Coahuila: Servicio médico del SNTE, un problema insoluble
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El servicio médico de la Sección 38 del SNTE es inviable tal como fue concebido, pero nadie ha querido reconocer esta realidad. Las consecuencias de ello están a la vista
El Gobierno de Coahuila ha informado que tomó, desde hace cuatro meses, la administración de las denominadas “clínicas del magisterio”, lo que implica haber asumido la responsabilidad de administrar el servicio de salud de quienes forman parte de la Sección 38 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en Coahuila.
La decisión es, claramente, el epílogo de una historia que viene escribiéndose desde hace más de dos décadas y que ha implicado sucesivas reformas a las normas que regulan el funcionamiento del sistema de seguridad social de los trabajadores de la educación adheridos a dicha Sección, así como reiterados “rescates” financieros del mismo, particularmente en lo que hace al sistema de salud y de pensiones.
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Se trata, en estricto sentido, de la crónica de un fracaso anunciado. Y esto es así porque el sistema de seguridad social de la 38 arrastra, desde su creación, un problema de diseño exactamente igual al que padecen todos los modelos creados para ser “una isla” que prometía a sus beneficiarios un servicio superior al del IMSS o el ISSSTE: son financieramente inviables.
Y es que incluso si el modelo hubiera sido administrado con pulcritud a lo largo de su historia, de todas formas habría naufragado simple y sencillamente porque las aportaciones que realiza el gobierno y los derechohabientes son insuficientes para sostenerlo.
Pero el colapso se aceleró debido a los vicios del Sindicato, cuya dirigencia se empecinó largamente en administrarlo −lo cual hizo mal−, además de incurrir en prácticas nocivas que sobrecargaron el sistema con múltiples beneficiarios, cuyo costo de atención supera por mucho el monto de sus aportaciones.
La responsabilidad histórica de ello ha sido, sin duda alguna, del Gobierno del Estado de Coahuila, cuyos titulares permitieron históricamente las prácticas viciadas de la dirigencia sindical y, en los últimos años, se dedicaron a “patear el bote” poniéndole parches al sistema que sólo han prolongado la agonía.
Por ello, asumir hoy la administración de las clínicas es solamente el primer paso de un muy complejo proceso que debe seguirse para cumplir con la responsabilidad que siempre ha existido, pero ha sido asumida a medias: garantizar la salud de los trabajadores.
Hacer esto último implica asumir en su totalidad el costo de atender, de forma preventiva y correctiva, la salud de los trabajadores de la educación. El problema es que no se trata de una empresa factible porque requiere una cantidad de recursos económicos con los que el Estado de Coahuila no cuenta.
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La realidad hacia el frente es pues, solamente una: reconocer que reconstruir el modelo original es imposible. ¿Cuál es la alternativa? Asumir su inviabilidad y, como en su momento lo hizo la Universidad Autónoma de Coahuila, adscribir a los trabajadores del magisterio a los únicos sistemas con capacidad para atenderlos: el IMSS o el ISSSTE.
Cualquier ofrecimiento en un sentido distinto equivale a seguir engañándose, tal como se ha hecho en los últimos 20 años.