Confesión en primera clase
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Por Fernanda López Quiz
Buenas tardes a todos. Me da enorme gusto ver tantas caras en la iglesia. Conocidas o no, eso no importa. Estoy cansado de sólo mirar barrigas de aeronaves o puntos verdes en el radar. ¿Me interesa su fe? Tampoco. Fui invitado para dar una conferencia en este lugar y no, no es porque yo sea un sacerdote aviador o un capitán muy religioso. Ni tan santo como para ocupar el púlpito en lugar del padre aquí presente y darles un sermón sobre respetar a las azafatas en pleno vuelo.
Si lo piensan bien, tiene sentido que yo venga hoy con ustedes, en la casa de dios. Comúnmente estoy de metiche en su patio. ¿A poco no? Paso más horas mirando el cielo que a mi esposa. Incluso podría conocer más de arriba que el mismo Papa. No, mentira, señor cura. No se levante. Es la modorra. La misa de gallo no es lo mío. Espero que hayan traído café, porque mi cerebro todavía está en modo lunes por la mañana.
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En fin, como dije antes, hoy hablaré de un tema para muchos inalcanzable. El cielo es un lugar de tránsito, de vacaciones o de trabajo. Para mí, es la oficina. Un cubículo muy particular con vistas panorámicas y clientes que viajan a cientos de kilómetros por hora. Ah, por cierto, mi ojo está en todas partes y, si estás dentro de mi radio, vigilo todo en HD. Ni los ángeles de la guarda tienen esta tecnología. Por cierto, hablando de voyeristas, soy igual de mirón que cualquier astrónomo, ¿eh? Así que cuidado con que su equipaje tenga algo raro.
Entre mis funciones están la contención y prever accidentes; pero si un avión se sale del mapa o la ruta de regreso, ya no es mi problema. Ahí sí que le toca intervenir al de arriba.
—¿Acaso se refiere a Dios? —dijo un parroquiano.
No, hablo de mi jefe. No me paga lo suficiente, sino sí le echaba la mano con ese problemón.
La vida es curiosa. Mientras ustedes vienen a la iglesia y se quedan tranquilos rezando por un buen día, yo entro a mi hábitat, que está más alto que el campanario, y me siento en una silla frente al micrófono a decir cosas como: “Vuelo 325, mantenga altitud, no se baje todavía, que aquí no hay lugar para estacionarse”. A veces me siento como cura en misa. Todos me contestan en coro: recibido, torre.
Se preguntarán con qué autoridad doy órdenes y, peor todavía, por qué ellos me obedecen. Bueno, pese a mis 1.65 metros, soy la vigía de esta atalaya; soy el Napoleón de la táctica aérea.
Disculpen, hacer plática también es parte del oficio y, cuando descubrí que era bueno, ahora lo hago para ganarme la vida; aun así, lo más difícil de mi trabajo no son los aviones, sino los pilotos nerviosos. Siempre me dicen: ¿puedo aterrizar ya? Cálmate, le digo, respira un poco y ahora que estás más cerca del Padre celestial, encomiéndate a Él, porque aquí todavía no hay espacio. Eso lo digo para que se despierte el capitán. Un buen susto entre chiste y en serio es mejor narcótico que cualquier cafeína.
Eso sí, en la torre aprendí que Dios me dio el don de organizar el cielo. No hago milagros, pero evito que dos aviones se den “El beso de Judas” allá arriba. Y sí, mis hermanos de tierra firme, me dijeron que esta conferencia debía ser motivacional, que inspirara fe; sin embargo, yo sólo sé transmitir calma, porque, si un piloto se desespera y no obedece, el que me aterriza a mí es el jefe.
Pero ¿saben qué es más difícil que organizar el tráfico aéreo? Ordenar la circulación afuera del templo después de misa a mediodía. Cuando llegué primero, vi esos coches en doble o triple fila, y pensé: Aquí también se necesita una cabina de control y quizá un rosario por adelantado. No vaya a ser que por culpa de un choque se haga la carambola... En fin, reporte la falta de semáforo, padre, o le instalamos una torre como la mía. Aunque le juro que, con tanto pitido y mentada a esa hora, la de Babel le quedará chica a la suya.
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Ok. Me he desviado bastante. En conclusión, hermanos: el cielo sí es mi oficina y puedo confirmar que arriba hay sitio para todos. Bueno, menos cuando llegan diez vuelos juntos y sólo tengo una pista libre... Ni San Pedro quisiera lidiar con este dilema.
Ahora sí, pueden ir en paz, la conferencia ha terminado; y si quieren ir al cielo, vayan con nosotros... Esperen, eso sonó mal. O sea, en nuestra aerolínea no hemos tenido accidentes, ¿eh? Quise invitarlos a viajar con nosotros, pero no al más allá... Mejor me callo. Gracias.
FERNANDA LIZETH LÓPEZ QUIZ (Saltillo, 2009). Estudiante del CBTa No. 22 por la carrera de Técnico en Servicios de hospedaje, es una persona creativa y positiva; le gustan mucho las películas de Harry Potter y es amante de escuchar cualquier tipo de género musical. Su mayor pasión es el baile folclórico, estar en la banda de guerra y crear sus propias historias. Su tema favorito es el suspenso. Le gustaría formar parte de la siguiente Tamalera, revista escolar del taller literario de su plantel.