China: La estrella de Oriente, de la mirra a los semiconductores

Opinión
/ 6 enero 2025

Si hace más de 2 mil años los Reyes Magos vinieron de Oriente con oro, incienso y mirra; hoy vienen con semiconductores, aplicaciones digitales, carros y opiáceos

Como sociedades occidentalizadas solemos situar a Europa y a Estados Unidos −país históricamente europeo por su desarrollo− en el centro económico y cultural del mundo. Sin embargo, distintos mitos de origen diverso nos recuerdan la importancia de Oriente como cuna de la civilización así como fuente de gran riqueza, tanto material como intangible. Dos de estos mitos son el rapto de Europa y la visita de los Reyes Magos al recién nacido Niño Jesús.

Europa fue hija de Cadmo −héroe fenicio−, famosa en la mitología griega por haber sido raptada por Zeus, quien engañosamente se transformó en toro para secuestrar a la princesa. La acción sucedió en Tiro −actualmente en el territorio de Líbano− y tuvo como desenlace la procreación de Minos, rey legendario que le dio el nombre a la civilización minoica, primera cultura de la Edad del Cobre en Creta y antecesora directa de la cultura griega clásica. Este mito suele interpretarse como el origen de las sociedades europeas a partir de sus raíces orientales.

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Análogamente, la visita de los “Reyes Magos” también nos hace desviar nuestra mirada al Oriente. El acontecimiento se menciona en una única ocasión en la Biblia; en concreto, en el Evangelio según San Mateo. Los magos vienen de Oriente, ya que como astrónomos expertos siguen la estrella que anunciaba el nacimiento del “rey de los judíos”. En el relato bíblico no se hace alusión a que fuesen reyes, no se nombran ni se dice que fuesen tres. La terna se deduce a partir de la trilogía de regalos que llevan, los cuales sí se mencionan en el texto: oro, incienso y mirra. En esta ocasión, el relato evoca las riquezas orientales así como el conocimiento de los magos, que no eran reyes, sino más bien sabios entregados al estudio de la astronomía.

Hoy, 6 de enero, mientras partimos nuestra rosca de reyes y la disfrutamos con un champurrado o un chocolate caliente, se nos presenta una gran ocasión para tornar nuestras miradas al Oriente. Actualmente, China disputa la hegemonía con el protagonista geopolítico del siglo 20 y lo que llevamos del 21, el Tío Sam.

Por primera ocasión, desde la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, los Estados Unidos de América se muestran preocupados por el peso que China está adquiriendo, tanto en términos de poder real −militar y en la actualidad en ciberespionaje− como en soft power o poder blando −concepto acuñado por el académico Joseph Nye para expresar la posibilidad de incidencia de un actor político a partir de medios culturales e ideológicos−.

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Tan sólo en el año que acaba de concluir, observamos distintas muestras de la amenaza en la que el dragón chino deviene para Estados Unidos: la prohibición de la aplicación china de contenido audiovisual TikTok, aprobada tanto por el Partido Republicano como el Demócrata, por el temor a que se utilice como instrumento de espionaje; el incremento de marcas chinas en la industria automotriz y tecnológica; las presiones a México y Canadá para reducir su comercio con China, así como sus preocupaciones por el tráfico ilegal de fentanilo y precursores entre el país asiático y los integrantes del T-MEC.

Si hace más de 2 mil años los Reyes Magos vinieron de Oriente con oro, incienso y mirra; hoy vienen con semiconductores, aplicaciones digitales, carros y opiáceos.

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