Culiacán, ¿quién es el dueño, el Estado o el crimen?
La médula del enfrentamiento entre “mayitos” y “chapitos” está plasmada en una frase que circuló por las redes sociales: “Culiacán tiene dueño”. La causa de nuestra desventura es que ningún gobernante la ha desmentido.
Los criminales se saben y se sienten empoderados. En los años ochenta del siglo pasado los grandes capos aceptaban a regañadientes el poder del gobierno central, pero los gobernadores y alcaldes respetaban sus intereses.
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En 1986 la federación encarceló a los sinaloenses que encabezaban el Cártel de Guadalajara. En Sinaloa, Francisco Labastida iniciaba su campaña para la gubernatura. Los narcotraficantes le lanzaron como advertencia 30 balazos a su coche estacionado. El entonces gobernador Antonio Toledo Corro le pidió no preocuparse; él mandaría a reparar su coche. Le pedía de favor no hablar “con la prensa para que no trascendiera”. Labastida guardó silencio (Óscar Balderas, Milenio, 27 de agosto de 2024). El presidente Miguel de la Madrid también enmudeció.
Hoy el poder criminal ha crecido tanto que los criminales ignoran las inocuas peroratas presidenciales o la llegada de soldados (ya van casi 4 mil en Culiacán). Sus destacamentos siguen transitando por las avenidas y supercarreteras como si el Estado no existiera. Las redes sociales neutralizan la negación de los últimos siete presidentes, de modo que ya no funciona.
El Presidente, el gobernador y el comandante de la Tercera Región Militar se contradicen al abordar el enfrentamiento entre “mayitos” y “chapitos”: decían que “es un asunto de ellos” y que la situación está “controlada”, para luego solicitar a la población que no salieran de sus casas y cancelaron la parte pública de la ceremonia del Grito de Independencia, atrincherados en el palacio de gobierno. El general termina aceptando que “la paz depende de ellos”, de las organizaciones criminales. Urgen cambios.
La nueva Presidenta ya anunció que replicará en otras ciudades la estrategia de seguridad que llevó a cabo en la capital cuando era jefa de Gobierno. ¿Es viable hacerlo en Culiacán? El asunto tiene muchas vetas, pero me centro en la participación ciudadana en la capital del país y en Culiacán. En ambas ciudades hay medios independientes que informan a una ciudadanía que reacciona de manera diferente.
En la CDMX ha habido una mayor disposición a protestar contra la inseguridad. En 2004 una multitud se vistió de blanco, dos años después Alejandro Martí increpó a la clase política diciéndoles “si no pueden, renuncien” (no pudieron, pero tampoco renunciaron); en 2011 Javier Sicilia encabezó una gigantesca marcha y desde 2014 se repiten las manifestaciones por Ayotzinapa.
En Culiacán, en cambio, existen organizaciones de todo tipo, pero están dispersas y las protestas se diluyen por la escasa participación colectiva. Hay indicios de que la ciudadanía está acostumbrada a cohabitar con los criminales.
En 2014 colaboré con Raúl Benítez Manaut, presidente del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia (Casede) en la aplicación de una encuesta de opinión para medir la actitud ciudadana hacia el gobierno y organizaciones criminales en una docena de ciudades. En Culiacán y Ahome las respuestas mostraban la aceptación de dos gobiernos: el encabezado por el gobernador y los alcaldes, y el de las organizaciones criminales.
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¿Modificará la actual guerra estas actitudes? El Noroeste, entre otros medios, tienen columnas de opinión muy combativas y la Cámara de Comercio de Culiacán asegura que “no podemos permanecer indiferentes ni ser espectadores pasivos ante la crisis que enfrentamos”. Ayudaría que la presidenta Sheinbaum dejara a un lado la negación tan habitual de los presidentes. No se puede combatir a un enemigo cuya existencia se niega.
Del posicionamiento que adopte dependerá la creciente beligerancia de la élite política estadounidense. La actual comisionada de la DEA, Anne Milgram, ha insistido ante su congreso que los cárteles de Sinaloa y Jalisco son una amenaza a la seguridad estadounidense. Una postura asumida también por quienes aspiran a la presidencia de Estados Unidos.
Esta historia continuará. Por ahora Culiacán y un buen número de ciudades confirman la tesis de Benjamin Smith y Tim Long: México tiene un Estado dual que, añado, tiene algunas zonas fallidas. Asumámoslo y pongámosle un freno.
Colaboraron Sebastián Rodríguez y Vianey Gutiérrez