Campañas en Coahuila, ¿qué nos quedan a deber?
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En sesenta días se puede hacer y decir mucho. También se puede aprender poco, o casi nada
Tras intensos meses de actividad electoral, con nutridos arranques, decenas de eventos y tres debates que dejaron más anécdotas que ideas claras, este miércoles cierran sus campañas los candidatos a gobernador de Coahuila.
En sesenta días se puede hacer y decir mucho. También se puede aprender poco, o casi nada. Mucho se ha escrito ya sobre lo que esta elección representa en la coyuntura política que vive nuestro país con miras al 2024.
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El periodista Lagunero, Javier Garza Ramos, ha llamado al proceso electoral de nuestro Estado “el oráculo donde está la peor pesadilla” para López Obrador, refiriéndose al rompimiento entre los candidatos afines a su proyecto.
Otros, cómo el columnista Luis García Abusaid, han destacado las supuestas “virtudes” del Modelo Coahuila: la disciplinada Alianza entre el PRI, PAN y PRD. Por su parte, la periodista Magda Guardiola nos recuerda que, al igual que en la última elección en la que Miguel Riquelme ganó “gracias a los votos de la chiquillada, los partidos políticos chiquitos-satélites del tricolor”, la oposición coahuilense parece no haber aprendido mucho desde 2017.
Yo quisiera más bien apuntalar cuatro cosas que, a mi parecer, las campañas en Coahuila nos quedaron a deber.
Primero, no vimos política de ideas, vimos política de la de siempre. Con los candidatos en competencia, sus orígenes, trayectorias y grupos de apoyo, quizás era iluso esperar algo distinto, pero la política de ideas interesada en la resolución de los problemas colectivos —esos que seguirán después del 4 de junio, ahí afectando a coahuilenses de todos los colores— brilló por su ausencia.
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Tuvimos política de la de siempre, la de las descalificaciones, los ataques personales, las traiciones y los acuerdos en lo oscurito, la que cree que es imperdonable en un proceso electoral tener algo en común con los otros candidatos y por ende busca la total desacreditación del otro y su aniquilación en términos políticos.
Segundo, ¿en dónde están las mujeres? Más allá del cumplimiento a regañadientes de la normativa electoral en las contiendas por las diputaciones locales, las señales de que para ellos es prioritaria la agenda por la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres fueron prácticamente nulas.
Los problemas en Coahuila requieren urgentemente de una perspectiva de género. A pesar de las mujeres representar la mayoría de nuestra población, la inercia es encajonarlas en posiciones públicas de segundo nivel. Más allá de ofrecer la Secretaría de Educación, ninguno de los partidos en disputa consideró seriamente a una candidata para gobernadora de Coahuila.
Una tercera oportunidad perdida fue, —cómo escribí en esta misma columna hace unas semanas—, realmente conectar con la juventud coahuilense. Nuestros más de 700 mil jóvenes, que representan más de la mitad de los electores este próximo domingo, viven alejados de la democracia, entre la indiferencia y el desencanto.
Con la excepción, quizá, de Manolo Jiménez, que por su edad sería quien más fácilmente podría encontrar ese vínculo, lo que vimos fueron propuestas vagas, un diagnóstico simplista, y una oferta denostable—díganme, ¿qué carencia real se resuelve con un concierto de Peso Pluma?
Por último, el proceso electoral del 2023 estuvo, nuevamente, lleno de promesas vacías.
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Promesas de “cambios verdaderos” sin cambiar ni un ápice el discurso oficialista. Soluciones mágicas aludiendo a la honestidad y pureza de quienes sabemos no tienen ninguna de esas dos cualidades. Un eslogan que nos dice que vamos hacia adelante, pero que no explica si lo que está en frente es, en algo, distinto a lo que dejamos atrás. Y un par de candidatos que saben que “ganan perdiendo” y seguramente podrán negociar posiciones de poder para sí mismos.
Las cartas están echadas para el 4 de junio y hay que participar con nuestro voto. Pero, después de esa cita con la democracia, la mitad de los coahuilenses seguramente seguiremos sin sentirnos representados, y tendremos que sumar esfuerzos si queremos cambiar la realidad estatal, para construir un Estado mucho más prometedor, empático y justo.