De trastadas y cercos en Coahuila
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Aun cuando se han estado haciendo algunos ajustes en dependencias... quedan verdaderas sanguijuelas del ‘dame y dame’, que refieren precisamente el compromiso con personajes del pasado que se aferran de manera imponente
Según la ley física, a cada acción corresponde una reacción con la misma fuerza. Lo mismo sucede en la política, sobre todo en la comarca ranchera en la que nos tocó vivir.
La sucesión de Coahuila fue tejiéndose cuatro años atrás, preparando al candidato, quien tuvo en la alcaldía de Saltillo su prueba de fuego. El arribo a la dependencia solamente fue la cereza del pastel.
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También todo este tiempo transcurrió con una serie de amarres y compromisos con la nomenclatura coahuilense, que veía en el joven precandidato una amenaza, precisamente por la posibilidad del arribo de una nueva generación que trascendiera a dos más de las acostumbradas en cada sexenio, en donde la regla fue respetar las diversas regiones del estado acudiendo a los gurúes de la política de cada una de ellas (recordemos la pérdida de Torreón por varios años al no consultar el PRI a don Braulio Fernández Aguirre, para mayor recordatorio).
Ya sentado en la silla de Palacio Rosa, Manolo tuvo que asentir ante la imposición de funcionarios en el Poder Ejecutivo; antes le habían señalado a los candidatos a las alcaldías y al Congreso del Estado (o centro de alabanza) y terminó con la designación de las planillas del Poder Judicial, donde los exgobernadores hermanos impusieron a la mayoría de los magistrados, incluyendo “juececillos balaceras”.
Aun con ello, se da la casualidad de la existencia de un cerco por parte de la nomenclatura, que fue muy cuidadosa al rodear al novel gobernante, no sólo con los funcionarios de los que se da cuenta, sino a través del control de medios de comunicación, principalmente de radio, con la compra de compañías por parte de exfuncionarios del gobierno de la dupla. Como quien se compra una pistola y la muestra a cada rato.
Son los tiempos tempranos de una advertencia lanzada por un grupo de poder que se aferra, con sus desgastadas y sanguinarias garras, a la punta del barandal sobre el abismo del desprestigio y la condena.
De la astucia del gobernante dependerá el futuro de muchas decisiones sobre candidaturas a las alcaldías, diputaciones locales y federales, ya que por lo que hace a obras, le dejaron las arcas vacías y sin posibilidades mayores a la inauguración de un Oxxo o la entrega de despensas y útiles escolares.
El trabuco del segundo piso de Palacio, aun cuando es un político hábil, se está desgastando ante tanto misil enviado, siendo las encuestas sobre las alcaldías (de últimas fechas y fuera de lugar) las armas que ese grupo de poder ha venido utilizando en una guerra con fuego amigo. ¡Haya cosa!
Aun cuando se han estado haciendo algunos ajustes en dependencias como la SEDU, en donde se deshicieron de gente de Carlitos M, aún quedan verdaderas sanguijuelas del “dame y dame”, reflejo de compromisos con personajes del pasado que se aferran de manera imponente, como la experta en “artes del mapacheo” que despacha en la dirección jurídica o la exsecretaria de “festejos”, directora de una institución educativa.
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Quien de plano se subió al ladrillo y se mareó fue el recientemente electo por la vía “democrática” como magistrado, Miguel Mery, quien se aventó la diarrea mental de un Poder Judicial cercano al pueblo a través de giras, como las que hacían varios políticos, a fin de conocer la imagen del Poder Judicial, lo cual da muestra de la modorra e ignorancia del funcionario, a quien no le bastaron seis años de función para darse cuenta de las trapacerías de sus subordinados.
Pero no sólo ello, sino que en recientes declaraciones Mery señaló que pedirá al Poder Ejecutivo federal (sí, federal) que le asignen recursos para hacer frente a los gastos del Poder Judicial. Señor magistrado: basta darse una vueltecita por los juzgados para darse cuenta del exceso de personal en oficinas: ujieres, mandaderos y “ve y tráeme”, que pululan en las mismas. Amén de que no hemos sabido del avance de las investigaciones para recuperar los 160 millones de pesos, más intereses, que se bailaron y a los que les hicieron “tango, tango tabaré”. Y como la canción, “del dinero y de Camelia, nunca más se supo nada”. Ahí está su lana, compañero.
En estos días de agosto de tanta lluvia se antoja el refrán ranchero: “Cuando se anegan los campos, salen las ratas”. Amén.