Ellos... y nosotros... ¿Cómo?

Opinión
/ 27 septiembre 2025

De las primeras cosas que guardo en mi memoria de los años escolares es a la maestra diciéndonos: “A ver niños, atentos, vamos a conjugar el verbo ser o estar”. Iniciaba el coro: Yo soy o estoy, tú eres o estás, él es o está, nosotros somos o estamos, ustedes son o están, ellos son o están. Y lo traigo a colación porque hoy día se ha vuelto consuetudinario hablar de ellos y nosotros, como si no se fuera habitante del mismo país. No me ciego, siempre ha existido ese eje conversacional, la histórica conciencia de clase, los de abajo, los de arriba y todo cuanto usted, que tan generosamente me lee, desee agregar, cuando se está empeñado en marcar diferencias, no obstante compartir el mismo espacio territorial, haber nacido en él, tener ascendencia y descendencia común, hablar la misma lengua, compartir tradiciones e historia, etc., etc., persiste la necedad.

En el ámbito político no es novedad alguna en todas las latitudes del mundo ver los bandazos de la derecha a la izquierda, o de la izquierda a la derecha. A nivel internacional tenemos el Brexit -la salida de Inglaterra de la Unión Europa-, en España, de la derecha a la izquierda, el auge de los movimientos ultra en el centro y el este de Europa. En Italia de la derecha a la izquierda, Salvini y ahora Meloni. En Estados Unidos, el tiempo de Obama, que se esforzó por no abusar del nosotros racial y le abrió la puerta a la derecha extrema del gritón que ahora tienen.

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La confrontación se ha hecho cotidiana. Los extremos van ganando terreno, se vive en medio de una gritería in crescendo, que confunde y radicaliza, los hechos y la percepción deambulan por sendas que no se encuentran, y es que cuando la emoción interviene se va distorsionando la realidad, una realidad alimentada por la multiplicidad de voces en la que se pierde la idea del bien común. Y es en ese punto en el que se desdibuja la identidad de una nación.

Así se fabrican los mundos paralelos, así se arraiga la torre de Babel, y entonces se habla de mis derechos y de tus derechos, importándonos un bledo el que somos habitantes del mismo territorio. Clausuramos el nosotros, la única verdad que hay es la mía, ni por asomo la tuya. La corrupción del otro, los datos del otro, las mentiras del otro, las culpas del otro. Todos los lastres los generó el otro. ¿Cómo se puede conjugar en plural con esa actitud absolutamente falta de racionalidad?

La realidad no se puede tapar con un dedo. Hay pueblos que padecen desmemoria crónica y si a esto le suma la cantinela pagada con largueza por el gobierno en turno, de que todo está bien y de que se vive en la antesala del paraíso, pues lo que sigue es la debacle total. Tener gobiernos que no reducen el gasto corriente, que aumentan la deuda pública para mantener una estructura política mastodóntica, otorgar concesiones y privilegios a los “socios” que los mantienen en el poder, repartir el dinero público entre la multitud cautiva de incondicionales para ganar elecciones, las consecuencias son funestas. Estos últimos están condenados a ser pobres hasta la consumación de los siglos.

Y otra, hay gobiernos que se hacen del poder con la bandera del combate acérrimo a la corrupción, tolerancia cero a esa gárgola, regeneración al 100 por ciento. Y resulta que bajo su mandato la corrupción se convierte en síndrome, y desde los poderes coptados y a su servicio cubren a sus “aliados”, los declaran limpios y puros, valiéndoles una pura y dos con sal la fetidez de la podredumbre. ¿Cómo va a ser eficaz un gobierno que se “vende” como los non plus ultra, pero nomás en el discurso, que recurre a la radicalización entre la población, que descalifica y persigue a quien no está de acuerdo con su desempeño? Con gobiernos de esta especie las clases medias están condenadas a la extinción, el poder adquisitivo a la erosión y la movilidad social se colapsa.

¿Cómo le han hecho países de otras latitudes para remontar esto? Ahí le va. Polonia en 1990 era un país endeudado hasta el tuétano, con un sistema de producción obsoleto y una emigración al orden del día. Surge el Plan Balcerowicz. Bajo sus lineamientos se propuso una reducción drástica del déficit público, se liberaron los precios, se privatizaron empresas estatales y se garantizó la propiedad privada. No fue miel sobre hojuelas. De hecho fue una medicina amarga pero los resultados empezaron a verse.

De entonces a la fecha, el país ha crecido a una media del 4 por ciento anual, quienes salieron del país han ido regresando. El poder adquisitivo de los polacos ha ido creciendo. No hubo ningún milagro económico, solo la labor constante de 30 años de crecimiento estable. Entre los factores que han abonado a esto destacan la diversificación, la búsqueda de sectores con alto valor añadido hasta conformar una estructura de exportación que se traduce en más del 60 por ciento del PIB, teniendo a Alemania como cliente principal. Esta estrategia los ha vuelto atractivos para la inversión extranjera, sin dejar de mencionar que hubo mucho apoyo de la Unión Europea.

En 2023, Polonia ocupó el catorceavo lugar del mundo en la recepción de capital extranjero. A la vez ha fomentado la creación de zonas económicas especiales, con estímulos fiscales, ha atraído a empresas locales y multinacionales, generando con ello empleos estables para su población. Los resultados de políticas sólidas como son el uso inteligente de fondos comunitarios, proyectados a fortalecer la competitividad, a modernizar la industria, entre otros, se traducen en bienestar generalizado. Los gobiernos exitosos son aquellos que generan condiciones para que la población viva como lo que son, PERSONAS.

¿Hay tensiones, hay problemas políticos internos y con la UE? Claro que los hay, y también está el riesgo de lo que genera una dependencia importante de Alemania. No obstante, Polonia ha transformado su base productiva, no necesita de la retórica populista para mostrar su transformación. Los discursos redentores y cansinos de que todo está bien, salen sobrando en un país que apuesta a favor de sí mismo, y que ha hecho de la disciplina, de la constancia, un modus vivendi.

Ahí se conjuga con la primera persona del plural: NOSOTROS.

Columna: Dómina. Nacida en Acapulco, Guerrero, Licenciada en Derecho por la UNAM. Representante ante el Consejo Local del Instituto Federal Electoral en Coahuila para los procesos electorales.

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