Elon Musk-Donald Trump: demolición en marcha
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La cancelación abrupta de USAID hará la vida más difícil y desigual en una larga lista de países, incluido México
El nuevo gobierno de Estados Unidos está destruyendo todo lo que considera innecesario o decreta como corrupto sin ninguna intención de reemplazarlo con estructuras funcionales. En el centro del proyecto está el hombre más rico del mundo, Elon Musk, que ha aprovechado su cercanía con Trump para comenzar un desmantelamiento de la estructura del gobierno federal estadounidense. Musk lo hace desde un cargo que depende exclusivamente del favor presidencial, sin haber tenido que enfrentar un proceso de confirmación legislativo, como ocurre con todos los cargos formales del gabinete. Nadie votó por Musk y nadie ha verificado si tiene la aptitud o el andamiaje moral para esta tarea, pero a Trump le ha importado poco. Tiene todo el poder.
Musk y su equipo de la llamada “oficina de eficiencia gubernamental” operan, en el mejor de los casos, en la ambigüedad legal, apostando a que las cortes no resistirán el embate de la nueva presidencia imperial que encabeza Trump. Para desgracia de Estados Unidos, la apuesta tiene cierto sentido político: la Suprema Corte en Estados Unidos, dominada por una supermayoría conservadora, parece dispuesta a ampliar los poderes del Ejecutivo más allá del marco constitucional. Muchas de las decisiones de Musk terminarán seguramente frente al máximo tribunal en Washington. Dependerá de ese último bastión proteger la división de poderes y el respeto a la ley.
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Mientras llega ese momento, Musk está arrasando con lo que le place. Sin mayor debate ni explicación, ha decretado recortes brutales a la investigación médica, por ejemplo. Vaya usted a saber qué gana Estados Unidos deteniendo el progreso de su investigación científica, pero esas son las prioridades del gobierno de Trump.
Pero hay un ejemplo peor.
De la nada, de un plumazo, Musk decretó el final de las operaciones de USAID, la agencia de ayuda en el extranjero que nació en los años sesenta y que representa el esfuerzo más constante de presencia de poder suave e influencia positiva estadounidense de su historia.
Musk ha justificado su decisión diciendo que la agencia es “criminal y debe desaparecer”. No presentó ninguna evidencia de los supuestos crímenes. La administración Trump luego trató de justificar la decisión citando supuestos casos de corrupción. Medios de comunicación como el Washington Post inmediatamente publicaron desmentidos que exhiben las calumnias o tergiversaciones de la Casa Blanca.
A Musk y Trump les importó poco: la motosierra va. Se aprovechan, como en tantas otras cosas, de la ignorancia de la sociedad estadounidense. De acuerdo con las encuestas, una mayoría piensa que Estados Unidos dedica un gran porcentaje de su presupuesto a la ayuda en el exterior. La realidad es que sólo dedica menos del 1 por ciento, considerablemente menos que otros países.
Pero la verdad y la ley no importan a Musk y Trump.
Las consecuencias prácticas de la cancelación abrupta de USAID serán gravísimas. La agencia es fundamental en la batalla global contra enfermedades catastróficas, como la malaria, el sida y varias más. A lo largo de su historia, USAID ha salvado millones de vidas. También ha ayudado a impulsar el desarrollo económico y la rendición de cuentas. En Centroamérica y en México, por ejemplo, la agencia se ha sumado a iniciativas de distinta índole con resultados tangibles y positivos. Su desaparición hará la vida más difícil y desigual en una larga lista de países, incluido México.
Además, en una ironía que raya en lo absurdo pensando en las prioridades supuestas del gobierno actual estadounidense, la desaparición de programas de apoyo hará más probable la migración hacia Estados Unidos. Y, por supuesto, le hará la vida mucho más fácil a regímenes de propensión autoritaria que han deseado la desaparición de la agencia desde hace mucho tiempo a sabiendas de que apoya la lucha contra la corrupción y la erección de un Estado de derecho confiable.
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Nada de eso implica que USAID haya sido una agencia perfecta. Tampoco supone que no haya instancias de corrupción. Seguramente las hay. Pero la solución no estaba en la desaparición de la agencia de un día para otro. La solución estaba en identificar los casos de abuso, conflicto de interés y corrupción y su solución, sin afectar todo lo que sí funcionaba.
Pero esos son los modos de Elon Musk y Donald Trump, como fueron los de Andrés Manuel López Obrador en México: destruir, sin consideración alguna por lo bueno que había en lo destruido ni obligación alguna de justificar la demolición. Esa no es una receta para un gobierno más eficiente. Es una receta para la inmolación.