Cuidado al medio ambiente es una labor de todos
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Hablar de cuidado al medio ambiente es casi una obligación en estos tiempos. Y no es para menos, pues últimamente los seres humanos, con la torpeza que nos caracteriza, hemos decidido destruir el planeta en que vivimos. La falta de conciencia ecológica ha causado grandes daños y si no actuamos a tiempo, la vida futura será más dura aún que durante el gobierno de López Obrador.
Para ser sincero tengo una idea mediocre de lo que es la ecología. Sé que esta disciplina científica va más allá del cuidado de los animalitos o de plantar árboles por todos lados. Los científicos dicen que la ecología trata de las relaciones entre los organismos y su ambiente pasado, presente y futuro.
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Hace falta que nuestros gobernantes, a través de los funcionarios pertinentes, nos expliquen qué es la ecología y qué medidas tomar para el cuidado del medio ambiente. Así lo han hecho las autoridades en diversas ocasiones, dando consejos de cómo fomentar las prácticas ecológicas en el hogar.
La conservación de nuestro planeta es una responsabilidad de todos. Sin embargo, no creo que el agujero en la capa de ozono haya sido provocado por quienes no separan de la basura los envases de vidrio, las latas de aluminio u otros productos reciclables.
No soy de las personas que acusan al Gobierno de ser el responsable de todos nuestros males. Pero en el caso ecológico no se puede negar que las autoridades han contribuido a la degradación del medio ambiente. El Gobierno es quien aprueba la instalación de tal o cual industria, sin fijarse, muchas veces en lo contaminante que puede ser. El Gobierno es el encargado de penalizar los daños al medio ambiente que muchas veces pasan desapercibidos. El Gobierno es el encargado de evitar que los vehículos contaminen. El Gobierno debe prevenir los incendios forestales mediante una campaña de conciencia y, sobre todo, con un equipo capaz de apagar hasta el fuego de un recién casado. El Gobierno debe evitar manejos corruptos en la elaboración de una obra o en la aprobación de desarrollos de vivienda u hoteles que afecten selvas, manglares, bosques o manantiales de agua.
Es increìble, pero dos de los proyectos “transformadores” de Andrés Lòpez han significado un grave atentado contra la naturaleza. Uno de ellos es el tren Maya, por cuya construcción se han talado indiscriminadamente millones de árboles y plantas, y se ha afectado a yacimientos de agua y a decenas de cenotes y vestigios precolombinos.
Por otro lado está la refinería de Dos Bocas, por cuya instalación se destruyeron decenas de hectáreas de manglar. El capricho presidencial de construirla en su estado natal, provocará que las aguas de ríos y mar se contaminen irremediablemente, y que tan sólo las emisiones de CO2 en 20 años de operación calculada, equivaldrían a talar aproximadamente 183 millones de árboles. Es triste siquiera pensarlo, pero por esta causa Tabasco dejará de ser un edén y millones de personas de la zona sufrirán graves consecuencias en su salud.
Aplaudo cualquier esfuerzo para promover el cuidado del medio ambiente, sin embargo el propio gobierno debería predicar con el ejemplo. AMLO siente un desprecio profundo contra todo lo que se interponga ante su voluntad, y en este caso, la devastación será mayúscula ante el capricho y ambición de un solo hombre.
En los últimos años, nuestros gobernantes en Coahuila han dado un impulso al medio ambiente instalando plantas tratadoras de aguas residuales en distintos municipios del norte del Estado, fomentaron la instalación de parques eólicos y de celdas solares para acumular energía. Por si fuera poco, frente a la negativa del gobierno federal, han insistido en la explotación de yacimientos de gas natural, combustible que es mucho más limpio en comparación a la gasolina, el carbón o el combustóleo.
Aquí entre nos, Saltillo y Torreón son las ciudades con mayores índices de contaminación en Coahuila. La mala calidad del aire ocasionada por el tráfico, la gran actividad industrial, los incendios forestales, las pedreras, los establos de ganado lechero de LALA y Peñoles, son sólo algunos de los problemas ambientales más severos en las dos ciudades más importantes de Coahuila, aunque en los últimos días hemos visto que la nube negra que arroja la vieja refinería de Cadereyta ha nublado nuestro cielo provocando daños no sólo en Nuevo León.
Sin embargo los ciudadanos somos en gran medida responsables al bloquear los arroyos con basura, colchones o llantas. Encima de ello, no existe entre muchos de nosotros la cultura de la separación de la basura o del reciclaje.
Según estudios científicos, una lata de aluminio tarda en descomponerse más de 200 años, un envase plástico hasta 400 años, un neumático más de 500 años. De esta manera, resultan alarmantes las consecuencias que se tienen por arrojar en la calle una simple bolsa de plástico.
Por eso, autoridades y ciudadanos debemos luchar diariamente por mantener limpio nuestro entorno. Con ello, conseguiremos una mejor calidad de vida. Asimismo, deben establecerse medidas coercitivas más fuertes para todo aquel que muestre su desprecio a nuestra naturaleza.
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