Enjoy what you voted for! (MAGA’s second floor)

Opinión
/ 7 noviembre 2024

“It’s déjà vu all over again”, es otra de las enigmáticas y caprichosas frases atribuidas al pelotero-filósofo de los Yankees de Nueva York, Yogi Berra.

“Es como vivir un déjà vu de nuevo”, sería quizás la manera de traducirla respetando su redundante espíritu original.

Y es que, de por sí, un déjà vu es esa rara y fugaz sensación de que algo −un brevísimo instante de nuestra existencia− ya lo habíamos presenciado o vivido antes de la misma exacta manera.

Y es que, de por sí, un déjà vu es esa rara y fugaz sensación de que algo −un brevísimo instante de nuestra existencia− ya lo habíamos presenciado o vivido antes de la misma exacta manera.

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Entonces, decir que vivimos “un déjà vu de nuevo” tiene cierta cualidad reiterativa y humorística que podemos exclamar cada vez que un evento −regularmente aciago− se repite.

John Fogerty, líder de la banda Creedence Clearwater Revival y papá de todos nosotros, compuso una canción con ese título “Déjà Vu (All Over Again)”, en referencia a la Guerra en Iraq, cuyas pérdidas le hicieron recordar las lamentables e inútiles bajas en Vietnam.

Bueno, el martes negro en los Estados Unidos, sin duda, nos hizo recordar a muchos nuestro propio y vernáculo proceso electoral mexicano de apenas hace medio año.

En ambos casos se anticipaba una elección cerradísima, se hablaba de empates técnicos, de un final de fotografía, pero resultó que los favoritos no sólo terminaron ganando, sino que materialmente avasallaron, barrieron con todo a su paso sepultando bajo toneladas de votos a su oposición y pulverizando a las candidaturas adversarias, cuyas abanderadas perdieron toda relevancia de manera instantánea.

No sólo eso, la fórmula ganadora además de la Presidencia también se ha adjudicado una aplastante mayoría parlamentaria, lo que le dará al próximo nuevo inquilino de la Casa Blanca una manga muy ancha para hacer como mejor le dicte su muy hinchada y pelusienta gana.

Estamos entonces de cara al “MAGA’s second floor”, o dicho en lengua chaira, el “Segundo Piso del Make America Great Again”.

En efecto, el MAGA es la Cuarta Transformación de los “rednecks” (iba a decir que con gente más bonita, pero no es cierto, en ese segmento los gringos también están re-fodongos).

“Magas” y chairos constituyen sectas políticas tan leales como fundamentalistas. Son capaces de creer a pie juntillas cualquier despropósito que salga por la bocaza de su respectivo líder, pese a que toda la evidencia y la experiencia de la humanidad apunten en la dirección opuesta. La palabra de su mesías es infalible e incorruptible.

En ambos casos, como ya hemos comentado en repetidas ocasiones, se apela a los sentimientos nacionalistas, a la recuperación de una gloria y un orgullo perdidos, y a la confrontación con una colección de fabulosos archienemigos que son, la mayoría de las veces, una exageración cuando no de plano imaginarios.

Pero regresemos a la elección: es notable cómo en ambos casos, los medios de comunicación fracasaron épicamente en su esfuerzo por advertir sobre los peligros del populismo radical. Sí, todos coincidían en que el republicano y su plataforma constituían un esperpento político sin pies ni cabeza y que los antecedentes morales y penales (e incluso al frente de la misma Presidencia) hacían de Trump un peligro para EU.

Es como si durante más de un año, medios y opinadores hubiesen estado autoengañándose con una estéril cantaleta de la que sólo participaban y se retroalimentaban a sí mismos.

De allí que se haya generado esa especie de ilusión-delirio en el que “Kumbala” Harris tenía alguna oportunidad, siendo que en realidad el pueblo (the good and wise american people), ya había tomado su decisión mucho tiempo atrás.

La reñidísima contienda sólo era al parecer meras ganas de creer que otro escenario era posible. Pero no, chairos y magas son hoy por hoy la mayoría preponderante en sendas naciones y tocará ahora observar qué puede resultar de su coexistencia inmediata.

Por fortuna, tenemos una relación simbiótica, dependemos mutuamente para la preservación de nuestros particulares estilos de vida. Por desgracia, no es una relación igualitaria ni equitativa, sino que es un matrimonio de abusos y toxicidad en el que nos toca jugar el rol de la consorte maltratada, por más que nos guste alardear con discursos empoderadores invocando a una presunta soberanía.

En EU nos chasquean los dedos para que les alfombremos el terreno donde colocarán sus empresas; o para que hagamos de cancerberos para ralentizar o de plano inhibir el flujo migratorio hacia el “american dream”.

Pareciera que el único tema hacia el cual sí somos realmente sensibles fuese el del narcotráfico, sus líderes y capos. Se me ocurre pensar que es porque, en calidad de testigos colaboradores, pueden compartir todos los incómodos detalles del amasiato que el narco y el Estado mexicano sostienen (desde hace décadas, cabe mencionar). Y aunque aún se ve lejano el día en que EU la emprenda contra algún expresidente de México, la información obtenida les puede conferir todavía más poder para ejercer en nuestra de por sí inequitativa relación.

¿Se acuerdan cuando Donald Trump soltó al general Cienfuegos para que fuese juzgado en “Méksicou” (y en cambio lo condecoramos) a cambio de que AMLO, el humanista, contuviera el flujo migratorio a costa de las vidas y los derechos humanos de los viajantes? ¿Se acuerda? ¡Claro que no! Yo tampoco porque eso nunca pasó, ¿verdad? Guiño, guiño...

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La inminente segunda gestión de Trump tiene otras implicaciones de alcance mundial, además de nuestra relación bilateral, la cual no es sino un tema más en su agenda, al que por cierto le quiere dar solución rápida y expedita.

Hacia el interior se la tiene cantadísima al Poder Judicial, al órgano electoral y a muchos organismos que dan certidumbre al sistema de gobierno norteamericano (eso me suena conocido).

Ya veremos si una tras otra, estas instancias son demolidas en una dramática escena que de tan familiar se sienta como déjà vu, en cuyo caso sólo nos restará decirle a nuestros gringos camaradas: “Enjoy what you voted for!”, es decir, un sonoro y socarrón: ¡Disfruten lo votado!

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