Colosio: 30 años de nuestros Idus de marzo
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Los Idus de Marzo son conocidos por aquel día del año 44, previo a la era actual, cuando el emperador romano, Julio César, fue asesinado por un grupo de senadores en plena Curia Pompeyana. Inspirado en los relatos del historiador griego Plutarco, William Shakespeare la inmortalizó en su obra “La tragedia de Julio César”. En ella describe la conspiración, asesinato y consecuencias que para el imperio romano derivaron del crimen.
En su historia, el escritor inglés detalla las discusiones conspiradoras entre Bruto y Casio, el primero de ellos, discípulo amadísimo del César. Shakespeare dice que días antes de su muerte, Espurina, un adivino ciego advierte al emperador “Guárdate de los Idus de Marzo”. El César se burló, pues los Idus eran días de buenos augurios que caían en el día 15 de Martius o Marzo, mes nombrado así en honor del dios romano de la guerra.
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La noche previa a su muerte, su esposa, Calpurnia, sueña que es asesinado y le insiste que no acuda a la sesión del Senado. El emperador lo desestima y llega sin su guardia personal. Al entrar, empieza a discutir con los senadores y uno de ellos, Casca, le clava un puñal en la nuca; al acto le siguen otros. El golpe que acaba con su vida es asestado por Bruto y sorprendido por la traición de su gran amigo, César le dice: Et tu, Bruté?, ¿Tú también, Bruto?
Hoy se cumplen 30 años de los Idus de Marzo mexicanos, aquellos días aciagos de 1994, el año en que vivimos en peligro y que tuvo, entre otros hechos brutales, el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Su asesino confeso, Mario Aburto, fue descrito como un joven con rencor social, sin oportunidad de estudiar o trabajar y sin futuro por alcanzar, corrió la misma suerte que hoy sufren miles de jóvenes: la nada.
Colosio tenía apenas 44 años y era candidato a la Presidencia de la República. Otro queridísimo sonorense avecindado en Coahuila, don Carlos Robles Lostanau, hoy presidente del PRI en Coahuila, fue amigo personal de Luis Donaldo y lo describe como un hombre limpio, que jugó limpio y que proponía para México una vida limpia. Me contó que Colosio era sobre todo un hombre de bien. No es la primera vez en nuestra historia violenta, que los hombres buenos terminan en el martirio.
Han pasado 30 años de aquel histórico discurso con el monumento a la Revolución como testigo, en donde Colosio decía: “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia”. Yo veo un México convencido de que esta es la hora de las respuestas; un México que exige soluciones. Pero después de tantos años, como lo dijo el maestro de América, Justo Sierra, “Tenemos aún hambre y sed de justicia”.
Yo estoy seguro de que de seguir vivo, Colosio estaría avergonzado al ver un PRI en manos de sujetos como Alito Moreno y Rubén Moreira. Tampoco vería con buenos ojos lo que hemos alcanzado como nación. Y es que más allá de estatuas, plazas y bulevares con su nombre y del lucro político que algunos cuantos le dan, de Colosio queda su pensamiento y su recuerdo de hombre sencillo y cercano a la gente. Muchas especulaciones se han dado sobre el tipo de gobierno que hubiera encabezado; su muerte nos impidió saberlo.
Al final, lo único cierto, es que entonces como ahora, la violencia, nos dejó sin la posibilidad de consolidar el México que seguimos anhelando. El futuro de nuestro País no puede ni debe escribirse con sangre, pues México ya pagó a la historia una cuota muy grande.
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Momentos antes de entrar al Senado, Julio César, el general romano que venció en las guerras contra las Galias, Hispania, Britania y Egipto; el político que desafió al imperio más grande jamás conocido al cruzar el río Rubicón lanzando la frase “Alea jacta est” o “La suerte está echada”; el mismo que venció a Pompeyo para convertirse en cónsul y dictador vitalicio; el estratega que jamás fue derrotado en combate y que después de vencer a todo y a todos, lanzó en el Senado la expresión “Veni, vidi, vici” o “Llegué, vi, vencí”, es el hombre considerado como un semidiós, el inmortal que de nuevo se encuentra a las puertas del Senado con Espurina, el adivino que le advirtió que se guardara de los Idus de Marzo. Fiel a su estilo, Julio César se burla de él y le dice: “¡Los Idus de marzo llegaron y yo sigo vivo!”. La respuesta de Espurina fue parca: “Sí, pero aún no han acabado”.
@marcosduranfl