El intenso núcleo de la belleza

Opinión
/ 6 julio 2025

el acto de imaginar (...) es un acto mágico.

Es un encantamiento destinado a hacer que el objeto

del pensamiento, aquello que uno desea, aparezca en un

modo que permita que uno se apodere de ello”.

Jean Paul Sartre

Los poetas y compositores se valen de la palabra para expresar imágenes y sensaciones, sentimientos o estados de ánimo, sin embargo, otras disciplinas como la música o la arquitectura, la fotografía o al arte pictórico, utilizan otro tipo de lenguaje que, por medio de imágenes representan en su contexto un significado que evoca a su vez, sensaciones, sentimientos, memorias que conectan o no. En este sentido, la música y la arquitectura, si bien dos disciplinas muy distintas, comparten ciertas características que las hermanan, por ejemplo; que ambas tienen un lenguaje específico, el cual debe conocerse para poder interpretarse o construirse de manera que, el resultado de dicha interpretación corresponda al lenguaje plasmado en el papel. Roger Bartra en su ensayo “Ecos de la melancolía. Un viaje musical” relaciona un estado de ánimo como es la melancolía, de la cual ha escrito otros textos como: La jaula de la melancolía y La sangre y la tinta, entre otros. En este ensayo afirma que “la palabra melancolía se refiere a un estado de ánimo, a un carácter, a una dolencia mental y a un mito”. El autor afirma que, los que se dedican a crear música con regularidad acuden a las palabras para crear sus composiciones o para nombrar sus obras. Así pues, la palabra o el lenguaje nos proporciona la capacidad y el poder de definir o si no por lo menos ubicar algo: El nombre de la cosa define la cosa, como el nombre de la rosa define la rosa. O tal vez no la define, pero sí la ubica. Entonces, la arquitectura al ser un objeto tangible y permanente; tangible porque requiere de la experiencia corpórea para su funcionamiento o para su realización y permanente, porque su existencia se prolonga en el tiempo es también un lenguaje que se interpreta y que resuelve necesidades, físicas pero también espirituales por medio de símbolismos ligados a una memoria que evoca y también por medio de su tectonicidad, su materialidad, su relación con el exterior, el color, el aire o la luz.

Pero Bartra afirma que, al plasmar una emoción y comunicarla por medio de la música, el autor no siempre expresa algo que siente, sino que, es posible que el autor pretenda despertar esa emoción en quien lo escucha. Así pues, tal vez y sólo tal vez, se pueda separar al artista de su obra. Sin embargo, esta situación compleja y debatible nos da tema de conversación y nos permite tener al arte en cualquiera de sus diversas manifestaciones y lenguajes, como un medio para expresar o bien, para despertar al espectador. El título de esta entrega, refiere a uno de los capítulos de la película “El brutalista” porque como en ella, la arquitectura es un pretexto para un discurso mayor, porque las emociones, los sentimientos, la fealdad, la masividad o la belleza, encuentra en las artes el medio para comunicar melancolía, sufrimiento, poder, amor, esperanza, pero también para denunciar injusticias, desigualdades o que representa en sí misma la belleza o la destrucción de la historia de la humanidad en su paso por el mundo. No pretendo hablar de cine, sin embargo, más allá de la polémica sobre si la historia está basada en personajes reales o si muestra la arquitectura en su etapa del brutalismo de una manera fehaciente, mi intención es tratar de mostrar la arquitectura como un elemento que reúne, integra y denuncia, que puede tener un impacto significativo en quien la habita, en quien la contempla o la recorre, es una de las bellas artes y como tal, tiene la capacidad de comunicar sentimientos intensos, la musicalidad de un espacio que genera atmósferas, un medio donde se amalgaman eventos personales, catástrofes y cultura, un testigo de la historia que permanece pero que también se destruye y al desaparecer, desaparece con ella la emoción que evoca y la historia que cuenta.

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Arquitecta por la Universidad de Monterrey. Cursó la maestría en Arquitectura con especialidad en diseño y tecnología ambiental en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Coahuila, donde fue becaria del CONACYT y enfoca su investigación para la obtención del grado a los usos, aplicaciones y adaptaciones de la arquitectura vernácula a las nuevas demandas de la época actual. Es profesora investigadora con perfil PRODEP y coordinadora de posgrado en la Escuela de Artes Plásticas Prof. Rubén Herrera de la UA de C. Forma parte de la Academia de investigación, es miembro del comité de reforma curricular de ambas carreras, miembro del comité de la Maestría en Arte y Diseño, así como del Núcleo académico Básico del mismo programa, miembro del cuerpo académico “Expresión visual” de la licenciatura en Diseño Gráfico. Coordina la plataforma In Signia, sitio dedicado al estudio, promoción y preservación del patrimonio y los símbolos que conforman la identidad en su ciudad natal. Becaria del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) Coahuila en el año 2012 en el área de patrimonio y como creadora con trayectoria en 2021, coordinadora del libro Umbrales. El centro de Saltillo. Visiones desde la transdisciplina, donde además colabora con un capítulo, ganadora del premio de periodismo cultural Armando Fuentes Aguirre “Catón” emisión número 23 en categoría Prensa.

Formó parte del equipo de diseño del prototipo de vivienda sustentable propuesto por el CINVESTAV. Autora del capítulo “Apropiarse el territorio” en “Dimensiones del Espacio” libro editado por la UAdeC. Colaboradora en diversas revistas de divulgación a nivel nacional y regional como la Gazeta del Archivo Municipal de Saltillo. Es analista, gestora y asesora en temas de reglamentación urbana. Estudiante de Doctorado en Arquitectura y Urbanismo en la Facultad de Arquitectura de la misma universidad en donde desarrolla proyectos de investigación relacionados con el patrimonio, los imaginarios y emblemas simbólicos.

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