Claudia, rehén de AMLO
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PRIMER ACTO
La esencia del PRI. No ha cambiado desde su fundación, el 4 de marzo de 1929, cuando Plutarco Elías Calles fundó el Partido Nacional Revolucionario que “unifica los elementos revolucionarios del país” para dar luz a “una nación de instituciones”, con base en dos premisas: la centralización del poder en un partido y la entronización de “una presidencia imperial”.
Sus variantes, el Partido Mexicano Revolucionario (1938) y el PRI (1946) no cambiaron esa esencia histórica.
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SEGUNDO ACTO
El poder de la presidencia imperial no se comparte. ¿Cuál es el hilo conductor que define la transición de un presidente a otro de 1929 a 2000 y desde la cultura política priista, que no es ajena al resto de los partidos políticos? El presidente saliente deja un sucesor leal, débil y manejable; aunque la historia registra un resultado opuesto.
La tradición presidencialista de corte imperial marca esa diferencia: porque el presidente entrante, más allá del poder acumulado por el saliente, nunca ha estado dispuesto a compartirlo bajo ninguna circunstancia.
Tres ejemplos: el 14 de junio de 1935 “Lázaro Cárdenas pidió su renuncia a todos los miembros del gabinete y el 17 del mismo mes integró uno nuevo sin elementos del callismo”. El 9 de abril de 1936, Plutarco Elías Calles fue “sacado del país en un avión que lo llevaría al día siguiente a Brownsville, Texas”.
Harto de la intromisión protagónica y del mesianismo político de Luis Echeverría, amigo de la adolescencia, José López Portillo lo envió de embajador a Australia, Nueva Zelanda y las Islas Fiji.
El excesivo poder de Carlos Salinas y la herencia a Ernesto Zedillo −el error de diciembre que sumió al país en una grave crisis económica−, obligó a que éste lo persiguiera hasta obligarlo a exiliarse en Dublín y encarcelara a Raúl, hermano de Salinas, por su supuesta complicidad en el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, exesposo de su hermana Adriana Salinas.
TERCER ACTO
Claudia, rehén de AMLO. La sucesión de AMLO a Claudia Sheinbaum presenta una anomalía histórica, porque López Obrador no permitirá a Sheinbaum ser desleal, fuerte e inmanejable como lo marca la tradición presidencialista en México.
Andrés Manuel optimizó al máximo su poder presidencial para acotar esas tres posibilidades y hacer de Claudia su títere, con pocas posibilidades de afirmar su presidencia con sello propio.
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López Obrador nombró al 50 por ciento del gabinete legal y ampliado de Sheinbaum. Llevó de su mano a Claudia en su gira de despedida para comprometerla ante los gobernadores y “su pueblo”.
Las Fuerzas Armadas sacadas de su entorno para cumplir tareas impensadas y sin rendir cuentas están alineadas con AMLO.
Andrés Manuel tiene el control de los gobernadores morenistas de 21 estados y de dos gobernadores aliados: Verde y PES, que representan el 72.1 por ciento de la población del país. Los diputados federales y senadores con su mayoría calificada son de hechura amloista.
Una obradorista de cepa, Luisa María Alcalde, próxima presidenta de Morena, y Andrés “Andy” López Beltrán, hijo de AMLO, tendrán la responsabilidad de Morena y de manera indirecta de los 19 mil 134 servidores de la nación.
Por si lo anterior fuera poco, Andrés Manuel le hereda a Claudia un país en llamas: una deuda del 49.7 del PIB, que es superior a la de seis sexenios anteriores; una pobrísima tasa sexenal de crecimiento económico que apenas alcanzó el 0.8 por ciento este sexenio; un déficit fiscal del 6 por ciento del PIB; el endeudamiento de Pemex: 6 mil 800 millones en 2025 y 10 mil 500 en 2026; un sistema educativo y de salud en crisis; una política de seguridad pública en ruinas con casi 200 mil homicidios dolosos.
La cereza en el pastel: una reforma judicial que pone en riesgo la permanencia del T-MEC con EU y Canadá, nuestros socios comerciales más importantes, y también con inversionistas del resto del mundo.
¿Qué grieta tendría Claudia para asumir la Presidencia con una autoridad presidencialista, como lo marca la tradición imperial, y deshacerse de AMLO? El manejo estratégico que dé ella, en colaboración con las agencias norteamericanas, de las declaraciones del Ismael “El Mayo” Zambada durante su juicio en Nueva York.
Falta que tenga la misma virtud política −más allá de cualquier principio moral− que tuvo Obrador para ejercer el poder, hacerla su rehén y dar continuidad a su poder transexenal.