¿Chairos o monarcas?
¿Usted qué prefiere: vivir bajo una monarquía o estar sujeto a un gobierno en donde prevalezcan los chairos?
Advertencia: Aquellas personas que tengan o crean tener posturas liberales, progresistas, de izquierda o transformadoras, favor de abstenerse de leer este artículo, ya que su contenido pudiera herir sus sentimientos. Sobre aviso, no hay engaño, ni regaño.
En estos días, he venido realizando un sondeo con amigos y conocidos, el que consta de una sola pregunta: ¿Usted qué prefiere: vivir bajo una monarquía o estar sujeto a un gobierno en donde prevalezcan los chairos? Debo confesar que dicho ejercicio no ha concluido, sin embargo, para mi sorpresa, la gente hasta ahora se ha inclinado por la primera opción.
Sabemos que la realeza es acartonada, sin embargo, tiene reglas, protocolos y tradiciones que se respetan, lo que confiere certeza y orden a los súbditos. Sabemos también, que los royals, son en ocasiones promiscuos, y la conducta de algunos de sus miembros suele ser censurable, en cambio, poseen cierto nivel cultural y buen gusto, lo que incluye manifestaciones artísticas como el ballet, el disfrutar de una ópera de Puccini o de un concierto de Rachmaninov y de la buena literatura, por mencionar algunas. También se expresan con propiedad—a diferencia de la señora Vilchis, que en una mañanera dijo ultrancia en lugar de ultranza-- y normalmente tienen buen gusto.
Cierto, sus vidas se han visto envueltas en escándalos, infidelidades de todo color y sabor, como las suficientemente conocidas del propio Carlos III y de Diana, sin dejar de lado la conducta poco edificante, por decir lo menos de Andrés, el hermano del nuevo monarca. Aunque acá también, otro Andrés ha venido haciendo travesuras con ciertos contratos. Hay que mencionar que las monarquías modernas, deben rendir cuentas de sus gastos; no pueden disponer en forma indiscriminada del dinero, ya que están sujetas a un presupuesto.
Asimismo, suelen ser aburridos, y practicar actividades que podrían disgustar a muchos por considerarlas elitistas como el polo, la cacería y esquiar en los Alpes, por mencionar algunas.
Veamos ahora lo que pudiéramos definir como la cultura chaira, si así se le puede decir, Por principio, son proclives al desorden, y este es una forma de corrupción, algunos disfrutan la música de Chico Ché, o si son de un nivel un poco más elevado, de los “Ángeles Azules”, o de Rosalía, batallan para hilar dos o tres sentencias, su ortografía no es ejemplar, desdeñan el estudio riguroso y la investigación científica, practican con entusiasmo el agandalle, ya sea colándose en la fila o apropiándose del espacio público; sean franeleros o vendedores informales y suelen tener mal gusto para vestir.
Parte importante de su dieta está basada en antojitos como memelas, pambazos, tlayudas y sopes, por mencionar algunos. Obvio que ésta no es una ingesta ideal para la salud, asimismo, gustan de espectáculos en grandes espacios abiertos, en especial si no tienen costo.
Son parecidos a los cronopios inmortalizados por el ingenio de Julio Cortázar, y hasta aquí quizá su daño sea menor, pero cuando sus costumbres permean en el cuerpo social, la cosa cambia, pues de brincarse trancas, pasan a saltarse olímpicamente leyes, reglamentos y a destruir instituciones, entonces eso resulta peligroso, porque esos actos conducen al poder absoluto.
Por ejemplo, la británica es una monarquía constitucional, y aunque el soberano es la cabeza del Estado, funciona un Parlamento que cuenta con la facultad para legislar, y hay otro aspecto importante: esta monarquía es una fuente de divisas, máxime en ocasiones como la de ayer, ya que los turistas adquieren toda clase de artículos conmemorativos, dejando una buena cantidad de dólares al agobiado gobierno; como dice mi amigo Roberto Farías, la monarquía es una máquina de hacer dinero.
Por su parte, los chairos, en especial algunos de sus más connotados exponentes, pese a proclamarse de izquierda, gustan de vacacionar sin muchas restricciones que digamos, en lugares emblemáticos del decadente capitalismo como lo es Nueva York.
Se dice que los extremos se tocan, y me pregunto si muy en su interior—a lo mejor no tanto--, los grandes chairos no quisieran lucir en su testa una glamorosa corona, como símbolo del poder imperial y absoluto. Visto lo anterior, dime con franqueza estimado lector, ¿qué prefieres, vivir en una monarquía o en un gobierno chairo?