El regreso de Echeverría
El gobierno que encabezó Luis Echeverría Álvarez (1970 – 1976) fue la expresión cabal del populismo nacionalista. El control que ejercía el PRI era todavía absoluto, no cabía duda de ello, aunque el desgaste, las fisuras y fracturas en la clase política se contuvieran a fuerza de la rigidez vertical del sistema.
El impacto de su gobierno en la mente joven de Andrés Manuel López Obrador debió ser enorme. Acababa de cumplir 17 años cuando Echeverría asumió la Presidencia de la República. Dos años antes había tenido lugar la represión a los estudiantes en vísperas de los Juegos Olímpicos en que México fue anfitrión. Las fracturas internas, bajo la línea de flotación, no afectaron la aplastante imposición de Echeverría como Presidente.
Año y medio después se repitieron actos brutalmente represivos, el Jueves de Corpus en junio de 1971. La violencia, lo sabemos, es una señal de debilidad. Pero al igual que en 1968, aparentemente esa acción no afectó la solidez del régimen. Hoy, a toro pasado, sabemos que el sistema político mexicano empezó a hacer agua precisamente en 1968.
En 1976 tras seis años de múltiples errores atribuibles a la megalomanía populista de Echeverría, el PRI impuso su victoria más contundente: José López Portillo, secretario de Hacienda y compadre del presidente, contendió en solitario sin nadie que hiciera oposición al ungido por el dedazo presidencial.
Un provinciano Andrés Manuel llegó a la Ciudad de México en 1973 a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Sólo un convencido de las bondades del PRI habría podido pasar por sus aulas entre 1973 y 1976, sin perder su lealtad al régimen. Las heridas del 68 y del 71 seguían abiertas, de ellas nacerían algunos liderazgos importantes de la izquierda mexicana. Hubo quienes optaron por jugar con las reglas del sistema y quienes optaron por salirse del mismo. Andrés Manuel se alineó con el PRI de Echeverría. No se dejó influenciar por los jóvenes que enfrentaban al sistema sin más armas que su voz. Apostó por el PRI y por el Presidente, se afilió al partido, regresó a su tierra y no dejó de trabajar hasta que, en 2018, se convirtió en Presidente de la República.
Como sabemos no llegó a la Presidencia con el sello del PRI; sino con los colores de un joven movimiento que supo recoger los despojos de un PRI y un sistema desgastado por el ejercicio del poder, el fin de la Guerra Fría y las recurrentes crisis económicas. El nacionalismo populista y corrupto personificado en la figura de Echeverría se enfrentó al capitalismo globalizado, populista y corrupto personificado en la de Salinas de Gortari.
El desarrollo estabilizador, fórmula de gobierno del nacionalismo revolucionario (1929 – 1982), caló profundamente en el corazón del presidente López Obrador. Fue su primer ejemplo en la acción política, lo motivó a afiliarse al PRI y ser leal mientras éste se atuvo a estos lineamientos.
Luis Echeverría es el único expresidente vivo al que nunca hace referencia, lo excluyó de la consulta patito para definir si se juzgaba o no a los expresidentes. En el equipo lopezobradorista de gobierno menudean personajes que pertenecieron al ala nacionalista que dejó el PRI, cuando Salinas se hizo del poder.
En el fondo, LEA y AMLO se parecen mucho. Ambos muestran aversión a la técnica, a la ciencia y al intelecto. Todo y todos deben supeditarse a sus intuiciones. Raya en el patetismo el temor reverencial de sus subordinados. Ambos apelan a la unidad de América Latina y al principio de no intervención, cuando unidad y no intervención pueden resultar contradictorios. AMLO elogió a los gobiernos de Cuba y Venezuela y mandó a la última fila al flamante embajador de Estados Unidos durante el soleado desfile del 16 de septiembre. En política, dijo hace años Reyes Heroles: “la forma es fondo”.
Lo que aquel joven idealista parece olvidar es que su mentor, pese al discurso nacionalista, latinoamericanista y antiintervencionista, recibía un jugoso salario de parte de la CIA que le asignó un nombre en clave en su calidad de agente, desde el gobierno de Adolfo López Mateos, cuando Echeverría tan sólo era subsecretario de Gobernación de Díaz Ordaz. Así se detalla con amplitud en los archivos recientemente desclasificados en Estados Unidos. Así lo denunció un gran libro: “Nuestro Hombre en México:
Winston Scott y la Historia Oculta de la CIA (en México)”. El que con lobos anda, a aullar se enseña.
@chuyramirezr