Correspondencias: ¿Qué pasa si dejamos morir lo gratuito?

Opinión
/ 9 febrero 2025

“Lo nuevo que viene empujando (...) se deshace de todo aquello cuyas preferencias no reconoce, cuyas ventajas no quiere utilizar más”.

Goethe.

Es curioso que, la palabra “relación” en su origen etimológico, provenga del latín relatio, formada con el prefijo re- el cual indica reiteración, además de la raíz lat- que quiere decir llevar algo y por último el sufijo -tio o -cion que es igual al verbo, es decir, a la acción y efecto, por lo tanto, significa: acción y efecto de llevar algo otra vez, traer de vuelta, restaurar, un informe, proposición. Cuando se realiza una relación entre conceptos, sujetos, espacios o cosas, se lleva conocimiento, se hace una conexión mental, un vínculo, un entrelazamiento.

Relaciones existen entre muchas y variadas cosas: vínculos entre personas principalmente, pero también entre disciplinas y conceptos o entre seres vivos y cosas, entre el presente y el pasado, entre las imágenes y su significado, entre la memoria y el olvido, porque todo lo que supone recuerdo está sujeto al olvido. Pero también, entre las acciones y lo que las motivan, entre el arquitecto y la arquitectura o entre el arte y el artista. Un ejemplo de esto, es la relación entre nuestro espacio construido y los individuos o los colectivos que los habitan, así como el vínculo que creamos entre individuos dentro de un espacio ya sea abierto o cerrado en un tiempo definido.

Hemos hablado aquí sobre este término denominado el tercer lugar en donde el espacio público, abierto o cerrado, es actor principal y cómo estos sitios promueven la interacción entre las personas, que deriva en el amor hacia un lugar. Definir el amor puede ser complejo, por lo que podemos describir diferentes tipos, por ejemplo, el más común que es el amor romántico, sin embargo, existe también el amor tóxico, el amor filial, el amor al trabajo, el amor al sitio donde nacimos, el amor a nuestras raíces o nuestra cultura. Decía entre bromas, un gran maestro: “el que habla de patrimonio, no quiere hablar de matrimonio” y viene a cuento porque el patrimonio construido, su conservación y cuidado así como su restauración (traer de vuelta), es un acto de amor a nuestras raíces y nuestra arquitectura histórica, visibilizarlo y darle el valor que ha perdido debido al paso del tiempo.

Lo cual nos lleva a preguntarnos, en esta era hiperdigitalizada e hipercomunicada, ¿cómo nos relacionamos con nuestro pasado en el presente? ¿cómo se relaciona el patrimonio construido con las nuevas tecnologías, las nuevas arquitecturas en un mismo espacio y a veces, en una misma fachada? ¿cómo se relaciona lo gratuito, los placeres inútiles, lo intangible, con nuestro presente y nuestro futuro? Porque como afirma Ordine: Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, solo seremos capaces de producir una colectiva enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida.

El día de hoy se relaciona el patrimonio con su potencial utilitario, debido a la rentabilidad económica que pueda obtenerse de este, sin embargo, al relacionar que algo no es útil, no sirve o no tiene valor material o económico, se convierte en una idea tergiversada del patrimonio, ya sea arquitectónico, histórico o cultural. El próximo fin de semana, se conmemora el Día del Amor y la Amistad, y más allá de la mercadotecnia y la publicidad, de las compras, los chocolates, los osos de peluche y las paletas, relacionemos: traigamos de vuelta la importancia de los vínculos entre las personas y sus lugares históricos, entre el valor de lo inútil -lo que no tiene beneficio económico- y habitar un mismo espacio, que nos salva del extravío y el naufragio.

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