En México, el péndulo viene de regreso

Opinión
/ 24 septiembre 2025

Se trata de desenmascarar al régimen, lo atacan sin piedad, con insultos de la misma intensidad y hasta con algo de gracia. El péndulo viene de regreso, están organizados y vienen radicalizados

La política partidista funciona como un péndulo: en la medida en que los políticos discuten, debaten, acuerden y construyen propuestas de manera racional, el péndulo se mece en el centro. En ese escenario, las fuerzas políticas y sociales tienen el incentivo de pelear por el centro, son “centrípetas”. Pero nunca faltan los que quieren ganar puntos o votos fáciles, vendiendo ideas poco creíbles y atacando al adversario sin piedad alguna, culpándolo de todos los males de la patria y esgrimiendo recetas simplistas que plantean soluciones que nunca llegan. Empiezan así a empujar el péndulo con más fuerza.

Los políticos “centrífugos” inician navegando en solitario, poco a poco empiezan a sumar adeptos: los excluidos de la bonanza, llegan luego los políticos que no encontraron espacio en los partidos políticos o que perdieron fuerza en los reacomodos acostumbrados. Al principio no tienen fuerza, pero con el paso del tiempo su movimiento crece. Más aún cuando las fuerzas centrípetas no ofrecen resultados o no los comunican de tal forma que ratifiquen el apoyo mayoritario de la sociedad.

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Las fuerzas centrífugas, las que mecen el péndulo con mayor fuerza, suelen ser encabezadas por un líder carismático, da lo mismo si es de derecha o de izquierda, existen en ambos bandos. La organización es lo de menos, y si eran partidos políticos, empiezan a tomar forma de movimientos. No hay reglas, sólo banderas, cambiantes al ritmo de los cambios de humor del líder supremo.

Lo que las fuerzas centrífugas no miden, o poco les importa considerar, es que sus promesas simplistas tarde o temprano demuestran su inoperancia. Llegan al gobierno, no dan los resultados esperados y, con el paso del tiempo, se enfrentan a una disyuntiva inevitable: radicalizarse aún más y tomar la forma de un régimen autoritario; o verse asediados por una fuerza pendular de sentido opuesto que arrasa con ellos.

En Chile, en los años setenta, la falta de resultados de los gobiernos de centro provocó una radicalización que llevó a Allende al poder, lo que, en consecuencia, produjo la locura que significó Pinochet. Todo ello mientras el país estuvo y sigue oscilando entre la centro-derecha y la centro-izquierda.

En Argentina, los abusos de los organismos financieros internacionales dieron paso al kirchnerismo, que tras doce años en el poder sin resultados viró hacia la centro-derecha con Macri, que tampoco gustó y regresó al kirchnerismo. Pero al fracasar ambos, el péndulo se fue al extremo derecho con Javier Milei.

En Ecuador, la corrupción y la ineptitud del centro abrieron la puerta a Rafael Correa, que movió el péndulo al extremo izquierdo y, en respuesta, hoy tienen a Daniel Noboa, en el extremo derecho. A diferencia del pasado, los péndulos modernos se mueven mediante un populismo que se ampara en las redes sociales.

En Estados Unidos el péndulo empezó a mecerse en los años ochenta. Ted Kennedy rompió la regla no escrita de apoyar las propuestas del presidente en turno para ocupar las vacantes en la Suprema Corte. En respuesta, la derecha republicana juró venganza. El péndulo se empezó a mover, y Bush, Clinton y Bush Jr. trataron de contenerlo, pero no les fue posible. Los partidarios de Bush lo rebasaron por la derecha. Su esposa rebasó a Clinton por la izquierda. La ironía del caso es que ambos fueron rebasados por fuerzas aún más radicales: a Hillary la rebasó Obama y a la derecha republicana la venció un empresario exdemócrata que los rebasó por la extrema derecha. Hoy, aunque el país sigue dividido a mitades, el centro no es atractivo; lo de hoy es el insulto, la violencia verbal y ahora hasta el asesinato.

¿Y México? En nuestro país, corrupción aparte o en paralelo, el centro no fue eficiente, no dio los resultados esperados. Si sólo contamos los últimos veinticinco años, sabemos que el PRI, en su naturaleza corruptora, boicoteó a los gobiernos de Fox y Calderón. Para cuando recuperaron el Ejecutivo Federal, queriendo ser los rescatadores del progreso, ya era demasiado tarde. La fuerza del líder popular que fue Andrés Manuel López Obrador ya era imparable. Apenas llegó al poder, AMLO empujó el péndulo con mayor fuerza, cuando había prometido no hacerlo. Insultó desde su tribuna presidencial a cuanto opositor lo atacara o periodista lo cuestionara. Aprovechándose de una oposición embrutecida, radicalizó aún más su discurso. Ganó Claudia Sheinbaum y sigue con la profundización de la propuesta obradorista.

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¿Qué sigue? El gobierno sigue gastando lo suficiente para conservar el poder. La oposición partidista no da una, lo cual ayuda al oficialismo. A esto hay que añadir que en el México urbano de clase media y alta no se percibe una crisis económica que los asuste. La clase empresarial sigue cortejando al poder y bailando al son que le marcan desde Palacio Nacional. El problema en México sigue siendo la inseguridad y, con ella, la siempre vigente corrupción del régimen.

AMLO y los suyos llevaron el péndulo al extremo, pero los problemas del país y el paso del tiempo confrontan a la 4T con una realidad inevitable. El discurso ya dio de sí, los excluidos de los beneficios empiezan a levantar la voz, con la misma severidad que, en su momento lo hizo el fundador de Morena. Ahí están Ricardo Salinas Pliego, Lilly Téllez y Eduardo Verástegui, entre otros. Rebasan a los partidos de oposición por la extrema derecha. Las diferencias ideológicas entre sus adeptos son lo de menos. Se trata de desenmascarar al régimen, lo atacan sin piedad, con insultos de la misma intensidad y hasta con algo de gracia. El péndulo viene de regreso: están organizados y vienen radicalizados. A toda acción hay una reacción. El régimen sólo tiene una alternativa, se vuelve más autoritario o al paso de los años se verá arrasado por el extremo opuesto.

Facebook: Chuy Ramírez

Columna: Regresando a las Fuentes

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