Desde el advenimiento de lo que hoy conocemos como la Primera Revolución Industrial, a finales del siglo 18, la tecnología se ubica en el centro de las grandes transformaciones que ha sufrido la sociedad humana. De la máquina de vapor al surgimiento de la inteligencia artificial, el fenómeno del “progreso” está ligado al desarrollo tecnológico.
En los casi dos siglos y medio transcurridos desde aquel momento iniciático un aspecto concreto del desarrollo tecnológico ha sido determinante en la historia de las sociedades modernas: la velocidad a la cual se suscitan los cambios empujados por el surgimiento de nuevas tecnologías.
Y a partir del advenimiento de la revolución informática la velocidad no ha hecho sino crecer, lo cual ha dado pie al surgimiento de un debate sobre los aspectos negativos del desarrollo cuyos efectos pueden advertirse -y medirse- en múltiples aspectos de la vida colectiva.
Una de las áreas en las cuales la revolución tecnológica tienen lecturas dicotómicas es la educación. Y es que, por un lado, la informática permite mejorar notablemente los modelos e instrumentos educativos y expandir su alcance pero, por el otro, puede afectar seriamente el desarrollo de las capacidades cognitivas de los niños y adolescentes.
Preocupa en nuestros días, en particular, el uso de dispositivos portátiles -tabletas electrónicas y teléfonos celulares sobre todo- con acceso a internet, pues aunque pueden ser aprovechados con fines educativos tienen un alto potencial distractor y de exposición a contenidos indeseables para los menores de edad.
Al respecto, el secretario de Educación de Coahuila, Emmanuel Garza Fishburn ha dicho que esta realidad “es parte de lo que se ha estado diagnosticando para poder llegar a las medidas generales que valdrá la pena implementar en todas las escuelas y comunidades educativas” con el propósito de regular el uso de este tipo de dispositivos.
En este sentido es indispensable decir que evitar los aspectos indeseables de la tecnología no es una responsabilidad exclusiva de las escuelas y de quienes en ella enseñan, sino sobre todo de los padres de familia, quienes debemos hacernos conscientes del perjuicio que el uso indiscriminado de tabletas y celulares puede generar en nuestros hijos.
La idea central que todos debemos adquirir es que el uso de estos dispositivos debe restringirse a propósitos educativos. El entretenimiento y la socialización a través de juegos deben ser actividades que se realicen, de preferencia, exclusivamente en el mundo real, por lo menos durante los primeros años de formación educativa.
No se trata de satanizar la tecnología pues son justamente los avances científicos y tecnológicos los que han permitido prosperar a nuestra especie haciéndonos vivir más años y en mejores condiciones de lo que lo hicieron nuestros antepasado hace apenas un siglo.
De lo que se trata de es de cobrar conciencia de que la tecnología también tienen un lado “oscuro” capaz de provocar perjuicios indeseables.