Cómo opera la opinión pública
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Alrededor de la órbita de la opinión pública giran numerosos factores que la modelan y la hacen funcionar. Las etapas de formación de este fenómeno arrancan con el reconocimiento de un problema al que es necesario darle una solución. Una vez reconocido, se plantea el hecho de analizar si es el momento adecuado para proponer una respuesta eficaz. Comienza entre las partes interesadas e involucradas, un proceso de discusión, en aras de alcanzar un consenso. Se ponen en común los acuerdos y finalmente se presenta la solución, que puede derivar en una ley, que deberá ser aprobada por la esfera pública gubernamental, uno de los actores participantes.
Estas etapas nacen en lo que se conoce como la esfera privada: en las reuniones de familia, en las
charlas de café, en las conversaciones de los amigos. Como una bola de nieve, se va engrandeciendo hasta que llega, de nueva cuenta, el momento en que se presenta otro primer momento de reconocimiento de problema.
En la discusión entran en juego las formas de concebir el mundo: de manera racional o irracional. Quienes defienden los argumentos están en el primer caso. Aquellos que se dejan dominar por el sentimiento y la emoción quedan inscritos en el segundo. Ninguno más o menos válido que el otro. Ambas maneras de enfrentar el mundo que nos rodea son perfectamente válidas, en virtud de que los seres humanos no son entes puestos en el vacío. Todos cargan con un bagaje que los hace emocionalmente únicos: cada cual tuvo una infancia diferente (a pesar de ser miembros de una misma familia); estudios distintos, carácter y personalidad intransferibles. La única excepción ética en torno a concebir el mundo es si existe desprecio o ataque hacia el otro.
Se forman, entonces, gracias a esta manera de concebir el mundo, racional o irracionalmente, tendencias en torno a la opinión pública. Cuando en cualesquiera de estas formas de observarlo aparecen los estereotipos, la opinión pública comienza a operar en un sentido o en otro. Los estereotipos establecen etiquetas de lo que está bien o está mal. Si a una persona que viste de una manera determinada se le etiqueta por parecer tal o cual tipo de persona, comienza a operar el estereotipo.
Hay quienes no se acomodan
con las formas de ser o de actuar de los demás y echan a andar una maquinaria con respecto a las formas en que se debe vestir, hablar o conducirse con “propiedad” en una sociedad.
Cada sociedad maneja sus propios estereotipos, y cada época particular. Así, lo que fue deseable en la época victoriana para un gran número de integrantes de esa sociedad, en ese tiempo, cambió cuando a alguien y luego a muchos más les pareció que aquello debía dejar de operar.
La opinión pública retrata la de un grupo de personas sostenida por un determinado momento. Reconocer los cambios en cada época se vuelve un ejercicio, a más de
interesante, apasionante. ¿Cuántas cosas han cambiado en la sociedad y son producto de esa importante decisión de aquellas generaciones que un día decidieron romper con los estereotipos?
Se escucha decir que vivimos
en un parteaguas de la historia. En realidad, cada momento de ella ha representado tan diversos e interesantes quiebres, cuando empieza una y otra vez, cuando se renuevan, las distintas etapas de ese fenómeno tan interesante como lo es la opinión pública en la que interviene la
gente común, la esfera pública gubernamental, los medios de comunicación.
Un fenómeno que se renueva y que vuelve fascinante la vida en sociedad.