Es claro el temor de AMLO y Morena de perder el 2 de junio
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Estamos en los últimos días de la campaña electoral, que en el caso de la Presidencia de la República comprendió noventa días. El tiempo parece haber transcurrido lento y rápido a la vez. No así en el caso de la candidata oficialista, Claudia Sheinbaum, quien lleva más de dos años en campaña.
Lo notable de los últimos días, por más que se quiera silenciar o negar, ha sido la Marea Rosa, ciudadana, que inundó el Zócalo capitalino y sus alrededores, así como a un centenar más de ciudades el domingo pasado. Quien crea que esto es fácil, está rotundamente equivocado.
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Tal vez por la frecuencia con la que López Obrador lo hace, con cualquier pretexto, tienen esa idea. Pero éste cuenta para ello con torrentes de dinero, procedente de las arcas públicas. Sus correligionarios también lo hacen, como sucederá el próximo miércoles 29 para el cierre de campaña de su candidata, mediante el empleo de recursos cuyo origen sería bueno que transparentaran, pues sus montos superarán sin duda los topes fijados por la autoridad electoral.
Sin embargo, para llenar el Zócalo y sus alrededores, como ocurrió el domingo pasado, a un costo realmente mínimo, no se requiere de carretadas de dinero, sino de un ingrediente distinto. Que es precisamente lo que ha provocado el evidente nerviosismo de López Obrador, que lo tiene tan angustiado e inquieto.
Ese ingrediente no es otro que el apoyo popular amplio, genuino, auténtico a una causa, y no precisamente recursos financieros. Por ello y por cuantos medios tuvo a su alcance, López Obrador trató de impedir, de boicotear, la Marea Rosa del domingo 19.
Entre otras maniobras, una de éstas consistió en ordenar a los líderes de la llamada CNTE ponerse en plantón, con sus carpas y letrinas, frente a Palacio Nacional, tomando como pretexto el Día del Maestro. El propósito fue más que obvio: tratar de atemorizar con su agresiva presencia a los ciudadanos que la mañana del domingo acudirían al Zócalo.
Pero cuando esos líderes –aunque profesionales de la agitación y la violencia– cayeron en la cuenta del tamaño del riesgo que correrían ante una auténtica avalancha ciudadana, pacífica desde luego, prefirieron llegar a un acuerdo, no sin antes confesar uno de ellos la instrucción que recibieron de la secretaria de Gobernación, en el sentido de “aguantar” el plantón lo más que pudieran. Con todo y eso, la mañana del domingo tuvo lugar una breve escaramuza, que por fortuna no pasó a mayores.
Una segunda y ya muy conocida maniobra consistió en decretar a la metrópoli en “contingencia ambiental” para desalentar la participación popular, como suele declararse la víspera de la fecha en que se convoca a la Marea Rosa. ¡Qué casualidad!
Tampoco sirvió de mucho el cierre policial temprano de los diversos accesos al Zócalo, que pensaron impediría la realización de la concentración ciudadana. Pronto el oficialismo se dio cuenta no sólo de la ineficacia de la medida, sino de que les resultaría contraproducente. Como ya tampoco les venía resultando el no izar la monumental bandera nacional del Zócalo en días de Marea Rosa.
En fin, López Obrador, que sabe bien de estas cosas, debe estar realmente preocupado de lo que estos signos representan y de que su candidata está en riesgo de perder la elección del 2 de junio, pues de no ser así ¿por qué actúa como lo hace?
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Debe también tener claro que aun con los humillantes acarreos que acostumbra, con gente traída de todo el país a la que además se le pagan viáticos, todo ello a un costo altísimo para el erario, para el cierre de campaña de su candidata el próximo miércoles 29, aun así le resultará imposible lograr la presencia de tantos ciudadanos como los hubo el domingo 19, sin paga ni acarreos.
Ojalá pudiera formarse un nutrido grupo que documente el infamante acarreo de Morena y sus aliados. Porque como bien ha escrito el célebre tratadista de la Constitución, Elisur Arteaga, Sheinbaum tiene perdida la elección, ya sea en las urnas o por las numerosas irregularidades e infracciones en que ha incurrido, entre otras, como superar –como lo ha hecho y en exceso– el tope de gastos de campaña fijado por la autoridad electoral.