Cuatro años

Opinión
/ 30 octubre 2022
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Para que el programa de Pueblos Mágicos se fortalezca se requiere una mediación que permita una gobernanza que incluya a ciudadanos y legisladores

La alegría es una sensación poco usual, pero confieso que estoy muy alegre porque ayer participé en una fiesta cívica en Bustamante, Nuevo León, que ayer cumplió cuatro años con el distintivo como Pueblo Mágico. Un grupo de jóvenes al mando de Hiram Bernal, de la Secretaría de Medio Ambiente estatal, llegó ayer temprano para colaborar en la plantación de 100 árboles de dos metros de altura de las variedades anacua, ébano y encino roble en la orilla norte de la avenida que conecta con la calle General Mier, uno de los accesos al pueblo y que en tiempos virreinales fuera llamada la “Calle de en medio” porque dividía el asentamiento de los tlaxcaltecas del de los alazapas, además era el sitio desde donde la población se defendía de los ataques de apaches y de otros grupos tribales.

En esa avenida ya existen nogales criollos de gran belleza que le dan sombra a los viajeros y ahora los nuevos árboles, cuando crezcan, seguramente en menos de diez años, ofrecerán también sombra formando un arco vegetal con los nogales, enmarcando las sierras de Gomas y Morena.

En esta plantación de árboles participaron también el alcalde, secretario y tesorero municipal con palas, haciendo el conjunto de autoridades y ciudadanos un ejercicio armónico. Mi hijo mayor con su esposa y su pequeña hija se esforzaron y plantaron un par de árboles. Su hijo bebé, desde una carriola junto a su abuela −mi esposa−, atestiguó esta acción que fue el inicio de la celebración de este aniversario.

Más tarde hubo una mesa de diálogo en el Museo de la Memoria Viva en la que se habló del poder de la mediación para una buena gobernanza. Había autoridades, invitados y miembros del Comité Ciudadano del Pueblo Mágico de Bustamante.

Señalé que un tema generador para promover que se tuviera el distintivo fueron las tres centurias que estaba por cumplir la presencia de “El Señor de Tlaxcala” en el pueblo, ya que este Santo Cristo desde 1715 ha presidido la vida religiosa católica de los pobladores, así que desde el 2013 comenzó a trabajarse desde un grupo de ciudadanos el sueño de alcanzar la denominación del programa que la Sectur creó en 2001.

La gobernanza que permitió la colonización de San Miguel de Aguayo de la Nueva Tlaxcala a partir de 1686 −los tlaxcaltecas fundadores se apoyaron de frailes franciscanos y de un capitán de indios para lograr su cometido− es la misma gobernanza que se requiere en los pueblos y ciudades organizados para ofertar sus productos turísticos en México.

En San Miguel de Aguayo los tlaxcaltecas tuvieron que desarrollar una mediación para convencer a los alazapas de ser cristianizados. Tiempo después, en 1765, lograron detener a los criollos de un pueblo vecino que querían apropiarse de sus tierras y aguas, gracias a que mediaron con el mismísimo Carlos III.

Para que el programa de Pueblos Mágicos se fortalezca se requiere una mediación que permita una gobernanza que incluya a ciudadanos y legisladores.

Hoy además de celebrar el cuarto aniversario de Bustamante con el distintivo de Pueblo Mágico, celebro que el diputado coahuilense Jericó Abramo Masso logró que la Comisión de Turismo que preside en la Cámara de Diputados aprobara su opinión al Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal 2023 del Ramo 23 para reasignar mil 358 millones de pesos a los Pueblos Mágicos, con lo que habría 10 millones de pesos para cada uno de los 132 existentes.

Aún falta la aprobación en el pleno y luego la aprobación en el Senado de la República. Espero que la sana gobernanza entre los poderes ejecutivo y legislativo, así como la confluencia ciudadana permitan que el diputado Jericó Abramo logre su propósito.

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