incluyendo aquello que nuestros ojos ven, pero al parecer ni existe. Sigmund Freud vino a inocularnos un nuevo germen: la moral la cambió por algo llamado psicología e inventó una nueva habitación, cómoda, con la cual se cometen múltiples atropellos y yerros: el inconsciente.
ESQUINA-BAJAN
Dentro de su ensayo, el cual se deja leer con pasión y provecho, Freud deja caer aquella sentencia de Plauto: “El hombre es lobo del hombre”. Escribiría: “El ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación personal una buena cuota de agresividad”. Agresividad, maldad; depredar, a como dé lugar y, de plano, engullirse al vecino si este es un obstáculo. Luego, agrega: “Los seres humanos (son) como bestias salvajes que ni siquiera respetan a los miembros de su propia especie”.
¿Creer en la cultura y sus valores cohesionadores al igual que la educación (la cual hoy es basura en casi todo el mundo)? Tal vez es lo contrario: la cultura dota de conciencia (ya no religiosa, sino personal y ética, como formación individual) al ser humano, y al final de cuentas, como los sentimientos, estorban para la vida cotidiana. A Jesucristo le dice no pocas veces un “mito”, pero retoma su mandamiento más polémico: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. A lo cual le da nombre: lo bautiza como un efecto del “superyó”. Y lo de todos conocido: Freud pone el acento, y siempre, en la cuestión sexual del ser humano.
TE PUEDE INTERESAR: Café Montaigne 347: Hoy ya nadie piensa; sólo se vegeta
“Las pasiones que vienen de lo pulsional son más fuertes que unos intereses racionales (p. 77)”. En México, y al día de hoy, esto y no otra cosa es lo de hoy, lo que pasa en una gran manada de nuestra población, atada al celular “inteligente”, cuando los humanos han dejado de ser inteligentes. Tengo varias obras de Freud. Lo básico, pues. Y no las he leído todas. Me interesan, claro, pero igual me interesa leer a Jacques Lacan, a Carl G. Jung, a Mortimer J. Adler, al gran e inconmensurable Viktor Frankl.
LETRAS MINÚSCULAS
Pero Sigmund Freud, lo queramos o no, habita nuestras conversaciones, habita nuestra conciencia y sí, aquello que bautizó como “inconsciente”... ¡puf!