Coahuila y Texas: la crisis migratoria ya se volvió algo cotidiano
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La crisis en la frontera ya es de carácter permanente pero a nadie parece interesar ponerle fin. Mientras tanto, miles de migrantes siguen llegando a la frontera para beneplácito de la delincuencia
La crisis migratoria que padece la frontera entre México y los Estados Unidos registra en las últimas horas un nuevo momento complejo. Los puentes internacionales ferroviarios en Piedras Negras y Ciudad Juárez han sido cerrados al tránsito de mercancías debido al arribo de una nueva ola de migrantes que busca ingresar a los Estados Unidos.
En el caso del puente une a las ciudades de Eagle Pass, en Texas, y Piedras Negras, en Coahuila, se trata de la segunda ocasión en menos de tres meses que se adopta esta medida ante la imposibilidad de las autoridades estadounidenses de atender, al mismo tiempo, las operaciones normales del cruce internacional y el arribo de cientos de migrantes.
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La cercanía de los dos sucesos, el primero de los cuales se registró el pasado mes de septiembre, deja claro cómo el fenómeno migratorio está siendo simplemente observado por las autoridades y a nadie, en ambos lados de la frontera, pareciera importarle resolver lo que constituye una auténtica crisis humanitaria.
Del lado estadounidense las autoridades se limitan a decir que “la frontera está cerrada” a la inmigración ilegal y que quienes deseen obtener asilo o refugio en esa nación deben hacerlo a través de la aplicación que se ha dispuesto para ello y desde sus países de origen.
Del lado mexicano se reitera cada cierto tiempo que somos “un país humanitario”, que se está apoyando a los migrantes y que se garantiza una estancia segura en territorio nacional e incluso existen empleos que pueden ser ocupados por quienes lo deseen.
Cada cierto tiempo, sin embargo, las estampas se repiten: cientos, miles de personas provenientes de Sudamérica, pero también de otras partes del mundo, se agolpan en la línea fronteriza, cruzan el río Bravo y ponen en riesgo su seguridad cruzando las alambradas que las autoridades texanas han colocado del lado estadounidense.
Y mientras las autoridades de ambos países se muestran impotentes ante el fenómeno, las organizaciones criminales, cuyo negocio más lucrativo en este momento es, sin duda, el tráfico de personas, nunca habían gozado de mejores condiciones para obtener ganancias ilícitas.
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Por otro lado, quienes padecen mayormente las consecuencias que implica el flujo migrante son los gobiernos de las ciudades fronterizas de los dos lados de la línea divisoria, pues ninguno de ellos cuenta con la capacidad económica, logística y técnica para hacer frente a estas circunstancias.
Por razones humanitarias, sanitarias, de seguridad e incluso de comercio internacional, urge que los gobiernos federales de México y los Estados Unidos definan una estrategia conjunta que ponga fin a la crisis -ya de carácter permanente- que implica el flujo migratorio hacia la frontera común.
Dejar de actuar, como se ha hecho hasta ahora, constituye no solamente una grave irresponsabilidad, sino un verdadero crimen humanitario.
Encuesta Vanguardia
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