De tiendas y tenderos; un recorrido de oficios por el antiguo Saltillo
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Diré ahora quiénes eran y qué vendían algunos comerciantes de Saltillo en el año del señor de 1899.
Vendían sombreros don Martín Tamayo y la señora viuda de Palafox.
Don Francisco Balderas tenía papelería y tienda de artículos para escritorio en “La Antigua Perla Fronteriza”.
Don Juan Woessner, don Gabriel Flores y don Zeferino Garza comerciaban en maderas.
Don Juan Talamás y don Ramón Mellado era dueños de mercerías.
Vendían muebles don Clemente Sieber, don Manuel Zepeda y don Juan Hayes.
Don Adolfo Deutz y los señores Machin y Dillon, que pusieron el primer sistema de agua y drenaje que hubo en la ciudad, expendían e instalaban artículos de plomería.
Fabricaban o vendían rebozos, prenda entonces de uso muy frecuente, y obligado siempre en las mujeres del pueblo, los señores Feliciano Groués, Antonio Espinosa, Juan Morales, Gabriel Cárdenas, Valentín Marcos y Ramón Báez.
Fueron las relojerías establecimiento principalmente de italianos. A ellos debe nuestra ciudad casas comerciales de gran prestigio y noble tradición. El apellido De Nigris es en esta ciudad sinónimo de seriedad tanto en el ramo de la relojería como en el de joyería. Don Domingo de Nigris fundó su negociación en la 3a. calle de Allende, y en esa casa tienen su origen otros comercios que para fortuna de los saltillenses existen todavía en nuestra ciudad, y con los cuales están ligados muchos de nuestros recuerdos.
Otros relojeros y joyeros muy conocidos en el Saltillo antiguo fueron don Hipólitio Carmona, don Liborio Bonelli, el señor Leavati, don Augusto Nicklaus (quien fue maestro de toda una generación de relojeros) y don Vicente Nocedal.
Tuvieron zapaterías en 1900 don Francisco T. Rodríguez, fundador y patriarca de uno de los comercios más antiguos y de más prestigio en Saltillo. Dueños también de zapaterías fueron don Juan Aguilera, don José Cabello, don Rómulo Morales, don Evaristo M. Aguirre, don Luis Rodríguez (bondadoso anciano que en su zapatería de la calle de Aldama, todavía en los años cincuenta, hacía primores de talabartero que más que de artesanía eran verdaderos objetos de arte); don Tiburcio Santis, don Amauri A. Sepúlveda y don Jerónimo Siller.
Zapaterías y zapateros han tenido en Saltillo muy honda raíz. Zapatero remendón fue el famoso “Caifas”, gran aficionado a la fiesta taurina, que en la puerta de su taller tenía puesto un letrero contundente: “En tarde de toros ni tacones pongo, y pago porque no me ocupen”. Era el Caifas el gritón más famoso de Saltillo, ciudad que los ha tenido siempre en abundancia y más que buenos. Cuando la peña taurina saltillense iba a los toros en Monterrey y entraba en la plaza, la brava porra regiomontana gritaba entre agresiva y zumbona:
-¡Ya llegaron, hijos del Santo Cristo!
Y respondía “El Caifas” con su enorme vozarrón:
-¡Siquiera hijos de macho, no como ustedes, jijos de la Virgen del Roble!
Y añadía ya que se había apagado el estruendo de las carcajadas:
-Aquí venimos, a pedirles la mano de la Purísima pa´l Patrón.
En sus labios aquellas demasías no sonaban a herética blasfemia, sino a sana picardía llena del más recio y puro sabor de pueblo.