Comida chatarra: además de perjudicial, ¡es carísima!
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La ‘comida chatarra’ no solamente es perjudicial porque carece de valores nutritivos, sino también porque su precio es realmente muy alto. ¿Qué más necesitamos para hacerla a un lado?
Hace ya un buen tiempo que los especialistas de la salud nos vienen advirtiendo sobre la inconveniencia de consumir la denominada “comida chatarra”. El adjetivo, por cierto, da en el centro del blanco en este caso, pues se trata de productos comestibles que no nos aportan absolutamente nada en términos de nutrición.
Pero en lo que tal vez no hemos reparado es que, además de ser literalmente basura, la “comida chatarra” es mucho más cara que los alimentos “ordinarios”. En otras palabras: los productos de esta clasificación son dañinos por donde se les vea.
El ejemplo que publicamos en esta edición no podría ser más contundente: un kilogramos de “sabritas”, es decir, de las frituras que podemos adquirir en cualquier tienda de conveniencia, es mucho más caro que un kilo de carne. De hecho, es 100 pesos más caro que un kilo de top sirloin, de acuerdo con los precios que pueden consultarse en un supermercado local.
La comparación es relevante en múltiples sentidos, pero vale la pena poner énfasis en uno de ellos: por regla general solemos catalogar a la carne de res como un producto “caro”, así que cuando comparamos el precio de este producto con el de las populares “papitas” no queda más remedio que asumir a este último producto como uno “carísimo”.
¿Por qué no solemos hacer estas comparaciones y por qué, incluso después de que una pieza periodística las hace evidentes, es poco probable que dejemos de consumir “sabritas”?
El nutriólogo Ramsés Rodríguez, a quien consultamos para la elaboración del reporte tiene la respuesta precisa: se trata de productos que están “diseñados para gustar”, es decir, se trata de productos que deliberadamente son producidos en la forma en la cual los adquirimos.
“Lo que hacen (las empresas que los elaboran) es utilizar ciertos condimentos que hacen que se potencie el sabor en tu boca, en tus sensaciones organolépticas. Buscan que te sepa mucho, que te sepa tanto que te guste más, como los refrescos o las papitas”, señaló el especialista.
No estamos, según parece, solamente ante un problema de altísimo precio de productos que carecen de todo valor nutricional, sino de algo aún más grave: estamos ante la actuación premeditada de empresas que “diseñan” productos para que nuestros organismo se “enganche” a sus sabores y nos convirtamos en consumidores recurrentes de los mismos.
Si el modelo suena conocido es porque lo es: se trata, según parece, de la misma mecánica mediante la cual los seres humanos terminamos siendo adictos a las drogas legales e ilegales, con la diferencia de que en este caso estamos hablando de “alimentos”.
Se trata, todo hace indicar, de un problema que va mucho más allá de que nos vendan productos con nulo valor nutritivo a precios exhorbitantes. Pero también se trata de un problema en el cual el poder de contenerlo está en nuestras manos, pues basta una simple acción para lograrlo: dejar de consumirlos.
Encuesta Vanguardia
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