Contaminación: San José y sus ríos olvidados

Opinión
/ 7 febrero 2025

Resulta sorprendente nuestra disposición para destruir los que recorren nuestras urbes. Si aceptamos su importancia, ¿por qué no hacemos de su cuidado una costumbre?

Llegué hace casi cinco semanas a San José, Costa Rica. Estoy en mis últimos días aquí. Mi primera impresión sobre la limpieza de la ciudad −en términos generales− se sostiene, aunque con ciertas reservas, porque en mis largas caminatas he encontrado sitios donde la realidad es distinta. Sin embargo, hay algo que me ha impactado de manera muy negativa en relación con la disposición de los desechos sólidos: toda la basura que no se observa en la vía pública, parece haber terminado en los ríos.

San José está atravesada por cuatro ríos principales: María Aguilar, Ocloro, Tiribí y Torres. Aunque no son muy anchos, basta con observar la ciudad en Google Earth para identificar por dónde fluyen, incluso sin conocer sus nombres. Desde el aire, sus cauces se distinguen como líneas verdes irregulares que recorren la urbe de este a oeste. Y estos no son los únicos cuerpos de agua que atraviesan el Valle Central costarricense. En realidad, es una tierra bendita por el agua, un recurso invaluable para quienes hemos pasado la mayor parte de nuestras vidas en zonas semidesérticas.

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Tal vez sea esa abundancia la que conduce al descuido. A lo largo de mis recorridos, he visto todo tipo de desechos en los ríos josefinos: neumáticos, ropa, plásticos, botellas y hasta colchones. Todo aquello que ya no se necesita parece lanzarse directamente al agua, como si se creyera que la corriente lo hará desaparecer para siempre. Pero no es así. Y harían bien en darse cuenta. Tal como la humanidad debería ya haber comprendido que sin ríos no hay ciudades.

Es un lugar común decir que las grandes civilizaciones surgieron y prosperaron a las orillas de los ríos. En la escuela nos hacían memorizar nombres como Tigris, Éufrates y Nilo, que aún resuenan en mi mente, aunque, como suele pasar con quienes me son contemporáneos, cada vez olvido más cosas. Pero la idea sigue clara: ni Mesopotamia ni Egipto fueron posibles sin sus ríos. Por eso resulta sorprendente nuestra disposición para destruir los que recorren nuestras urbes. Si aceptamos su importancia, ¿por qué no hacemos de su cuidado una costumbre?

El caso de San José es particularmente impactante. ¿Cómo es posible que una sociedad que ha logrado mantener relativamente limpias sus calles −he sido testigo de personas recogiendo basura del suelo que ellas no arrojaron− no consiga preservar sus ríos? Costa Rica es reconocida mundialmente por su compromiso con el medio ambiente; sin embargo, parece haber olvidado lo más esencial. De hecho, un estudio del Laboratorio Nacional de Aguas reveló que el 100 por ciento de los ríos en el Valle Central de Costa Rica están contaminados debido a descargas de aguas residuales y basura, lo que agrava el problema ambiental y afecta la biodiversidad.

En estos días, pensando en el fenómeno de la migración forzada, se me ocurrió que los gobiernos podrían invertir en emplear a migrantes en labores de restauración ambiental. Sería una inversión con beneficios a largo plazo para todos. Y, por supuesto, podrían empezar con los ríos, reconociendo que la vida depende del agua. No sólo la humana, sino la de todas las especies.

Sea como sea, lamento mucho que, entre los cientos de fotografías que tomé en San José, ninguna sea de sus ríos. No quise hacerlo por pena. Porque no me gusta difundir esa realidad. Porque no quiero que nadie más, gracias a mis fotos, piense que arrojar basura a un río es algo digno de ser imitado.

@migcrespo

migcrespo@hotmail.com

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