Caminante

Opinión
/ 12 octubre 2025

“Caminante, son tus huellasel camino y nada más;Caminante, no hay camino,se hace camino al andar.”

Antonio Machado.

Al que recorre las calles, vías y caminos de un lugar, territorio o ciudad se le denomina: caminante. Se aplica, según el diccionario, a una persona: viandante, paseante, peatón, transeúnte, andarín, andariego, andador, peregrino o viajero. Es decir, que todos los que transitamos por nuestros medios físicos pertenecemos a esa categoría. Según datos oficiales, en nuestra ciudad, más de 230 mil habitantes, tienen que caminar más de diez minutos para lograr tener acceso a una ruta de transporte público, esto sin mencionar que se han disminuido considerablemente el número de rutas de transporte entre 2011 y 2025. Además, el número de usuarios debido a la priorización del automóvil privado también se ha visto disminuido en los últimos diez años.

Lo anterior nos indica dos cosas, por un lado, que caminar la ciudad, se quiera o no, sea un acto con cierto grado de obligatoriedad (y deporte extremo por necesidad) o bien, una obligación; y por otro: que en la ciudad la utilización del automóvil se encuentra por encima del transporte público. Esto tiene o puede tener muchas razones, entre muchas otras, que la calidad del transporte público es deficiente. Sin embargo, no pretendo enfocarme hoy en el transporte público, sino en el caminante.

¿Qué es lo que observamos, percibimos y sentimos al caminar la ciudad? ¿Es parecida la experiencia sensorial, olfativa, visual, de caminar nuestra ciudad a la de subirse al transporte público? ¿La imagen de nuestra ciudad es un reflejo de nosotros mismos? Dice Karina Soto, investigadora de la Universidad Autónoma de Nuevo León en un artículo publicado recientemente que, al evidenciar el valor de la arquitectura, el diseño y la belleza para transformar la cotidianidad y obtener mejores condiciones de vida al transitar y vivir los entornos urbanos, estos evolucionan debido a la relación entre su habitabilidad y la percepción que se tiene de ellos.

Por lo tanto, la imagen que tienen los espacios que caminamos, los bienes públicos y compartidos por una colectividad generan, como dice la investigadora, discursos visuales o imágenes que debieran responder cultural o funcionalmente (en un sentido pragmático), al propósito original para el cual fueron hechos. Dice Norbergh-Schulz que, cuando un espacio sabe lo que quiere ser, su vocación se encuentra representada en su forma y sus materiales, responde a un contexto y a un usuario particular, éste (el espacio público o privado), se convierte en una “habitación”, es decir, cuenta con características particulares resultantes del respeto a su vocación y a su entorno, se vuelve habitable.

La arquitectura que compone nuestras ciudades responde (o debería responder) al instinto de supervivencia en primera instancia, y en segunda, al devenir cultural, a la identidad, a las costumbres y tradiciones propias de quienes la habitamos. La calidad de los espacios urbanos dependen de los usuarios en conjunto con los actores que toman decisiones y dirigen los esfuerzos económicos, políticos o sociales en pro del bienestar de las personas y de la imagen de la ciudad.

El “caminante” somos todos los que por necesidad o por gusto peregrinamos por la ciudad, ya lo demostró la ahora exalumna de Artes Plásticas Célic Vélez cuando, en 2023, caminó desde Ciudad Universitaria en Arteaga hasta su vivienda en Saltillo para evidenciar y documentar las dificultades y vicisitudes del caminante en nuestros entornos urbanos. Entonces, la imagen de la ciudad es de cierto modo porque es un reflejo de la comprensión y valoración de las cosas que ya existen, del devenir histórico y cultural, del camino que ya se pisó y que nunca se ha de volver a pisar, de nuestra vinculación con ella, del pasado pero también del presente y del porvenir, un camino que merece ser recordado pero sobre todo, respetado y dignificado.

Arquitecta por la Universidad de Monterrey. Cursó la maestría en Arquitectura con especialidad en diseño y tecnología ambiental en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Coahuila, donde fue becaria del CONACYT y enfoca su investigación para la obtención del grado a los usos, aplicaciones y adaptaciones de la arquitectura vernácula a las nuevas demandas de la época actual. Es profesora investigadora con perfil PRODEP y coordinadora de posgrado en la Escuela de Artes Plásticas Prof. Rubén Herrera de la UA de C. Forma parte de la Academia de investigación, es miembro del comité de reforma curricular de ambas carreras, miembro del comité de la Maestría en Arte y Diseño, así como del Núcleo académico Básico del mismo programa, miembro del cuerpo académico “Expresión visual” de la licenciatura en Diseño Gráfico. Coordina la plataforma In Signia, sitio dedicado al estudio, promoción y preservación del patrimonio y los símbolos que conforman la identidad en su ciudad natal. Becaria del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) Coahuila en el año 2012 en el área de patrimonio y como creadora con trayectoria en 2021, coordinadora del libro Umbrales. El centro de Saltillo. Visiones desde la transdisciplina, donde además colabora con un capítulo, ganadora del premio de periodismo cultural Armando Fuentes Aguirre “Catón” emisión número 23 en categoría Prensa.

Formó parte del equipo de diseño del prototipo de vivienda sustentable propuesto por el CINVESTAV. Autora del capítulo “Apropiarse el territorio” en “Dimensiones del Espacio” libro editado por la UAdeC. Colaboradora en diversas revistas de divulgación a nivel nacional y regional como la Gazeta del Archivo Municipal de Saltillo. Es analista, gestora y asesora en temas de reglamentación urbana. Estudiante de Doctorado en Arquitectura y Urbanismo en la Facultad de Arquitectura de la misma universidad en donde desarrolla proyectos de investigación relacionados con el patrimonio, los imaginarios y emblemas simbólicos.

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