El sureste, en un hilo; se busca su desarrollo, pero ¿qué pasa con el medio ambiente?
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Las frituras, panadería embolsada a granel y refrescos embotellados llegan a todos los puntos geográficos del país. Es increíble que eso ocurra en las regiones más apartadas de Tabasco, donde no imaginas que puedan distribuirse este tipo de productos. Y de la misma manera llega la delincuencia organizada para introducir los estupefacientes que luego se distribuirán a menores de edad y jóvenes.
Hablando de productos a granel, la reciente escalada de Pueblos Mágicos −de 132 a 177− merece algunas reflexiones. Algunos de los Pueblos Mágicos desconocían que recibirían el distintivo; algunos lo sabían tanto que se encuentran organizando un evento especial para recibirlo por parte de alguna autoridad federal de turismo.
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Es un hecho que no fue una condición para los 45 nombramientos recientes de Pueblos Mágicos el que hubiera un comité ciudadano trabajando previamente para lograr el distintivo. No es malo del todo que en un santiamén se nombren casi la tercera parte de la cantidad que había, ya que se ponen en el mapa nuevos destinos turísticos, pero sí cuando en algunos de ellos no acuden turistas por la inseguridad prevaleciente.
Los que tienen años trabajando desde la trinchera ciudadana para desarrollar el Pueblo Mágico en el que residen, quisieran que se atendiera a los que ya había; pareciera que algunas designaciones fueron de carácter político, aunque hubo otras por decreto presidencial.
El programa Pueblos Mágicos de la Sectur ha sido exitoso, independientemente del grado de interés oficial y de los apoyos financieros que se reciban. Ciertamente, es algo bueno recibir el distintivo, pero lo delicado es que se diluya su exclusividad dado que es condición absoluta que el destino contenga riqueza patrimonial, es decir, características excepcionales.
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En el Sureste mexicano hay nuevos Pueblos Mágicos, algunos cercanos a la traza del Tren Maya. Al visitar recientemente Bacalar, en ocasión del Cuarto Foro de Pueblos Mágicos, se tuvo una batería de exposiciones, la mayoría de ellas del mayor interés; pero no hubo conclusiones. Se trataba de abordar el tema de la comercialización, pero se desdibujó un poco el propósito porque hubo actividades conexas que distrajeron a los participantes.
Estar en Bacalar, Quintana Roo, es un privilegio y me consta que su alcalde, José Alfredo Contreras, está trabajando para que no se inunde de embarcaciones la laguna de los siete colores. Pero eso no es suficiente. Los ecosistemas del territorio están vinculados de tal manera que algunas de las afectaciones que padecen en materia ambiental finalmente cobrarán factura a toda la región. El rellenar parte del Estero de Chac, para que pueda construirse un puente a través del cual pase la maquinaria que colocará pilotes para las vías del tren, es algo que estresa al ecosistema porque interrumpe el flujo hídrico entre el sistema lagunar de Bacalar y el de Othón P. Blanco. Estuve precisamente ahí hace unos días.
El asunto es que pueden verse afectados los estromatolitos que se ubican desde hace millones de años en la laguna. ¿Quién asumirá la defensa de la laguna?
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Y en los municipios de Tenosique y Balancán, Tabasco, los pobladores de las riberas de los ríos y habitantes en general desconocen lo que ocurrirá ya funcionando el Tren Maya. No están preparados, primero para encarar a los inversionistas que intentarán correrlos a billetazos; tampoco sabrían qué podrían ofrecer a los potenciales turistas. Sin educación permanecerá la brecha económica que intenta reducirse al desarrollar el emblemático proyecto de la 4T, mejor dicho, del tabasqueño presidente de la República. Me gustaría conocer comentarios de Xóchitl Gálvez al respecto del Tren Maya.