Dudas razonables

Opinión
/ 14 septiembre 2022
true

La credibilidad de las instituciones está por los suelos: Gobiernos, Iglesia, periodistas, hasta la OMS fue puesta en entredicho durante la reciente pandemia de Covid. ¡Cómo! ¿No se acuerda que tuvimos una pandemia?

En contraste, influencers, charlatanes, y estafadores cuentan sus adeptos e incondicionales por millares. Parece que entre más deshonestos y embusteros, mayor es el éxito que alcanzan.

No vamos a señalar hoy aquí ningún ejemplo en particular de los unos o de los otros. Lo menciono sólo porque ello explica por qué la gente se ha vuelto tan escéptica y recelosa, lo cual no es necesariamente malo. La duda no es en sí el problema, ni siquiera la ignorancia, sino ésta última en combinación con la certeza, la absoluta seguridad de que sabemos, cuando en realidad sabemos tan poco como el vecino y quizás menos sobre cualquier tema.

Hace unos días nuestra ciudad, Saltillo, se cimbró, literal y noticiosamente, con un hecho inusual: Una explosión registrada en una vivienda que prácticamente se pulverizó con el estallido dejó un saldo de tres personas muertas y daños materiales en 170 viviendas a la redonda, por no mencionar heridos y secuelas post traumáticas.

Las especulaciones comenzaron cuando se dio a conocer que los moradores de esta vivienda eran agentes ministeriales, escoltas del Fiscal General del Estado de Coahuila; y crecieron con la versión preliminar y última que ofrecieron peritos y autoridades: Una explosión ocasionada por una acumulación de gas doméstico.

Los buenos saltillenses comenzaron a lanzar suspicacias y a formular preguntas a nadie en concreto, a través de las redes sociales. Y aunque se les tildó de opinólogos expertos en nada por atreverse a poner en entredicho las declaraciones oficiales, considero muy legítimo y hasta saludable externar todas nuestras inquietudes, no así hacer afirmaciones categóricas cuando no somos expertos en la materia, pero sí hacer patentes nuestras más razonables dudas. Como que se trata de un asunto de elemental seguridad pública. Y es muy válido querer saber si es factible que una eventual fuga en la estufa del vecino puede hacer volar con todo en un radio de 500 metros. Por cierto... ¿Lo es?

Esa fue la primera duda que asaltó a la ciudadanía: ¿Es habitual que una concentración de gas provoque este perímetro de destrucción o sería éste un caso anómalo?

¿Es habitual que los domicilios queden reducidos a una pila escombros luego de este tipo de percances? ¿Qué acaso la presión no se libera principalmente por las ventanas y puertas?

Son preguntas y manifiesto yo mi más supina ignorancia en materia de explosivos y construcción.

Pero desde luego que el oficio de quienes perdieron la vida levantó también sospechas y más intranquilidad adicionales. Siendo agentes ministeriales, se especuló la posibilidad de que estuviesen manipulando algún tipo de explosivo o fuesen víctimas de un ataque.

Sí, son dudas aparentemente sacadas de la manga o de algún otro lugar recóndito, pero un ciudadano tendría el más completo derecho a saber qué tan a merced estamos de un atentado de esta magnitud o de qué otra forma pudieron encontrar la muerte varios servidores públicos.

La reconstrucción de hechos no deja de meter ruido. De acuerdo con las investigaciones e incluso con los dictámenes forenses, dos de los agentes murieron aplastados por el derrumbe y uno más por quemaduras internas por aspirar los que llamamos “el flamazo” y sería éste quien trató de manipular la estufa en una casa repleta de gas.

Nos están diciendo entonces que la acumulación de gas fue suficiente para volar toda la casa y causar daños en un radio de medio kilómetro, pero no lo bastante para intoxicar a las víctimas en el piso de arriba y ni siquiera bastó el gas para disuadir a uno de los hoy occisos de encender una flama, ya por mero sentido común.

Bueno, como dijo Carlos Monsiváis, o ya no entendí lo que estaba pasando, o ya pasó lo que estaba entendiendo. Pero reitero mi total incompetencia e ignorancia en estos menesteres. Si entre los lectores hay alguien con una opinión más autorizada, por favor, ilumínenos.

Ahora, como en el caso de los mineros coahuilenses fallecidos en El Pinabete, es necesario saber sobre quién recae la responsabilidad y debe hacerse cargo de las indemnizaciones, porque una rápida intervención del Gobierno, aunque sea en favor de los afectados, no deja de tener un tufo a carpetazo.

Me sumo a los ciudadanos que necesitan desahogar algunas dudas y una de éstas es saber si se debemos plantear nuestras inquietudes a la compañía de gas, a la constructora inmobiliaria o a la autoridad.

Tenemos una versión oficial y estoy de acuerdo, pero le recuerdo que tenemos un Gobierno (gobiernos) históricamente acostumbrado al monólogo, al soliloquio. Nunca hay un real diálogo con los ciudadanos, eligen a discreción y conveniencia los medios con los que conversarán, así que no deja de haber buenas razones para dudar de todo, hasta de la duda misma.

Por si fuera poco, nuestros Gobiernos tienen la costumbre de minimizar cualquier crisis, ya sea por no provocar pánico en la población o por no dañar su imagen, sobre todo esto último.

Pero décadas de ésta práctica han terminado por socavar por completo la credibilidad de quienes deberían precisamente despejarnos todas las interrogantes; darnos certidumbres, no desde una arrogancia paternalista, sino desde la transparencia y desde un real esfuerzo por recuperar nuestra confianza perdida entre su maraña de mentiras y corrupción.

Temas



Columna: Nación Petatiux

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM