Clases medias y altas: ¡La hora llegó! (1)

Opinión
/ 17 febrero 2023

A inicios de 2018, antes del arribo de AMLO a la Presidencia de la República, una amiga venezolana, radicada en la CDMX, me advirtió: “Tengan cuidado en elegir a este hombre, porque así nos sucedió con Chávez cuando fue electo presidente en 1998 e inició su Revolución Bolivariana. Nadie daba un centavo por él, pero terminó por destruir el país”.

Descreído de sus palabras, pensé: “Es imposible que suceda algo similar en nuestro país. Porque México tiene instituciones más sólidas que Venezuela; unas Fuerzas Armadas institucionales y una cercanía geopolítica con Estados Unidos.

Cuatro años después, la realidad cotidiana del mandato de Andrés Manuel, me agarró de “punching bag”, obvio, con la forma estilizada y ‘jolivudezca’ de un Spiderman entrado en años.

La progresiva desinstitucionalización del Estado ha concentrado el poder -de manera unipersonal y autoritaria- en la figura de AMLO. Las Fuerzas Armadas han acumulado tal poder económico y político en solo cuatro años, que se han constituido como un Estado dentro del Estado. Mientras los Estados Unidos concentran su energía en una relación bilateral ligada al T-MEC, migrantes y tráfico de fentanilo.

El entorno luce desesperanzador. La violencia adquirió horríficas expresiones nunca vistas o experimentadas. Nadie se salva de ella. Ni el niño, la mujer o el mexicano de a pie: tampoco el periodista, el analista, el intelectual o el científico.

El Estado, definido desde la visión de Andrés Manuel, abandonó a los mexicanos, a su suerte. Con excepción de los pobres. Porque ellos, según sus palabras, “son parte de su estrategia política, ya que regresan el apoyo (de manera clientelar) respaldando a la 4T. Con ellos (insiste AMLO), se va a la segura, no como con los sectores de clase media, los de arriba o la intelectualidad”.

Por esa razón, el mismo AMLO ha propiciado la polarización del país: entre un pueblo disfrazado de ejército electoral mediante programas sociales y transferencias económicas directas y unas clases medias y altas acusadas -desde las Mañaneras- de ser las causantes de las desgracias históricas de ese mismo pueblo.

¿Cómo han respondido esas clases medias y altas? Con miedo, hasta pavor que México llegue a ser otra Venezuela. Su temor las hace reaccionar de manera irracional, y en ocasiones, hasta las obliga a imaginar la instauración de un régimen militar para acabar con la 4T.

Su expresión apanicada, los convierte, muchas veces, en fanáticos e irracionales, tanto como los mismos simpatizantes de Andrés Manuel. Los seguidores de FRENA fueron un claro ejemplo de ello.

Las redes sociales son la fuente primaria de su desahogo cotidiano. Pero, justo es decirlo, muchos de ellos han manifestado de manera pública su repudio a la 4T en dos temas: la defensa de las mujeres y del INE.

¿Dónde quedaron el PAN (sobre todo) y el PRI para escuchar, entender, aglutinar y liderar la indignación y la desesperanza de estas clases medias y altas por el rumbo desastroso del país?

Ambos los abandonaron para luchar por su propia supervivencia, contra un AMLO que le tiene medido el largo, el ancho y el espesor de las travesuras convertidas en expedientes penales de sus dirigentes.

Dada esta situación, ¿podrán las clases medias y altas entender la responsabilidad histórica que tienen ante el futuro del país, más allá de su tradicional apatía e indiferencia por la política?

¿Qué alternativas tienen para organizar, articular, movilizar su descontento y parar en seco a la 4T en 2024?, ¿podrían hacerlo a 16 meses de las elecciones federales del próximo año?

(Continuará).

Nota: El autor es Director General del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.

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