¿En qué México vivimos (recargado)?
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En la entrega del lunes pasado, analicé el porqué de nuestra infancia ciudadana como país; precisé, también, cómo esa tarea de madurar nuestras capacidades cívico-comunitarias había sido depositada −por el INE y la partidocracia− en manos de la sociedad civil organizada. Razoné por qué esa responsabilidad no había llegado lejos y sugerí refundar esa tarea a la luz de la nueva realidad política el país.
En la reflexión de hoy analizaré distintas realidades que abonan en sentido contrario a nuestra ciudadanización.
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1. Existe una guerra cultural (y, por tanto, lingüística) para reemplazar la categoría de ciudadanía por la de pueblo. En su dimensión política, AMLO ha desplegado su furia contra la representación organizada de tal concepto; la sociedad civil organizada cuyo trabajo busca ciudadanizar el ejercicio del poder público. La reciente persecución de AMLO contra la organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), que ha registrado actos de corrupción del gobierno morenista, es sólo un ejemplo.
La posición de Claudia Sheinbaum no variará e intentará desaparecer dicho vocablo y, con ello, toda participación de la sociedad civil organizada.
2. La política, como acto consciente que alimenta de manera racional e informada al mexicano de manera cotidiana, es un ejercicio elitista reducido al llamado Círculo Rojo, el cual está integrado, mayormente, por empresarios, políticos, analistas, intelectuales, académicos, militantes o simpatizantes de partidos políticos y algunos “influencers”, comediantes políticos e integrantes de las clases medias y altas.
Recalco. La conversación sobre política como actividad dialógica y formativa de proyectos y valores cívico-democráticos es una tarea reducida a los pocos.
3. Las grandes mayorías que deciden el futuro del país, aunque son compatriotas, habitan otra galaxia. Ellas evitan la política porque la perciben como el monopolio de una casta de políticos y empresarios privilegiada, sin distingo de ideología o partido político. Estirpe, por cierto, que supura corrupción e impunidad.
Las pasadas elecciones de 2018 y las más recientes del 2 de junio de 2024 dejan clara, desde su punto de vista, una premisa: “Nuestro resentimiento contra esa casta es superior a nuestro voto por Morena, aunque ésta haya hundido los indicadores de la economía, la salud, la educación, la cultura, la ciencia y la seguridad pública del país”.
Por ello, su relación con la política tiende a ser un acto emocional, visceral e irracional; casi un acto de resentimiento y venganza para castigar esa casta por haberlos marginado del modelo de desarrollo económico por generaciones.
Cierto. AMLO inflamó, incendió y utilizó esa polarización, pero el rencor y el agravio ya estaban ahí; y fueron esenciales para darle el triunfo a su proyecto político en 2018 y la continuidad en 2024.
Justo es decirlo, de acuerdo con los resultados de las pasadas elecciones, no es una polarización entre clases medias y altas contra clases populares; sino, entre mexicanos sin distingo de edad, género, ingreso, escolaridad, preferencia religiosa o sexual.
4. Piensa usted, apreciado lector, que a esas mayorías les importó la rampante y documentada corrupción de los hijos de AMLO, de Manuel Bartlett o de Rocío Nahle. ¿O, quizá, la de Ignacio Ovalle en Segalmex por más de 12 mil millones de pesos? O, de repente, les preocupó la duplicación del costo original de la refinería Dos Bocas o del Tren Maya. No. En esencia a esas mayorías que decidieron el futuro de México les valió madre. Pudieron más su desencanto con una democracia frágil y su rechazo por un modelo económico depredador, aderezado de su rencor colectivo acumulado por décadas.
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Por ello, esas masas nunca, ni de soslayo, miraron la llegada en 2018 de un régimen que progresivamente aniquilaría sus derechos humanos para instalar un monopolio de poder autoritario, con una casta privilegiada, más o menos, distinta.
¿Cuál será nuestra respuesta a ese México que vivimos? Imaginar nuevas maneras de hacer política ciudadana desde nuestras trincheras.