De vuelta a ‘El planeta de los simios’

Opinión
/ 31 enero 2024

El planeta de los simios”, antes de las sagas cinematográficas, fue una novela del francés Pierre Boulle publicada en 1963. Por el tema es evidente que se le catalogue dentro de la ciencia ficción, pero sus raíces están fuertemente ancladas en la sátira. La obra se disfruta y padece al mismo tiempo; lo primero por su narrativa ágil y entretenida, lo segundo por su crítica profunda a la esencia humana. Quizá por esto me pareció un libro cercano a “Los viajes de Gulliver” de Jonathan Swift, en especial al “Viaje al país de los Houyhnhnms”, en donde Gulliver conoce a unos seres perfectos, empáticos y nobles con apariencia de caballos. En ese país existían también los yahoos, humanos “salvajes”, corruptos y repugnantes. Al regresar a casa, Gulliver termina tan afectado que siente desagrado ante sus semejantes y acaba loco en un establo hablando con caballos. En la novela de Boulle, los viajeros descubren un planeta muy parecido a la Tierra, a la que llaman “Soror” (significa hermana). La diferencia es que allá los humanos no hablan y viven como animales, mientras los simios son la especie “inteligente y dominante”.

La estructura de “El planeta de los simios” es la de un cuento echado en botella al mar, literalmente. En la primera escena conocemos a dos viajeros espaciales, Jinn y Phyllis, que vacacionan entre los astros. De pronto ven un curioso objeto y deciden atraparlo. Es, en efecto, la botella con el relato dentro. Un detalle algo romántico, pues en la era de los viajes interestelares, ¡aún se usaban las botellas de vidrio y el papel! La ciencia ficción de Boulle no es dura. Es decir, no trata de explicarnos las cuestiones tecnológicas ni intenta convencernos con precisiones científicas, sino que apunta más hacia lo fantástico.

Gracias a la lectura que hacen Jinn y Phyllis nos adentramos en la historia. El narrador es el periodista Ulises Mérou, quien viaja en una nave hacia la estrella Betelgeuse junto al profesor Antelle, científico erudito, y el aprendiz Arturo Levain. Otro miembro de la tripulación es Héctor, un chimpancé. Ya desde los nombres entrevemos la intención. Ulises, viajero legendario, es el héroe de La Odisea, obra cumbre de la tradición griega. Héctor es el héroe de los troyanos en La Ilíada, y pierde ante Aquiles porque éste es un semidios y él tan solo un hombre. Quizá por ello el Héctor de Boulle es el primer tripulante en morir. Al llegar a “Soror”, los personajes se encuentran con una mujer hermosa a la que llaman “Nova”, pero ella no habla y muestra una inteligencia muy limitada. Luego inicia una cacería: los simios, cargados de armas, disparan y persiguen a los humanos. Se toman fotografías pisando los cuerpos y exhibiéndolos como trofeos. La escena, en un principio, horroriza por la crueldad. Después, horroriza más porque es algo que los hombres, en la Tierra, hacen con los animales.

Ulises es capturado junto con Nova y otros para hacer experimentos científicos en un laboratorio. Durante toda la novela surgen los dilemas filosóficos: ¿Qué nos hace humanos? ¿Nova es una persona? ¿Los simios inteligentes, como Zira y Cornelius, son personas y tienen alma? ¿Si otros seres de la naturaleza hablaran serían personas? ¿Las personas son buenas? El planeta de los simios está gobernado por un triunvirato que representa los tres grupos: gorilas, chimpancés y orangutanes. Como sátira, cada uno representa los grupos de poder en la Tierra: el económico, el intelectual y el de la fuerza. A su vez, los simios en la novela son un espejo de aquello que consideramos humano: la inteligencia, la tecnología, la crueldad, el egoísmo, la comunidad. Vernos en ellos resulta inquietante. Los conceptos de animalidad y racionalidad se tambalean, justo como le pasó a Gulliver en su último viaje. Este libro, como sucede en la ciencia ficción, tiene dos caras: la historia distópica de aventuras y la crítica mordaz a una época que aspiraba a conquistar las estrellas, en medio de una crisis humanitaria de posguerra y destrucción.

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