Ecos del 8M: La prevención situacional en ciudades latinoamericanas

La transformación que demandan nuestras ciudades para ser más seguras, particularmente para las mujeres, precisa de una gran empatía por parte de quienes diseñan sus espacios
Entre las principales circunstancias que provocan la inseguridad que viven las mujeres en una ciudad se encuentra el diseño de sus espacios. Un mal diseño puede convertirles en lugares que favorecen conductas que atentan contra la integridad de las mujeres.
Una de las propuestas que estudian este tema es la prevención situacional, que busca lograr la reducción de las oportunidades para la comisión de delitos, desde la modificación del espacio físico vinculado a las dinámicas sociales que en él se manifiestan.
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La propuesta sostiene que el delito depende no sólo de la motivación de una persona para cometerlo, sino también de las oportunidades que el lugar genera. Es decir, las características físicas de un sitio tienen el potencial de detonar conductas delictivas.
Lo anterior se apoya en distintas teorías. Una de ellas establece que un delincuente decide actuar a partir de un análisis de relación costo-beneficio, es decir, si el riesgo de captura o de sanciones severas supera el beneficio, la intención se ve limitada.
Otra propone que deben coincidir tres circunstancias para que un delito ocurra: alguien con una fuerte motivación a cometer un delito, una víctima vulnerable y la ausencia de quienes al ver la situación puedan intervenir para ayudar de alguna forma a la víctima.
De acuerdo con lo anterior, un lugar con baja afluencia de personas, mal iluminado, sin oportunidades de escape para una potencial víctima y que genere en el delincuente la confianza de salirse con la suya, será uno de alto riesgo, en particular para las mujeres.
Sin embargo, las soluciones que comenzaron a adoptarse con éxito en el marco de esta teoría en países anglosajones, trataron de “importarse” a ciudades latinoamericanas, cuyas dinámicas, cultura e idiosincrasia hacen inviable su mera repetición.
Al respecto, Alejandra Luneke, socióloga chilena especializada en estudios urbanos y seguridad, hace una crítica sobre ello en el sentido de que la adopción de esos modelos exóticos carece de una adaptación adecuada a las particularidades de nuestra región.
Por ejemplo, en el contexto británico, la propuesta pasa desapercibidos factores como la desigualdad, la exclusión social y la violencia crónica, que son centrales en países de Latinoamérica para entender la inseguridad en la región.
Asimismo critica que el enfoque de las acciones sea sobre el síntoma y no en las causas, es decir, se centre en la reducción de las oportunidades delictivas dejando de lado las causas del delito, como la pobreza y la falta de oportunidades.
También señala que las prácticas de prevención situacional consistentes en el aislamiento de zonas residenciales, a manera de fraccionamientos cerrados, transforman los espacios urbanos y dificultan la convivencia social, elemento básico de integración urbana.
Por otro lado, Alejandra Luneke sugiere que, para abordar la inseguridad de manera efectiva, es necesario complementar la prevención situacional con estrategias que aborden las distintas causas estructurales del delito.
En este sentido propone enfoques integrales de atención a conductas ilícitas, tendientes a combinar medidas de prevención situacional efectivas con políticas sociales que atiendan las desigualdades en todas sus dimensiones y favorezcan la inclusión social.
También considera imprescindible el fortalecimiento comunitario a partir de favorecer la cohesión social a través de dinámicas sociales que desarrollen la confianza entre sus habitantes, lo que genera importantes activos en la prevención y disuasión del delito.
Una de las estrategias más relevantes tiene que ver con la planificación urbana inclusiva. Esta consiste en diseñar espacios públicos completos y de calidad que favorezcan la interacción de todas las personas que habitan la ciudad, desde una perspectiva inclusiva.
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En este sentido, los ejercicios de diagnóstico y diseño participativo de estos lugares harían posible que el espacio público se diseñe considerando de manera sensible y efectiva las necesidades e intereses de las y los vecinos, garantizando su éxito.
La transformación que demandan nuestras ciudades para ser más seguras para todas y todos, particularmente para las mujeres, precisa de una gran empatía por parte de quienes diseñan sus espacios y generan las dinámicas que modelan la forma en que los aprovechamos.
La oportunidad de que nuestras ciudades se conviertan en espacios humanos, inclusivos, agradables y seguros está en nuestras manos. Pensar en ciudades para todas y todos es pensar en un futuro posible.
jruiz@imaginemoscs.org