El desafío de la literatura y la cultura impresa frente a las nuevas tecnologías
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La literatura nos permite comprender el entorno que nos rodea: el signo de los tiempos, la forma en que se relaciona la sociedad en una época y lugar determinados, el carácter de personajes de un momento en particular.
Gracias a ella podemos entrar en el mundo fascinante de épocas distintas a la nuestra y de nuestra propia época. Comprender las cualidades de un escenario, las diferencias entre uno y otro ser humano, sus impulsos, sus motivaciones, sus preocupaciones. Sus actuaciones.
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La modificación de la literatura viene de la mano con las mismas transformaciones de las sociedades. Producto de la imaginación de los autores, aun en la ficción encontramos el relato, el pensamiento o la reflexión de esos mismos escritores que nacieron en un momento brillante u oscuro.
Resulta de particular interés cómo la literatura hubo de adaptarse a los grandes cambios de la sociedad. Cómo se transformaron los lectores, cómo fueron siendo sus elecciones, sus gustos, y cómo la literatura fue, asimismo, haciendo cambios.
En un artículo de Jean Franco, leído hace un tiempo, la autora se dolía de que los practicantes de la literatura encontraban como mayor dificultad “interrumpir la seducción del consumismo”. Ya en los noventa, Jean Franco colocaba el dedo en la llaga. Citando a escritores chilenos decía que la tarea de un novelista es “poner por escrito algo refractario a los artículos de consumo, a los signos de comodidad”.
Teniendo a la televisión como la principal fuerza de consumo, la literatura se enfrentaba al hecho de que la gente se conformaba con las imágenes más que con las palabras. Que “el género literario logre captar el estado de ánimo de la época sin subordinarse a ella”, ser la crónica del momento actual, se convertía en un reto de grandes dimensiones.
La época negra, aludida por la misma Franco en aquel artículo “¿Qué queda de la intelligentsia?” de los años noventa del siglo 20, iba a durar de 25 a 50 años. ¿Qué la caracterizaría? La ausencia de un discurso común, en donde la gente actuaría de una manera ciega. Con la época negra se venía abajo la visión utópica de una importante parte de la intelectualidad literaria, cuyo principal medio, señala Franco, es la cultura impresa.
“Los intelectuales funcionaron como la conciencia crítica de la sociedad, la voz de los oprimidos, los maestros de generaciones futuras (...) Este prestigio debe entenderse en el contexto de sociedades con altos niveles de analfabetismo. Los intelectuales no sólo eran actores importantes en la esfera pública, sino también −por lo menos en la percepción pública− mediadores para las clases populares y defensores del cambio social”.
El texto de Franco es revelador. ¿En dónde radica ahora la conciencia crítica? ¿En qué campos se explota y se exhibe? La revolución habida en materia de tecnologías de la comunicación ha presentado retos en la forma de comunicarse, en los puentes de comunicación, en los contenidos de esa comunicación. ¿Cuál es el reto en la actualidad para los autores de la cultura impresa? Con Franco nos preguntamos: ¿persiste la sensación de disminución “en la importancia de la intelectualidad literaria y su desplazamiento del discurso público?”.
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La música y la imagen televisiva, añade, más que la palabra impresa, se han convertido en vehículos privilegiados para la exploración de la identidad latinoamericana y la naturaleza de la modernidad.
Entonces no estaba en el panorama la otra revolución: la que vendría con Internet. Los retos para la cultura impresa y la literatura están en gran medida determinados en las nuevas rutas que Internet propone en estos tiempos. Interesante cómo son hoy por hoy los caminos por los que andan la literatura y sus exponentes.