¡Es la democracia, estúpido!

Opinión
/ 18 septiembre 2024

Parafraseo aquella frase de Bill Clinton, “¡es la economía, estúpido!”, utilizada en su campaña victoriosa de 1992, para enfatizar “temas vinculados con la vida cotidiana de los ciudadanos y sus necesidades más inmediatas”; para abrazar la ironía e inteligencia del texto de Carlo Cipolla, economista y humanista, llamado la “La Teoría de la Estupidez (1976)” y entender, desde un ángulo distinto, el nuevo México autoritario que emerge con Morena en 2018 y se consolida con la reciente desaparición de los organismos públicos autónomos y las reformas al Poder Judicial en 2024.

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Las leyes de la estupidez son cinco:

1) “Siempre y de manera inevitable subestimamos el número de personas estúpidas en circulación”.

Por ello, es difícil atribuir un número específico a la población de gente estúpida en nuestra sociedad. Cualquier intento resultará en una subestimación del número real.

2) “La probabilidad que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona”: edad, género, escolaridad, estrato social o preferencia religiosa o sexual, o región geográfica.

Las personas pueden moverse en círculos distinguidos de las élites social, cultural o política, “cazar cabezas” en la Polinesia; “encerrarse en un monasterio budista para pasar el resto de su vida” o “acompañarse de bellas y lascivas mujeres” para vivir la vida loca; pero siempre esas personas “enfrentarán el mismo porcentaje de individuos estúpidos que en porcentaje siempre superará (como dice la primera ley) sus expectativas”

Por ello, más allá de cualquier pretensión genética o sociológica que apunta a la igualdad de los hombres, “es mi firme convicción, dice Cipolla, que los hombres no son iguales, algunos son más estúpidos que otros y la diferencia es determinada por la naturaleza y no por las fuerzas culturales u otros factores”. Más aún, “los individuos estúpidos son proporcionalmente tan numerosos entre hombres como mujeres”.

Entonces, la estupidez es una variable que permanece constante en todas las poblaciones del mundo sin distingo alguno. En ese sentido, justo es decirlo en palabras de Cipolla, “la naturaleza se extralimitó”.

3) “Los seres humanos caen en cuatro categorías básicas: el indefenso, el inteligente, el bandido y el estúpido”.

Las acciones del indefenso enriquecen a otros y lo empobrecen a él. Las acciones del inteligente benefician a él y a otras personas. Y las acciones del bandido le enriquecen a él a costa de los demás. Mientras, las acciones de la persona estúpida “causan pérdidas a otra persona o a un grupo de personas sin ganancia alguna para ella y provocando pérdidas para todos”.

En esta categoría caen todas aquellas personas que votaron por Morena en 2018, ratificaron su continuidad en 2024 y defendieron las reformas que apuntala la transexenalidad de un régimen autoritario por, al menos, 12 años.

Puntualizo y reitero: esas personas están situadas en todos los estratos sociales sin distingo alguno.

Esos mexicanos demostraron, de acuerdo con Cipolla, “su fuerte proclividad para ser consistentes en su estupidez...” y obligar así a México retroceder por 50 años de su vida económica y democrática.

¿Supieron ellos por qué votaron y las consecuencias futuras que tendrá esa decisión para sus hijos y nietos? ¿Ganaron ellos algo más que afirmar su estupidez y ventilar, en un sentido catártico, su rabia y rencor contra un México sediento de una esperanza distinta al populismo autoritario o al neoliberalismo rapaz?

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4) “La gente no estúpida siempre subestima el dañino poder de los individuos estúpidos”.

Las elecciones presidenciales de 2018 y 2014 prueban esta ley.

5) “La persona estúpida es mucho más peligrosa que un bandido”, por su número mayoritario y el poder que tiene electoralmente para definir el curso histórico de una sociedad o una nación.

Estamos, pues, como país en el inicio de entender esta ley a cabalidad. Amarrémonos el cinturón.

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