Falacias masculinas, falacias feministas
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El viernes pasado tuve la oportunidad de discutir en el #TallerAiDH algunas concepciones del amor, desde la filosofía griega, para analizar diversas expresiones artísticas musicales que pueden constituir violaciones a los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia. El debate de la violencia de género es complejo, sensible y polémico. Existe, por un lado, el gran consenso de rechazar las prácticas machistas que históricamente han afectado la autonomía de las mujeres, mientras que, por otra parte, el viaje de la libertad exige también situaciones complejas de la vida que cada persona, independientemente del género, debe asumir para desarrollar su mayor autonomía personal. No todo, necesaria e inevitablemente, es culpa del (matriarcado o del patriarcado). Pero la mayoría de las situaciones de poder, en gran medida, el feminismo nos ayuda a identificarlas, a explicarlas y a criticarlas para tener un diferente concepto, diferente al que ha dominado por la visión masculina.
En el taller Música & Derechos Humanos queremos enseñarles a nuestros alumnos y alumnas diversas formas de concebir la realidad de los derechos humanos, a partir de un pensamiento crítico, analítico y comprometido con la dignidad humana. En mi experiencia profesional he aprendido que la lucha de los derechos exige pasión y convicción, pero también mucha razón. El emotivismo, por ende, es insuficiente para significar los derechos, para defenderlos e, incluso, para poder entenderlos, en su justa dimensión, en una realidad cada vez más compleja.
La enseñanza de los derechos, por tanto, exige buenas teorías que expliquen el contenido, alcance y límites razonables de los derechos de las personas. La filosofía siempre ha sido el punto de partida para entender la realidad. Si no tenemos buenos conceptos nos quedamos con los sentimientos. Nuestras explicaciones del mundo, por tanto, serán muy pasionales, pero poco racionales.
En el tema del feminismo, no tengo duda, la AiDH se va a distinguir por enseñar a nuestra generación esta perspectiva que busca caminar el viaje de la igualdad, con mayor dignidad, menos violencia y erradicando la discriminación hacia las mujeres. Las profesores moradas son un gran patrimonio que está generando un gran capital, personas defensoras con mirada ultravioleta. Es tiempo de las mujeres: a ellas les corresponde este nuevo paso generacional para redefinir una mejor comunidad, pero asumiendo también los costos de la libertad y dignidad personal.
En el armado de las piezas de la igualdad entre hombres y mujeres, sin embargo, se tienen que tener presupuestos básicos para la discusión. No se puede construir conocimiento con falacias que emanan de emotivismos, por más justificados que sean. Los hombres no podemos descalificar las ideas feministas porque las mujeres son muy sentimentales, o porque consideramos que ellas son débiles para enfrentar las cuestiones de poder. Las mujeres aportan su perspectiva y nosotros debemos discutirla con seriedad. Al final, tenemos un mismo objetivo: vivir en igualdad, sin violencia ni discriminación.
Ninguna idea, sin embargo, es neutral. Está cargada de emociones, intereses e ideologías. Pero la razón que empleamos nos sirve para matizar, para analizar y para redefinir las concepciones y el concepto que justifiquemos como razonable y aceptable para vivir en una sociedad justa. Por eso, el debate del derecho a una vida libre de violencia exige un compromiso teórico en serio para poder reconstruir un mejor modelo de igualdad en nuestra sociedad.
En el debate con los alumnos y alumnas aprendí mucho. Para empezar tuve que releer algunas ideas clásicas y contemporáneas de lo que significa el amor, para poder analizar las diversas conductas que las personas asumimos en pareja y que pueden constituir violencia de género.
Todas las personas, en efecto, tenemos siempre un primer concepto de las cosas que nos ayuda a comprender nuestro actuar. A veces es muy intuitivo, a veces muy rudimentario, a veces muy afinado. Eso depende de nuestro contexto, experiencia y razones que alimentan nuestro conocimiento.
Pero siempre debemos superar nuestras meras intuiciones. No se comprende la vida con puros sentimientos. Hay que explicarla, como digo, con buena teoría. Pero esas ideas razonables parten de presupuestos básicos de diálogo: no podemos ser retóricos ni falaces. No solo defendemos argumentos solo para confirmar nuestros sentimientos. Debemos aceptar o rechazar argumentos porque, incluso, contrarían lo que sentimos o queremos. Al final se trata de que la razón nos haga mejores personas: más sensibles, objetivos y dignos.
En este debate feminista, sin embargo, veo que muchos hombres tienen miedo de defender sus ideas (machistas). Es mal visto defenderlas porque ofende y agrede a las mujeres. La descalificación es la estrategia: los hombres somos bestias incontrolables, Cupido es un niño misógino que solo sabe lanzar flechas. Se suele decir: los hombres solo defendemos ideas que no son neutrales por nuestros contextos machistas, hemos construido un sistema patriarcal que explica todos los males de la desigualdad entre hombres y mujeres. En fin, los hombres no podemos pensar, en clave de igualdad, porque no sentimos. No pensamos como las mujeres.
En este debate las mujeres son más fuertes, resilientes e inteligentes. Han aprendido, desgraciadamente, de tanta violencia machista. Como bien dice Shakira: “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”. Y, creo, que tienen derecho a facturar todo el pasado machista. Es el momento generacional. Les toca a ellas.
SALÓN MORADO
Los contextos cambiaron. En el salón de clase, por ejemplo, hay más mujeres que hombres. Son más participativas. Son más asertivas. Son más críticas. Son más inteligentes. Son más.
Los temas feministas se deben discutir con grandes mujeres. Las profesoras y alumnas moradas son protagonistas de este cambio de pensar. En mi caso, hay una mujer que me encanta: Yolita, mi hija. Ella siempre critica mis ideas. No está de acuerdo. Me da razones. Pero lo que me encanta de ella, además de sus ideas, es su forma de defenderlas: cuando debate conmigo no descalifica, no se defiende con la ironía, no se enoja, no calla ni es ambigua. Ella se ríe. Lee mucha literatura feminista. Es muy crítica. Es muy apasionada. Sí tiene dudas, sí tiene coraje. Pero siempre es abierta a escuchar el punto de vista contrario (machista). Es más: se divierte con el debate de mis ideas. Yolita, en suma, eclipsa mi vida.
Los hombres, a lo largo de nuestra historia, nos hemos equivocado tanto. Que ahora las mujeres se puedan equivocar no es malo. Es su oportunidad. A veces las feministas harán buenos conceptos, a veces no, pero sí creo que tienen todo para hacer un mejor mundo que nosotros, sin violencia.
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En la #LicencituraAiDH: ¡Es tiempo de las mujeres! No tengo duda que el grupo morado va a construir mejores ideas para ir por el cambio generacional. Les toca a ellas.
Las feministas, al final, se darán cuenta que también uno que otro hombre machista les ayudó a tener mayores condiciones de poder para transformar la realidad injusta de violencia, desigualdad y discriminación.
A mí solo me toca ser crítico (la filosofía es, por género, femenina), pero acompañarlas en el viaje de la libertad con el poder (vocablo masculino).
Encuesta Vanguardia
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