El show debe continuar

Opinión
/ 24 agosto 2022
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El Presidente ha perdido todo sentido de la realidad. Asume que su poder es incontestado, mientras sus colaboradores le temen y acatan sus ocurrencias. Atajar los problemas que aquejan al país es secundario. El Presidente es el pueblo, su mesianismo es el que reina. La megalomanía echeverrista del cuarto año ha tomado el control de su persona y decisiones.

Este miércoles se cumplen veintiún días desde el siniestro en Agujita y seguimos sin noticias de los mineros atrapados. AMLO se hizo presente en la mina, no se sentó a escuchar a los familiares, sólo se tomó la foto de rigor y se marchó. Instruyó a los soldados para que se transformen en mineros, ¿por qué no?, si ya son aduanales, policías, albañiles, ambientalistas y banqueros, más lo que se sume esta semana.

Si se critican los nulos resultados en el rescate, AMLO achaca a los “conservadores”, a sus enemigos. “Fue Fox, el dio la concesión”, dijo López. ¿Importa que haya sido hace veinte años y que la concesión no es, no debe ser, patente de impunidad? Entre la concesión de una mina y su operación, median muchos trámites pero, en resumidas cuentas, sin comprador no hay nada, y el comprador final, lo sabemos, es la CFE. Se convoca a expertos internacionales en la materia pero no para ayudar en el rescate; sino para confirmar que las instrucciones del Presidente son acertadas. ¿De qué nos habla ello? De que no se trata de los mineros, de su tragedia, de sus familias; sino de la figura presidencial, de su narcisismo fuera de control.

Para no variar, el crimen organizado aterrorizó numerosas ciudades. Asesinó, incendió locales y puso a las autoridades locales contra la pared. La Alcaldesa de Tijuana pedía que no se metieran con el pueblo, “sólo con aquellas que les deban facturas”. El Presidente reaccionó como acostumbra: se trata de otro ataque de sus opositores. Que en realidad fue la semana más pacífica del sexenio. De nueva cuenta, no se trata de los ciudadanos, ni siquiera de los delincuentes; se trata de él, sólo de él, su vanidad y megalomanía fuera de todo control.

En otro frente, AMLO puso fin a la simulación. El anuncio cimbró a simpatizantes y adversarios por igual. La militarización del país va. La Guardia Nacional pasará a Defensa. No importa que la Constitución lo prohíba. No importa que la ONU, en voz de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, la expresidenta de Chile, Michelle Bachelet, le pida desistir de semejante barbaridad. Como no pudo tachar de conservadora a la hija de un general asesinado por Pinochet, optó por mandarle decir que no era cierto, que no hiciera caso, que no se preocupara. Negar hoy lo anunciado ayer con todas sus letras, al fin que estamos en plena “postverdad”.

Por eso se hizo necesario dar un golpe mediático: detener a Murillo Karam y liberar a Rosario Robles. Sin consideración alguna por los procedimientos del derecho penal, pues no se trata de un asunto de justicia; sino de instrumentalizar la justicia al servicio de la figura presidencial.

Así se explica la deficiente preparación de los representantes de la Fiscalía en el momento de llegar al domicilio de Murillo. El propio agente lo dijo a Murillo: “...una disculpa, es algo penoso...”. Murillo respondió: “no se preocupe, no es penoso, es político”. A ello siguió la reprimenda del juez de control del Reclusorio Norte, quien reclamó a los fiscales su incompetencia y desorden al presentar el caso. Ni siquiera conocían el expediente. La fiscal sólo pudo responder: “...una disculpa, no venía preparada con todos los tomos”.

Lo que está claro es que no se trata de dirimir si Rosario o Murillo son inocentes o culpables. Rosario permaneció tres años en prisión sin que haya empezado su juicio formalmente. Murillo está siendo acusado de un delito que no puede aplicársele, por el principio de no retroactividad, y porque para cometerlo necesitaba haber tenido control sobre alguna institución de fuerza pública armada en el municipio que gobernaban los Abarca, amigos de AMLO. Si los cargos por tortura tienen relación con los inculpados, ya en la FGR, qué bueno que lo detengan, pero habría que hacer fila, porque la tortura es deporte nacional y habría que inculpar a varios funcionarios actualmente en funciones y ratificados en sus puestos por Gertz Manero. A la edad que tiene Murillo, no veo cómo podría aplicar el tehuacanazo a un detenido. Si fue crimen de Estado como les gusta decir, habría que empezar con el entonces jefe del Estado Mexicano. Añado un dato escalofriante, resultado de las pesquisas por los 43 estudiantes desaparecidos: se han encontrado 245 cuerpos que no son de los estudiantes.

Bernardo León, pionero de la lucha por un mejor sistema de justicia penal en Mexico: “Lo que está de terror es el sistema que permite que esto suceda. ¿Cómo pueden ser detenidos sin acusación? ¿Cómo puedes perder tu libertad con un estándar probatorio tan bajo? Aunque te den la ‘carpeta’, ni ellos saben bien de qué te acusan, ni tú de qué te estás defendiendo”.

@chuyramirezr

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Columna: Regresando a las Fuentes

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