Enrique Martínez y Martínez, embajador de la ‘Deuda cero’

Opinión
/ 8 diciembre 2024

Dejar al sucesor finanzas sanas es rasgo de un gran estadista, es un signo inequívoco de grandeza y de nobleza

“Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene”, dice un proverbio del sabio rey Salomón. Asimismo son las palabras convenientes de un diplomático leyenda como Talleyrand, dichas hasta un límite adecuado, como él aconseja. Es la habilidad que tiene el embajador Enrique Martínez y Martínez en sus relaciones públicas: tacto, audacia, sutileza, temple, cortesía, sagacidad como elementos afines a la diplomacia, que bien maneja el exgobernador de Coahuila, cuyo último encargo fue, precisamente, el de Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de México en Cuba.

Y seguimos llamando “embajador” a don Enrique por el sello diplomático que imprime a sus relaciones públicas. De manera atenta y afable se interesa en la opinión de sus interlocutores aunque no sean políticos, intelectuales o afines al círculo de sus allegados. Porque Enrique Martínez y Martínez tiene la maestría de haber sido embajador en la legación de México en La Habana, tan importante como serlo en Washington, Londres o Viena. Por eso la estirpe de diplomáticos mexicanos en Cuba: el general Heriberto Jara, el escritor José Rubén Romero, don Benito Coquet, el gran Gilberto Bosques, el economista Edmundo Flores, el maestro Gonzalo Martínez Corbalá, don Enrique Olivares Santana, el egregio coahuilense don Raúl Castellano, el connotado Mario Moya Palencia y el gran político Enrique Martínez y Martínez.

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Y por eso es un privilegio poder escuchar de la experiencia política del exgobernador Martínez y Martínez, quien llenó el vacío de 40 años que pasaron antes de que un coahuilense volviera a ser secretario de Estado, porque cuando fue designado ministro de Agricultura por el presidente Enrique Peña Nieto en el 2012, habían pasado ya cuatro décadas de que fuera secretario del Patrimonio Nacional otro gran economista y diplomático de Saltillo, don Horacio Flores de la Peña, ambos, vidas paralelas dignas de reconocimiento e historia. O pudiera ser alguno de ellos con don Raúl Castellano, también coahuilense y diplomático, todos dignos de aquel historiador griego de Queronea.

Asimismo pueden ser vidas paralelas las de don Enrique y don Nazario S. Ortiz Garza, que también fue empresario, alcalde de Saltillo, legislador, gobernador y secretario de Agricultura.

Agradecemos a Enrique Martínez y Martínez su generosidad para compartirnos algunas experiencias de su larga trayectoria pública. En ella aplicó las virtudes necesarias para legitimar su actuación. Y lo que más agradecemos al gobernador Martínez es que al finalizar su mandato lo selló con el legado más apreciado por los coahuilenses: “Cero deuda”. Dejar al sucesor finanzas sanas es rasgo de un gran estadista, es un signo inequívoco de grandeza y de nobleza, un mérito que a Enrique Martínez y Martínez le valió para ser considerado candidato a la presidencia de la República.

Muy pocos exgobernadores pueden caminar tranquilamente por su terruño con la frente en alto y el aprecio y cariño de la gente. Sólo uno puede presumir “deuda cero”, fidelidad a sus principios y convicciones, lealtad a su partido político en tiempos de tanta ingratitud y deserción. Ya ve usted que Enrique de la Madrid acaba de renunciar al PRI, el partido que lo llevó a vivir en Los Pinos a los 20 años de edad. Algún día, cuando surja un renacido Cosío Villegas, un nuevo Luis Spota o un Julio Scherer actual, podrá incluir en el olimpo de los grandes políticos priistas, con su propio sello y su estilo personal a Enrique Martínez y Martínez, un todoterreno de la política nacional.

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