Dinero, fama y poder, lo mueve realmente al ser humano

Opinión
/ 2 marzo 2025

Ser temido; ahí está la clave del poder, lo más importante es aparentar fuerza, que es justamente lo que ha ocurrido a un mes de la llegada de Trump al poder

Como ya lo habíamos comentado en otro momento, posterior a Aristóteles, no hay nadie que nos haya dicho –aunque hay quienes le llaman de otra forma– que el sentido de la vida humana o el fin último al que aspiramos o tendemos es la felicidad. Y para conseguirla se requieren medios. En ese sentido hay que distinguir, diría el estagirita, el fin de los medios. En cuanto a los medios los distingue de dos formas: Los bienes internos –los ideales, las convicciones, los valores, las actitudes, en fin– y los bienes externos –fama, prestigio, poder, riqueza–, junto con todo lo que de ellos se derive.

Como bien lo sabemos, para el discípulo de Platón no hay ambages. Hablamos, por tanto, de que en esta perspectiva filosófica e inmutable la felicidad se consigue a través de las aspiraciones más nobles que alberga el corazón humano –por determinar alegóricamente un sitio– y los recursos que la persona consiga o procure para vivir. Si falta alguno de los dos, malo el cuento.

TE PUEDE INTERESAR: La ley y la responsabilidad preceden al mercado

Claro, desde siempre se ha pensado, y se quedó por práctica, que el dinero, la fama, el prestigio y el poder le daba sentido y felicidad a la vida, pues el hombre es ambicioso por naturaleza; de ahí que a lo largo del tiempo y desde que el hombre es hombre, el deseo de poder ha sido lo que mueve al ser humano. Un deseo de poder que se da a partir del dinero y la posesión de bienes –aunque el poder puede manifestarse por otras rutas– porque en el ser humano hay un deseo irrefrenable de poder (cfr. Hobbes en el “Leviatán”).

De ahí la lucha de todos contra todos. Y la existencia de lo que hoy llaman el óptimo de Pareto (90/10), que lo conforma la existencia de la pobreza, la desigualdad, el cambio climático, las guerras, el intervencionismo, el autoritarismo, las grandes hambrunas provocadas, las enfermedades inducidas, la discriminación en todas sus formas, el terrorismo, los bajísimos salarios, el cierre de puertas a migrantes y la exclusión en sus múltiples y variadas formas.

Como afirmaba Tucídides en la “Historia de la Guerra del Peloponeso”, las pasiones son el motor de la acción en la historia humana. ¿Sabía que en este momento hay 53 conflictos armados activos? ¿Ha oído hablar de la economía de guerra? ¿No me diga que en algún momento pensó que Estados Unidos de América había apoyado con 350 millones de dólares a Ucrania porque era parte de la Congregación de las Hermanas de la Caridad? Ahí tiene, hoy requieren –en voz de su líder– el dinero del apoyo a cambio de las “tierras raras”, tierras que asegurarán el poder y el dinero a quienes hoy representan en el mundo la encarnación por antonomasia de la búsqueda del poder y del dinero o del poder que da el dinero; porque justamente las relaciones internacionales son relaciones de poder.

Cada actor debe medir su poder, pues el derecho sólo impera entre los iguales, por eso cada actor tiene que medir su poder. Le recuerdo, eso era lo que recomendaba Maquiavelo (1516): ser temido. Ahí está la clave del poder: lo más importante es aparentar fuerza, que es justamente lo que ha ocurrido a un mes de la llegada de Trump al poder. Fuerza que se manifiesta a través de un discurso prepotente, impositivo, excluyente, burlón, bravucón y pendenciero; porque cuando hay que ser cruel, hay que serlo (cfr. Maquiavelo).

La ley surge como parte del contrato que una sociedad hace para vivir bien (Rousseau), como garante del equilibrio de una sociedad –local o mundial–, pero esta ley sólo se da entre iguales. Iguales que los Estados Unidos, Rusia o China. Por eso para Ucrania, Palestina, Panamá, Canadá, México o quien quiera que se le atraviese al presidente norteamericano y no juegue en las mismas ligas, no hay trato de iguales. Por eso aparecen frases como las que vamos escuchando porque el dinero y el poder moderan las pasiones. Otros también lo habían hecho, pero el descaro y el cinismo hoy son la marca de la casa.

En el caso de Ucrania, ¿quiénes deciden su futuro? ¿Los propios ucranianos, su propio Congreso y su presidente? De ningún modo, quienes tienen el umbral del poder. Por eso el tipo y el nivel del discurso. ¿Qué tiene que estar haciendo Estados Unidos y su presidente participando de forma activa en la repartición de los territorios raros ucranianos junto con Rusia? Eso simplemente, midiendo poder, porque eso no sólo está en la naturaleza del ser humano, sino en la naturaleza del norteamericano (claro, del ruso y, en unos días más, de forma evidente en el líder chino).

TE PUEDE INTERESAR: Bronca de Trump a Zelenski muestra límites de aliados occidentales para influir en el líder de EU

Y así, quienes en mayor o en menor proporción buscamos más los bienes externos que los internos, no nos hemos dado cuenta de que, en definitiva, lo que estamos haciendo es poner en riesgo el pequeño microcosmos en el que vivimos o el planeta en el que nos movemos. La pretensión del Génesis, aquello de “seréis como dioses”, sigue vigente a la fecha en los seres humanos que muestran músculo porque para ellos lo más importante es el poder y la gloria.

¿Qué es lo que quieren los grandes líderes mundiales que juegan a los dados con la humanidad entera en los territorios donde la tragedia complica la vida humana? Eso justamente, reconocimiento, poder y gloria. Con 6 mil 100 millones de dólares en su cartera, según Forbes, y en la búsqueda de más, ¿cree que en algún momento le interesaron sus connacionales o la comunidad internacional? Y en ese microcosmos en el que usted vive, ¿qué es lo que le interesa? Así las cosas.

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM