Con Claudia Sheinbaum, ¿se acabaron los abrazos?
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El pasado martes, 8 de octubre, la Presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, presentó lo que será su Estrategia Nacional de Seguridad. Tras sendos anuncios y reformas que le precedieron, parece recorrer el camino trazado por sus antecesores: buenas intenciones y militarización para combatir la criminalidad.
Me llamó la atención que asoman también ciertos destellos de independencia, que pudieran imprimir un sello propio y distintivo a su administración respecto de la de López Obrador. Será cuestión de ver si va en serio o es un acto de mera publicidad.
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La Presidenta anunció cuatro ejes: 1) Atención a las causas. 2) Consolidación de la Guardia Nacional. 3) Fortalecimiento de la inteligencia e Investigación mediante la creación de un nuevo Sistema Nacional de Inteligencia, y 4) Coordinación con las entidades federativas.
El secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, resaltó además tres objetivos principales para la construcción de la paz: 1) Disminuir la incidencia delictiva, principalmente los homicidios dolosos y la extorsión, 2) Neutralizar a los generadores de la violencia y redes criminales y 3) Fortalecer las capacidades de prevención y proximidad social de las policías locales.
Para quienes llevamos varios sexenios dando seguimiento a la cosa pública, todo esto pareciera un refrito y en muchos sentidos lo es. Consolidar la Guardia Nacional suena mucho al deseo sexenal de contar con una policía nacional eficiente. La pregunta perenne suele ser, ¿de dónde reclutar su personal? Hoy por hoy, la respuesta es, las Fuerzas Armadas, ya no queda duda.
Las últimas veces que se anunció con bombo y platillo la creación de un aparato de inteligencia e investigación fue primero con Fox y su Agencia Federal de Investigación, dependiente de la Procuraduría General de República, y después con Calderón, desde la Secretaría de Seguridad Pública. En ambas ocasiones, Genaro García Luna fue quien encabezó el proyecto.
Da gusto que se proponga regresar a la coordinación con los estados y municipios, aunque parezca un refrito de sexenios anteriores. No hay policía más cercana a la ciudadanía que la municipal y es en su jurisdicción donde más crímenes se cometen. La prevención mediante la proximidad social como un trabajo de las policías locales constituye un gran avance, un reconocimiento a algo que fue abandonado por completo en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Llevarlo a buen puerto implica comenzar de nuevo, una vez más, y en muchos sentidos, en particular en todo lo relacionado con la capacitación de las policías municipales.
Pero hay otro objetivo, le buscaron una formulación tan burocrática y larga que pareciera querer disimular la intención de esconder o escamotear su significado. Me refiero a la primera parte del tercer objetivo, cito: “la neutralización de los generadores de la violencia y redes criminales”.
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En buen español, “neutralizar a generadores de la violencia” significa todo lo contrario de “abrazos y no balazos”. ¿Será esa la intención de la presidenta Sheinbaum?, ¿será esta su única salida? Para mayor confusión, la Presidenta se apresuró a aclarar: “No va a regresar la guerra contra el narco de Calderón. No buscamos ejecuciones extrajudiciales, que era lo que ocurría”.
El Estado mexicano, no cabe duda de ello, ha perdido presencia, terreno y soberanía en porciones del territorio nacional. El secretario de Seguridad parece tener la voz cantante sobre el tema. Es el nuevo superpolicía, colocando al Ejército y la Marina en un plano secundario, al menos en el frente mediático. Llámele como le llame la Presidenta, todo indica que se quiere neutralizar o enfrentar a los generadores de la violencia o el crimen organizado. Todo indica que se acabaron los abrazos, ahora veremos qué pasa con los balazos.