Coahuila: el aumento en el consumo de drogas, ¿no genera impactos significativos?
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El consumo de estupefacientes en la Región Sureste de Coahuila está a alza, pero el hecho no parece preocupar a los empleadores. ¿Estamos ante una lectura correcta, o incorrecta de la realidad?
El creciente consumo de drogas en nuestras comunidades constituye uno de los elementos que más preocupan a quienes trabajan con adolescentes y jóvenes, así como a los profesionales de la educación, cuyas voces reseñamos con frecuencia porque exponen diagnósticos que buscan llamar la atención sobre lo alarmante que la realidad resulta a sus ojos.
Recuperar este hecho resulta relevante porque, a diferencia de quienes observan el fenómeno del consumo de drogas en la adolescencia y la juventud, quienes lo hacen desde el mundo laboral -al menos en nuestra región- no parecen compartir las preocupaciones expuestas por los primeros.
Más llamativo aún resulta que el fenómeno preocupe poco -o nada- pese a que la estadística demuestra que, en el segmento de las personas que se encuentran en la búsqueda de un empleo, u ocupan ya una posición en el mundo laboral, está creciendo el número de quienes consumen drogas.
De acuerdo con Víctor Carral Gil, gerente de Operaciones de Grupo Médica Ramazzini y presidente del Colegio de Salud Ocupacional Coahuila Sureste, el número de casos positivos a sustancias prohibidas, detectados mediante pruebas de laboratorio, se ha multiplicado por cinco e incluso por 10.
Hasta hace poco tiempo, explicó el especialista, en un promedio de 100 atenciones diarias, los casos positivos eran 1 ó 2, pero “ahorita estamos encontrando cinco y en días cargaditos de gente hasta 10 personas por día”.
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Sin embargo, para Juan Sesatty López, presidente de la Asociación de Administradores en Recursos Humanos (ARHCOS), el hecho “no es un tema que tenga un impacto en la productividad” y debido a ello no se mide en forma sistemática porque “no nos pega en nuestra capacidad de cumplir nuestros objetivos de negocios”. El fenómeno, puntualizó el dirigente gremial, es considerado solo “una problemática social”.
De su lado, el líder de la Asociación de Industriales y Empresarios de Ramos Arizpe, Sergio Alain Aguilar Guerra, coincidió en que el hecho “no es alarmante” porque las estadísticas no lo retratan de esa forma.
¿Se está exagerando entonces al caracterizar el creciente consumo de drogas a edades tempranas como un problema serio en el desarrollo de nuestra sociedad? Valdrá la pena ser cautos antes de contestar la pregunta de forma categórica, pues si algo parecen revelar los posicionamientos de los dirigentes empresariales de la región es la ausencia de estudios capaces de ofrecer un diagnóstico detallado de la situación.
Por otro lado, el hecho de que la mayor parte de quienes consumen drogas pudieran ser “adictos funcionales”, es decir, personas capaces de desarrollar sus labores cotidianas de manera aceptable, no implica que el fenómeno deba ser minimizado o no requiera un mejor diagnóstico.
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No parece un asunto menor el que se nos informe del incremento en el número de casos positivos detectados a través de pruebas de laboratorio en individuos que ya se encuentran en el mercado laboral. Cabría esperar que las instituciones públicas relacionadas al tema hagan algo más que observar la estadística con interés anecdótico.