El Estado Palestino es condición para la paz
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La guerra en Gaza no inició el 7 de octubre de 2023 cuando el grupo armado Hamás incursionó en Israel con saldo de 1200 judíos muertos y más de 200 secuestrados.
La guerra árabe-israelí se generó en 1948 cuando se creó el Estado de Israel, la Nakba palestina (catástrofe, desastre) con más de un millón de desplazados.
A finales del siglo XIX el periodista austriaco-judío Theodor Hezerl propuso la creación del Estado israelí, lo cual Inglaterra impulsó en 1917 con la Declaración Balfour para “un hogar nacional para el pueblo judío”, desde ese tiempo inició la migración de judíos al extremo oriente del mar Mediterráneo.
Posterior al holocausto judío -6 millones de muertos en campos de concentración- provocado por los alemanes nazis antes y en plena segunda guerra mundial (también asesinaron a 3.3 millones de prisioneros soviéticos, 500 mil gitanos romaníes, más de 300 mil serbios, 300 mi discapacitados, 1,700 testigos de Jehová y una cifra indeterminada de miles de homosexuales).
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La recién creada Organización de las Naciones Unidas acordó por amplia mayoría la creación del Estado de Israel en su resolución 181 de 1947, estableciéndose éste en mayo de 1948 con 56% del territorio de la Palestina, 42% para los pobladores originarios y Jerusalén-Belén con administración internacional- ONU. Desde ese tiempo un territorio permanentemente en disputa con guerras, anexiones, asesinatos y demás tragedias “en el nombre de Dios”.
La compasión fue un factor para conceder la creación del Estado de Israel, pero también la influencia política y económica de poderosos potentados judíos.
Más que una raza, la comunidad judía es una religión milenaria -como otras en el mundo- con su cultura, tradiciones y perspectiva histórica que implica considerarse como “pueblo elegido” al que Dios, miles de años hace, les otorgó una tierra (en la cual ya habitaban tribus de caldeos, cananeos y, posteriormente, filisteos), de ahí el fanatismo y la permanente colonización de ese territorio y los continuos ataques armados a la población originaria, con secuela de miles de muertos en más de siete décadas.
El reciente y supuesto “acuerdo de Paz” impuesto por el engreído Donald Trump en Gaza sólo es un cese al fuego, tan frágil como las intenciones de suspender el genocidio por parte de Benjamín Netanyahu y sus secuaces en el gobierno nazi-fascista israelí, esto par algunas consideraciones.
No se establecen sanciones por crímenes de guerra contra el ejército israelí que ante los ojos del mundo han asesinado a niñas y niños, mujeres y adultos mayores, periodistas, médicos y enfermeras y personal de la ONU.
Los dos millones de gazatíes -arrinconados en ese territorio de 40 kilómetros de largo por 10.5 kilómetros promedio de ancho- nunca han tenido un ejército institucional que les proteja de ataques judíos, por lo que esta imposición implica la desaparición de Hamás (Movimiento de Resistencia Islámica) como grupo armado de defensa y la entrega de todo su armamento.
Aún hoy las fuerzas armadas genocidas contienen la entrada de ayuda humanitaria al devastado territorio y las fuerzas israelíes continúan, a pesar de la tregua, asesinado población palestina, inclusive en Cisjordania al norte de Israel.
Sin el gobierno de Hamás, que fue democráticamente electo, en la coacción gringo-judía no se establece una legítima autoridad administrativa y de seguridad en la franja.
En el supuesto “acuerdo” no se precisa la administración y reconstrucción del territorio gazatí, ni de los gobiernos involucrados de Egipto y Qatar.
La destrucción del hábitat y de la infraestructura productiva-comercial, educativa y de salud es de más del 80%, aparte de las áreas productivas agropecuarias, y se calcula que se requieren entre 50 y 70 mil millones de dólares para la reconstrucción que se extenderá mínimo por tres años, pero no se precisa de dónde surgirán las aportaciones económicas para tal efecto.
Lo más importante, como condición para una paz duradera es la creación del Estado Palestino ya reconocido mayoritariamente por la comunidad internacional, lo que Israel y Estados Unidos, cual colonizadores conquistadores, no aceptan, por tanto, la imposición es sólo una quimera imperial.
En el ámbito geopolítico y geoeconómico, la presencia estadounidense y europea en Medio Oriente es para contener la influencia de Rusia con sus aliados regionales, sobre todo Irán, y para boicotear la inversión pública y privada de la “nueva ruta de la seda” por parte de China, cuyo trayecto terrestre requiere el paso por esa región -así como del noreste europeo- hacia Europa y África.
El abastecimiento bélico de occidente al ejército sionista resulta demasiado caro (alrededor de 150 mil millones de dólares, según diversas fuentes), así se requiere ya una alto al fuego.
Tan lejos de México el conflicto, pero tan cerca de la economía, porque, tarde o temprano, la inestabilidad, afectará negativamente los precios de energéticos e impulsará volatilidad financiera, con efectos en variables macro, como inflación, tasa de interés, tipo de cambio, entre otras.
El conflicto en Gaza y en Medio Oriente no está resuelto. Las futuras generaciones del pueblo palestino nunca olvidarán su holocausto.
De víctimas a victimarios, Israel ahora tiene el sello histórico de “nación genocida”.