Cuando el ponche hace efecto... (1 de 2)

Opinión
/ 15 diciembre 2025

Siguen esperando a un caudillo o a un nuevo mesías... cuando ya la historia y la experiencia nos enseñaron que los líderes carismáticos constituyen la ruta más corta hacia el desastre

Mi recomendación es que, en la medida de sus posibilidades, se recluya en casa como si estuviera a punto de caernos el invierno nuclear y decline toda invitación que le hagan para cualquier convivio, “reu” o posada.

Si esas son sus ganas, pero todavía es presa de los remordimientos, aquí le doy sin costo tres excusas infalibles:

– Me encantaría, pero tengo la graduación de mi perro.

– Fíjate que justo ese día me voy a morir por unas horas.

– ¡Ay, qué pena, pero esa noche mi hija le va a abrir un concierto a Dua Lipa y necesitará después todo mi apoyo emocional!

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Y no es que esté yo amargado, pero me resulta muy enfadoso cumplir con una agenda de compromisos con gente que hemos visto durante todo el año o, bien, con gente que no hemos visto y para lo cual hay seguramente una buena razón.

Además, es la temporada ideal para transmitirnos toda suerte de gérmenes y agentes patógenos (¡cielos, creo que sí soy bien amarguetas!).

Recuerde que los únicos indispensables en la Navidad son el pavo y el Niño Dios, y uno de los dos tampoco quiere asistir.

Ya si su presencia es de plano inexcusable porque es, digamos, el padre de familia y estaría mal visto que se pasara estas fechas con las cariñosas, sí le sugiero que evite los tres tópicos malditos de la conversación: política, futbol y religión. No porque le saque yo la vuelta a un buen agarrón etílico-dialéctico, que casi creo es mi deporte extremo favorito en el mundo, sino por la desilusión que me provocan algunos con su exposición de argumentos.

Y vamos que ni siquiera es que me las haya visto o me las tenga que ver yo con algún apologista del régimen. Por fortuna, en mi entorno familiar y círculo cercano somos todos gente de bien. Pero es que la decepción muchas veces llega de las propias personas que parecen militar en nuestro mismo bando, entre esa misma gente que percibe que las cosas no van todo lo bien que la Transformación presume en voz de su abanderada. Los aliados también son motivo de desencanto.

Concretamente, se discutía a la mesa hace unos días lo “insostenible” de la situación actual, sobre todo en lo concerniente a impunidad, corrupción, delincuencia e inseguridad. Uno podría hasta sentirse optimista y decir: “¡Wow! Parece que no soy el único preocupado por la deriva institucional en que navegamos”.

Pero la desilusión llega tan pronto se comienzan a barajar posibles soluciones. He ahí que podemos constatar lo inmaduros que aún somos políticamente hablando, pese a que muchos ya rondan la edad del retiro.

El primer mal indicio es cuando se preguntan “quién”: “¿Quién podría venir a solucionar el desgarriate nacional?”, sintomático de quienes siguen esperando a un caudillo o a un nuevo mesías, cuya mera voluntad nos logre encarrilar, cuando ya la historia y la experiencia nos enseñaron que los líderes carismáticos constituyen la ruta más corta hacia el desastre.

De allí que cobren su relevancia los partidos políticos, por más que nos tengan hasta la madre las siglas de antaño, PRI y PAN; las fuerzas vigentes, como Morena y PT; las emergentes, como MC; o las migajeras, como el PVEM (¿estoy olvidando alguna?).

El mejor candidato que podamos soñar no va a llegar muy lejos sin un partido político que lo respalde, una organización política acreditada para recibir una partida presupuestal y financiar una campaña, con una estructura además que le garantice al menos cierta representación parlamentaria.

Los partidos son la encarnación del mal, sí, pero un mal necesario. Si usted está anhelando por un caudillo que sea la encarnación de su hartazgo y que venga a destruir el sistema de partidos... ¡Felicidades! AMLO ya casi le cumplió su deseo y vea nomás cómo estamos: ¡al borde de una dictadura de partido único!

La respuesta no está en repudiar a los partidos políticos, sino en abrazarlos.... Ya sé, por más contraintuitivo que esto resulte. Se trata de militar en ellos, de involucrarse, de adscribirse, de participar, de buscar tener voz y voto en las candidaturas, en las votaciones parlamentarias y de pelear –desde dentro– porque se deje de brindar protección a reconocidos delincuentes.

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De nada sirve vociferar que el PRI ya sólo es el botín del hampón Alito Moreno. Los partidos son entidades públicas que reciben importantes partidas presupuestales. Si están manejados por maleantes es porque se los permitimos, pero están a la espera de que los reclame la ciudadanía y, créame, va a ser la única manera.

¿No suena para nada atractivo, verdad? Se antoja largo e incierto... Es mucho más seductor aguardar por la siguiente esperanza de México... Sea quien sea. Pero que alguien más se encargue. Ya si nos decepciona, no será la primera vez.

Escuché otro par de disparates en la última cena prenavideña a la que asistí, pero los veremos en la próxima entrega para dosificarlos.

Mientras tanto, cuídese de los contagios, que la superinfluenza nos respira ya en la nuca, mídase con las calorías y diga no a los intercambios de regalos.

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