Del neoliberalismo al humanismo: un viraje histórico en la lucha contra la pobreza y en el debate sobre los modelos económicos de México
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Vemos el tránsito del Estado neoliberal que empobrece al Estado de bienestar que dignifica
El informe de pobreza 2024 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) refleja un hito histórico: la pobreza en México pasó de 41.9 a 29.6 por ciento de la población y la pobreza extrema de 7 a 5.3 por ciento, lo que implica que 13.4 millones de personas salieron de la pobreza entre 2018 y 2024. Esta reducción en un sexenio —la mayor en la historia desde que se realiza el registro— invita a evaluar las visiones económicas y políticas que han moldeado al país desde el gobierno. Más que un ejercicio triunfalista, se requiere un análisis riguroso que reconozca logros, limite las distorsiones y trace el camino hacia la consolidación de derechos sociales.
En la trayectoria histórica de los últimos sexenios, vemos que el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) simbolizó la puesta en marcha del paradigma neoliberal. La apertura comercial mediante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), las privatizaciones y la desregulación financiera buscaron un crecimiento sustentado en la competitividad. La pobreza al finalizar de su mandato se estimaba en 52.4 por ciento de la población. Aunque se aplicó el programa Solidaridad, el énfasis estuvo en la liberalización; el salario mínimo perdió poder adquisitivo y no se promovió una política redistributiva.
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Luego el error de diciembre de 1994, en el sexenio de Ernesto Zedillo, provocó una crisis cambiaria que disparó la pobreza. Para entonces el indicador subió de 52.4 por ciento a 53.6 por ciento. Zedillo combinó austeridad para restablecer la estabilidad macroeconómica con el programa Progresa, precursor de Oportunidades, buscando compensar a los más vulnerables. Sin embargo, la prioridad de la consolidación fiscal redujo la capacidad redistributiva.
Durante los gobiernos panistas (Vicente Fox, 2000-2006 y Felipe Calderón, 2006-2012), el discurso modernizador mantuvo la orientación neoliberal. Fox heredó una tasa de pobreza de 53.6 por ciento y la redujo a 42.9 por ciento, en parte gracias a una mejor coyuntura económica internacional y al fortalecimiento de Oportunidades. Aun así, se resistió a elevar el salario mínimo y la inserción laboral permaneció precaria. Calderón enfrentó la crisis financiera de 2008; la pobreza volvió a subir a 45.5 por ciento. Su enfoque concentró recursos en seguridad y mantuvo la política focalizada; tampoco hubo un replanteamiento de la estructura salarial.
Con Enrique Peña Nieto (2012-2018) se impulsaron reformas estructurales. Aunque reactivaron la inversión, la pobreza sólo bajó de 45.5 a 41.9 por ciento (51.9 millones de personas). El programa Prospera preservó la orientación focalizada y se mantuvo la política de contención salarial. Esta moderada reducción evidencia que el crecimiento sin redistribución no basta para abatir la pobreza.
El viraje político llegó con Andrés Manuel López Obrador (2018-2024) y su proyecto de “economía moral”. El gobierno aumentó el salario mínimo en un 116.4 por ciento real, otorgó pensiones universales para adultos mayores y becas para estudiantes, y dio prioridad a la inversión pública en infraestructura y programas regionales. El resultado es un descenso de 41.9 a 29.6 por ciento en el índice de pobreza —lo que significa que 13.4 millones de mexicanos dejaron de ser pobres, de ellos 1.7 millones abandonaron la pobreza extrema—. Este logro rompe con tres décadas de estancamiento neoliberal y demanda un análisis serio de las causas.
¿Qué explica la reducción? Primero es importante señalar que el informe de Inegi muestra que la disminución de la pobreza es multidimensional. La pobreza es más que ingreso: es exclusión de derechos. Según la metodología utilizada para la medición, la pobreza considera el ingreso de los hogares y el acceso a derechos como educación, salud, seguridad social, vivienda y alimentación. Entonces, ¿qué factores explican la disminución del índice? Un argumento recurrente atribuye el avance a los programas sociales.
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Las transferencias directas y las pensiones, junto con las remesas históricas, han reforzado el ingreso de los hogares. Sin embargo, analistas como Viri Ríos muestran que entre 70 y 73 por ciento de la disminución de la pobreza obedece al aumento del ingreso laboral. El incremento del salario mínimo no sólo elevó el ingreso de los trabajadores formales, sino que presionó al alza los salarios del sector informal y rural. De hecho, la encuesta de ingresos y gastos de los hogares (ENIGH) señala que el ingreso laboral aumentó 15.7 por ciento real entre 2022 y 2024, mientras que el ingreso por transferencias creció 7.6 por ciento.
Sin las transferencias gubernamentales la pobreza en 2024 habría sido 32.8 por ciento, no 29.6 por ciento, y la pobreza extrema habría sido 6.9 por ciento en lugar de 5.3 por ciento. Esta brecha de tres puntos porcentuales evidencia que los programas sociales son necesarios, pero el motor principal provino de mejores ingresos laborales y un mercado laboral menos rezagado. Al mismo tiempo, la paridad macroeconómica (inflación moderada y estabilidad cambiaria), la recuperación pospandemia y las remesas récord generaron un entorno favorable que permitió que los aumentos salariales no se diluyeran en precios.
En síntesis. Por un lado, AMLO cumplió: dijo primero los pobres y ahí están sus resultados. Por otro, vemos el tránsito del Estado neoliberal que empobrece al Estado de bienestar que dignifica. Con la presidenta Claudia Sheinbaum, México tiene ante sí la oportunidad de avanzar aún más y consolidar el modelo humanista con una política social de largo plazo basada en derechos.